A calzón quitao

Publicado el A calzón Quitao

Lo que no contamos de nuestros viajes

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Creo que no me equivoco cuando digo que todos los jóvenes soñamos algún día con irnos del país, bien sea para estudiar, para conocer, o simplemente para recorrer el mundo, es nuestro hobby perfecto, nuestro mejor pasatiempo, igual ¿Qué podemos perder si aún no tenemos “obligaciones”?.

Pues bien, hoy hablaré de una de mis mejores amigas, quien emprendió un viaje al otro extremo de nuestro país porque era uno de sus más grandes sueños. ¿Por qué todos quieren ir a Australia? ¿Serán sus paisajes, su cultura, la rumba, la gente? No lo sé, pero desde que la conocí tenía en su cabeza ese pedazo del continente oceánico.

La preparación de su viaje comenzó a principios de este año, fue muy juiciosa, organizada y dedicada. Estaba decidida a emprender ese nuevo camino que la llevaría a una vida lejos de todas las personas que conocía y la querían. Estaba dispuesta a salir de su zona de confort y enfrentarse a un universo de posibilidades.

Su novio estaba allá. Claramente él no la dejaría enfrentarse sola (como le tocó a él) a un país desconocido, así que la esperó en Melbourne. Cuando ella llegó ya tenía donde pasar sus primeras noches y lo mejor de todo, estaría acompañada.

El susodicho no es de mis afectos por múltiples cosas que han pasado y que solo las amigas podemos entender y tomar partido de las situaciones. Sin embargo, siempre me alegró que ella no estuviera sola, porque me acordaba de la película “Búsqueda Implacable” y me imaginaba lo peor.

Los primeros días todo fue de maravilla, comenzó a estudiar, estaba conociendo el lugar que siempre había soñado, buscaba trabajo, vivía con su amor; en fin, para ella todo estaba completo. Pero en mayo él regresaría a Colombia y quedaría allá sola.

El tener que enfrentarse a la soledad siempre ha sido uno de mis más grandes miedos. Ella por el contrario, lo tomó muy bien, aunque había días que se derrumbaba y desahogaba, debo admitir que sabe cómo tomarse las cosas muy positivamente.

Cuando su novio regresó a Colombia, tomaron la decisión de darse un respiro y hablar cuando ella estuviera aquí. Esto me tomó por sorpresa pues sé que ella no quería pero él en sus arranques de amores y desamores había decidido que era lo mejor (Esto es una de las razones por las que no compagino con ese personaje).

La vaina fue que él le dejó un mundo desconocido a sus pies, cosa que no se imagina. Le dio la oportunidad de conocer personas, de salir y dejarse pretender, de enfiestarse hasta el amanecer sin necesidad de dar explicación a nadie, de tener amigas, amigos, de trabajar, de estudiar, de darse tiempo para ella, de conocerse y reconocerse. Le dio la oportunidad de brillar por ella y no tras él.

A su vida llegaron muchos personajes: amigos, conocidos, compañeros de habitación, de apartamento, personas pasajeras y para la vida. Sus amigas le presentaban chicos de todas las culturas: asiáticos, colombianos, argentinos, brasileros, cada día que pasaba conocía a alguien de nacionalidad diferente.

Tenía el mundo a sus pies y siendo tan linda y con esa personalidad tan arrolladora podía conseguir lo que se propusiera.

Ya tenía varios trabajos estables, seguía estudiando y avanzaba juiciosamente en su nivel de inglés, tenía su lugar donde descansar y estaba dándose la oportunidad de conocer a alguien que, de pronto, podía llenar ese vacío que le habían dejado.

Una noche salió a rumbear con su roommate. Todo iba muy bien, o al menos eso era lo que sus notas de voz hablando a media lengua y sus fotos, nos mostraba en el grupo que tenemos en what´s app con varias amigas.

Al día siguiente, preguntamos cómo había terminado su noche. Ella estaba feliz, la había pasado de maravilla y había conocido un brasilero guapísimo (nos mandó fotos). Ese día no le había dado ni un pico, cosa que interesó mucho más al muchacho porque la invitó a salir de nuevo.

Sus salidas siempre fueron bajo el efecto del alcohol. Cenaban e iban a tomarse un coctel, iban a bailar, a beber con sus conocidos, etc. El man estuvo interesado porque ella nunca le dio nada tan fácil, es decir, ella se hizo desear.

Pero llego el día en que las ganas fueron más grandes que la responsabilidad. Ese día salieron a bailar con unos conocidos y él, muy amablemente, la acompañó hasta su casa. En el recorrido que hicieron caminando, se dieron un beso, el beso más apasionado que se iba a dar ella en su viaje, fue tan apasionado que resultaron haciéndolo en el portón de un edificio.

Así fue la primera vez con aquel chico brasilero que la enloquecía, en un portón de un edificio, sin protección, sin cuidados, sin pudor. Se dejaron llevar por las ganas y el deseo, deseo de sacar a alguien de su cabeza, de intentar tener algo con otra persona y poder decirle adiós de una vez por todas a ese hombre que había regresado a Colombia.

Pasaron los días, siguieron saliendo, tenían sexo cada que podían, se cuidaban, se divertían, se acompañaban. Parecía que por fin ella estaba feliz con otra persona y eso me alegraba.

Un día recibimos el siguiente mensaje: “el brasilero se fue para la mier…”. Todas quedamos atónitas, ¿qué había pasado?

Empezó a contarnos que estaba sucediendo realmente, se derrumbó pero no dejó de lado su positivismo. Varias semanas después de estar saliendo con el famoso brasilero, se empezó a sentir mal, le empezaron a salir una especie de verruguitas en las partes íntimas. Un día una de esas verrugas se le estalló, no aguantó más y acudió directamente al médico (en Melbourne, ir al médico es costos).

Él guapísimo brasilero la había contagiado de herpes genital. Una enfermedad de transmisión sexual causada por el virus del herpes simple que puede causar llagas en el área genital o rectal, nalgas y muslos y puede contagiarse al tener relaciones sexuales vaginales, anales u orales con alguien que lo tenga. El virus puede contagiarse aun cuando las llagas no están presentes.

Y esto fue lo que paso con este chico. Él no tenía ni idea que padecía esta enfermedad, nunca le habían brotado las llagas que le salieron a ella. Él la seguía llamando y ella muy tranquilamente le comentó lo que estaba sucediendo a lo que él se negó rotundamente.

La semana siguiente, él ya estaba saliendo con otra chica, también colombiana y a la que muy seguramente contagiaría de la misma enfermedad.

En su afán de sacar de la cabeza algo que no salía del corazón cometió un error, un error que estará con ella por toda la vida porque este es un virus como la gripe, siempre está presente.

Estaba sola, no sabía cómo contarnos lo que había sucedido porque pensaba en que sería juzgada. Aparte de sentirse avergonzada y frustrada porque eso no era lo que ella quería vivir en su viaje.

Cuando nos enteramos le dimos todo el apoyo del mundo. Es muy duro estar a cientos de kilómetros y saber que no la puedes acompañar a sus citas médicas, a sus controles que solo puedes escucharla (leerla) y decirle que todo estará bien.

Ella, con su positivismo por delante, siguió su vida, se recuperó, mandó a volar a todo el mundo y su vida sexual se encuentra tranquila, sin ningún dolor de cabeza.

Cometió un error, sí, se sintió mal, sí, aprendió que no se debe tirar sin condón y menos con un man que acabas de conocer. Se levantó, aceptó lo que había pasado, no se recriminó, no se avergonzó más. Levantó su cabeza y aceptó que es de humanos equivocarse, que no fue él el culpable de todo, ella lo había permitido. Aprendió de lo que pasó y siguió.

Cuando entendió todo eso, supo que su paso por Australia no podía quedar así, que debía seguir luchando por sus sueños, así que extendió la visa y sigue estudiando juiciosa. Llega en mayo (espero).

Cuando estaba pasando por todo esto, me pidió el favor de escribir, de contarlo para que otras chicas no pasen por este tipo de cosas. Para que entiendan que la sexualidad no es mala pero que en esta época la protección es necesaria e indispensable.

Y como dice otra de mis almas gemelas: “el placer no es pecado, pero no cuidarte es una estupidez”

 

 

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