Aparte de la gran muralla china, existe otra colosal estructura fabricada por el humano y que es posible contemplar desde el espacio. En el centro de ese mismo país, en la provincia de Hubei, a orillas de la ciudad de Yichang, la planta hidroeléctrica más grande del mundo se ubica en un tramo de los sinuosos caminos que traza el río Yangtsé, desplazando en tamaño a la central hidroeléctrica de Itaipú, sobre el río Paraná, y a la del embalse de Guri, en Venezuela.
Una empresa que desde sus inicios tuvo un cálculo muy preciso: comenzados los primeros esfuerzos hacia el año de 1994, los chinos se prometieron sacar adelante una primera estación en el curso de los próximos diecisiete años.
Para llevar a cabo una obra de semejante ingeniería, cada parte del proceso se convierte en una tarea de dimensiones desproporcionadas: una carga explosiva capaz de derribar 400 edificios de 10 plantas esfumó en doce segundos un inmenso muro de contención; se perdieron reliquias y monumentos enterrados y que pertenecían a dinastías milenarias; más de un millón de personas tuvieron que ser realojadas mientras se perseguían las labores de construcción; se inundaron 20 ciudades y más de 300 pueblos, y en su montaje tuvieron que anegarse más de 600 kilómetros de tierras, muchas de ellas cultivables.
La megaestructura constituye un ícono a nivel mundial. Mide más de dos kilómetros y se eleva a una altura de casi 200 metros, donde fueron empleados más de 30 millones de metros cúbicos de concreto. No es la que más energía produce, a pesar de contar con 26 turbinas (6 más que la de Itaipú), pero le es suficiente para suministrar electricidad a un 10% de la población china, generando diez veces más electricidad que la planta nuclear Daya Bay, ubicada en Guangdong.
Fuente: bbc.com / clarín.com
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