Apuntes de Ciencia

Publicado el Santiago Franco

Bondades y maldades del alcohol

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«El vino siembra poesía en los corazones» (Dante Alighieri)                                                        

Mi padre sigue vivo y eso me sorprende. No porque deseo que se muera ni porque me aterren sus acciones. Digo que me sorprende porque es un dipsómano de amplia y reconocida trayectoria. Lo recuerdo bebiendo aguardiente sin parar, desde la mañana hasta la noche cuando lo veía nuevamente pero tirado en el piso de algún centro comercial de San Andrés. No pretendo juzgarlo, él es un buen hombre. Nadie sabe a ciencia cierta por qué tomó (o se tomó) ese camino. Una de mis hermanas dice que él es así, esa es su condición natural, su espíritu rebelde que como lobo estepario lo ha llevado a consumirse en el corazón de las botellas, vagando sin rumbo fijo ni condición alguna. La última vez que hablé con él era un viejo aparentemente apacible. De esa conversación lo que más curiosidad me causó fue que mencionó haberse hecho un chequeo médico y el estado de sus órganos estaba en perfectas condiciones. No tenía cirrosis y sus pruebas hepáticas eran normales. Eso me sorprendió en su momento. Pues bien, hace algunos meses las revistas Time y Vanity Fair hicieron eco de un estudio realizado en los Estados Unidos. Estos gringos de verdad se gastan la plata en unos estudios curiosos; recuerdo en un programa haber visto una investigación de cuál era el olor mas apestoso del mundo y en este blog hablaremos más delante de ese tema. Pero el estudio al que me refiero llegó a la conclusión de que los bebedores de alcohol tienden a vivir más años que los abstemios, independientemente de si los abstemios son alcohólicos jubilados por así decirlo. Esto no solo concuerda con la vida de mi padre (quien poco a poco se acerca a los 70 años) sino con la de muchas personas que ustedes observarán a diario en el país, familiares incluso. Ejemplos en el mundo hay de sobra. Tal es el caso de Antisa Khvichava, una mujer que aseguraba tener 130 años y amante del vodka de su tierra, Georgia. Igualmente, un artículo de Soho nos muestra «el pueblo de los viejos», como se conoce a Vilcabamba en el Ecuador donde la gente con 70 años parece apenas estar empezando a vivir y el texto hace hincapié en que los ancianos «…beben como cosacos«. Beber es tan antiguo como el diluvio; Noé después de salir del arca, lo primero que hizo fue hacer un viñedo para después tomarse sus vinitos.

El estudio publicado en la revista Alcoholism: Clinical and Experimental Research consistió en un seguimiento por 20 años a tres grupos de personas entre los 55 y 65 años. Los tres grupos eran los abstemios, los grandes bebedores y los bebedores moderados. Se encontró que durante ese tiempo murieron el 69% de los abstemios, más que los grandes bebedores que fueron el 60% y una gran diferencia la marcaron los bebedores moderados con el 41%. Uno de los comentarios del estudio afirma que los abstemios se morían más rápido porque pertenecían a clases socioeconómicas bajas, por lo tanto no tenían con que comprar alcohol (como se nota que no han estado en nuestro país); sin embargo hacen una anotación interesante, que los pobres viven con estrés por estar criando a sus hijos, pendientes de que no los maten, roben y las preocupaciones de la vida en general.

Con esto no quiero justificar mis pasadas borracheras ni mucho menos hacer apología al alcoholismo. Son bien conocidos los efectos malignos del alcohol en el cuerpo y en la mente. Enfermedades como la cirrosis y la porfiria; borrachos manejando carro, el licor adulterado, las peleas callejeras, terminar con quien no quieres en un antro de mala muerte, las lagunas, la destrucción de las familias, las neuronas muertas, el vómito y el guayabo no son inventos de los abstemios. Además el alcohol en exceso en vez de alegrarnos, nos deprime y es ese su efecto en el sistema nervioso central. Pero tomarse unos traguitos con moderación y sin excesos no debe interpretarse siempre como un mal ejemplo. Un buen vino con los amigos incita a una fluida conversación. Los coloquios de pequeños grupos al lado de unas cervezas alegran la vida y la enriquecen. No lo digo yo, lo dice otro estudio que asegura que los abstemios se deprimen más que los bebedores moderados. El hombre ha estado ligado al alcohol desde siempre, incluso tenemos una enzima en nuestro organismo llamada alcohol deshidrogenasa que se encarga entre otras cosas de metabolizar el ron que nos tomamos. Así que, celebre la vida, disfrute con moderación un buen mojito cubano ó un vodka con jugo de naranja, brinde por aquellos que no beben y respételes su sana decisión; y siempre recuerde lo que dijo Séneca: «El vino lava nuestras inquietudes, enjuaga el alma hasta el fondo y asegura la curación de la tristeza

 

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