300 GOTAS

Publicado el Bastián Baena

En todas partes nos bañamos distinto, pero nos bañamos con agua

Nos resulta como natural la costumbre de bañar nuestros cuerpos. En muchas culturas se trata de un hábito cotidiano que se celebra todos los días, pero no es así como ocurre en todas las culturas, e incluso a esta práctica de asearnos pudiera considerársele una actividad bastante nueva.

Fue después de la Gran Guerra que en occidente comenzó a popularizarse la ducha diaria, en una sociedad que fijaría los nuevos paradigmas profilácticos, y en donde mantener hábitos saludables respecto a la higiene y a los cuidados personales se fue convirtiendo en obsesión y obligación.

La comodidad de las tuberías permitió combatir la suciedad a otros niveles, e incluso el uso del jabón es un acontecimiento que podríamos tildar de reciente.

Los de países tropicales son los que más se bañan. Los franceses, aunque no gozan de buena fama, son junto con España los que pasan con mayor regularidad bajo la ducha. En Australia y Medio Oriente también suelen bañarse con cierta asiduidad. El pueblo musulmán mantiene estrictos hábitos de sanación y limpieza. Los ingleses, chinos y japoneses están al final del listado como los que menos frecuentan el baño.

Sin embargo parece ser que en todas partes nos bañamos empleando métodos y formas distintas. Lo más común para muchos es pararse bajo el chorro de la ducha para empezar a asear su cuerpo. Pero los japoneses utilizan una tina y una manguera; los del sudeste asiático recipientes, baldes y palanganas; los indios aprovechan sus visitas al Ganges para darle otro sentido al acto de bañarse; los turcos por tradición se sumergen en los baños y los romanos por herencia se anegan en las aguas de las piletas. Al final lo más común es la esencia del baño: la irremplazable fuente de agua sin la cual no importaría método ni fórmula.

Fuente: dejapon.info / elmundo.es

Fotografía: reproarte.com

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