Treinta días de prisión y una multa de 1.500 dólares tuvo que pagar Garry Harrington por almacenar el agua que caía del cielo. Sucedió en el Estado de Oregon, EE.UU., donde un hombre llevaba varios años recogiendo agua de lluvia, con el único objetivo de mantener una reserva considerable que pudiera aplacar los ya comunes incendios forestales de la región.

Acorde con las leyes de ese país, todo aquel que desee captar agua de lluvia deberá iniciar los trámites que lo autoricen. Harrington se negó a acatar las amenazas legales que pesaban en su contra, y decidido a cuestionar a todo un sistema que se impone como dueño único de cada recurso natural, cumplió su sentencia carcelaria y pagó la multa.

Al momento de aceptar el veredicto, el valiente Harrington trataría de aleccionar a una sociedad adormilada con la siguiente sentencia: “Estoy sacrificando mi libertad para que podamos despertar al país y restablecer nuestra libertad”.

No es un precedente a nivel mundial. Son varias las políticas que pretenden obligar al individuo que se niega a pagar para satisfacer sus necesidades básicas, en un intento por sobrellevar un modelo de vida autosustentable y al margen de la sociedad de consumo. Hace unos años, en Bolivia, el gobierno intentó promulgar una ley en la cual le fijaba un precio al agua de lluvia. El resultado fue una protesta pública que se extendió durante varios días y tras la cual los legisladores se vieron obligados a derogar dicha ley.

Desafiando la lógica y el sentido común, y favoreciendo el negocio de la venta de agua, el gobierno con más poder del planeta se niega a encarar los desafíos ambientales, impidiendo que este tipo de iniciativas ecológicas se popularicen y aterrorizando a todo aquel que pretenda alejarse de un modelo dependiente, retrógrado y consumista.

USA punishes people with jail for collecting rainwater 

Thirty days in jail and a fine of $ 1,500 had to pay Garry Harrington for storing the water falling from the sky. It happened in the State of Oregon, USA, where a man spent several years collecting rainwater, with the sole aim of keeping a substantial reserve which would appease the usual forest fires in the region.

According to the laws of that country, anyone wishing to capture rainwater should initiate proceedings as authorized. Harrington refused to comply with legal threats weighing against him, and decided to question an entire system that is imposed as the sole owner of each natural resource. Hence, he had to fulfill his prison sentence and pay the fine.

When accepting the verdict, the brave Harrington tried to lecture a sleepy society with the following statement: “I am sacrificing my freedom so that we can awaken the country and restore our freedom.”

It is not the first precedent worldwide. There are several policies that seek to force every individual who refuses to pay for their basic needs, in an attempt to overcome a model of self-sustaining life and regardless of the consumerist society. A few years ago in Bolivia, the government tried to enact a law which set a price rainwater. The result was a public outcry that lasted several days and after which legislators were forced to repeal the law.

Defying logic and common sense, and promoting the business of selling water, the most powerful government in the world refuses to address environmental challenges, preventing this type of green initiatives to become popular and terrorizing anyone seeking to get away of a dependent, backward and consumerist model.

Fuente: diarioregistrado.com / abc.es

 

Fotografía: medciencia.com

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