EN GAZA UN PUEBLO INOCENTE ENTRE DOS FANATISMOS ENFRENTADOS
El drama, la pesadilla que se vive en Gaza, muestra hasta dónde al ser humano le sale la bestia,
cuando se trata de defender su territorialidad; un comportamiento que nos viene de nuestras
raíces animales. Somos territoriales y si algo desata una reacción violenta, es sentir amenazada
nuestra territorialidad.
En el Medio Oriente, a orillas del Mediterráneo, cuna de las más importantes civilizaciones
occidentales, durante siglos convivieron árabes y judíos, en el respeto a sus identidades y
creencias, compartiendo un territorio que histórica y culturalmente, era, es de ambos. Ya desde
mediados del siglo XIX, empiezan a darse reclamos y movimientos para una partición de esas
tierras compartidas, y conformar un estado israelí; es el sionismo. Obviamente esto genera una
reacción de la población árabe, que lo vivió y lo vive, como una amenaza. El disparador del
conflicto abierto, que no termina, fueron los Nazis y su genocidio de los judíos europeos. En el
proceso de creación de un estado judío, luego de la guerra mundial, entró a jugar el reclamo
radical por su Estado, de los sionistas nacionalistas, desconociendo los derechos históricos de los
palestinos, sobre esos territorios. A esto se unió la mala conciencia europea por la persecución
genocida que sufrieron los judíos en Europa. Las nacientes Naciones Unidas, apoyaron la
conformación, en ese territorio, de dos estados, el judío y el palestino.
Este es un asunto central en el orden internacional que, 95 años después, sigue sin solución,
alimentando un conflicto interminable y sangriento, entre judíos y palestinos, con ayatolas de lado
y lado que se empecinan en desconocer al otro, obsesionados con borrarlo del planeta y de la
historia. El estado judío, hoy controlado por una ultraderecha delirante, se enfrenta con otros
delirantes, los guerrilleros de Hamas. Dos delirios políticos y asesinos que convirtieron la tierra de
los profetas y de Jesús, en un campo de destrucción y muerte. En medio de ese fuego cruzado de
balas y de odios, entre los fanáticos de ambos bandos, en una confrontación a muerte que parece
no tener fin, está el pueblo palestino, perseguido, humillado y asesinado en su tierra. Sus derechos
son la razón principal del conflicto y, a la vez, son sus principales víctimas.
Si todavía hay justicia en el mundo, a Netanyau y su camarilla y a los jefes de Hamas, les espera un
juicio y una condena severa por sus acciones genocidas. Aún las guerras tienen sus reglas
conocidas y su incumplimiento y desconocimiento descarado, tienen sus consecuencias, porque
son crímenes de lesa humanidad. Por encima de los poderes nacionales está el poder moral de la
comunidad internacional, reclamando el respeto a las leyes de la guerra y el respeto a los
derechos de todos, especialmente de la población civil, que pone el grueso de los muertos y
padece la violación de los derechos humanos, que son sus derechos.
Hoy, en medio de las dificultades y desafíos presentes, es patética la impotencia de las Naciones
Unidas, en su Asamblea General y en el Consejo de Seguridad, mientras Israel adelanta en Gaza, su
política de tierra arrasada. El mundo actual, unificado y multipolar, reclama nuevas instituciones
donde no prime el veto de los poderosos, sino la voluntad democrática de la mayoría. Hoy, es un
sueño, pero mañana necesita ser una realidad. Mientras tanto, es factible e igualmente necesaria,
la conformación y consolidación de organizaciones regionales, que expresen la diversidad
constitutiva de la realidad humana y de las sociedades, así como el carácter no hegemónico y
plural que debe tener el poder y su ejercicio en un mundo diverso para, a partir de esa realidad,
conformar un ordenamiento y unas reglas de juego que faciliten la expresión democrática de la
autoridad y no su imposición autoritaria, por unos pocos mandamases. Puede ser utópico, pero es
la necesaria utopía del manejo civilizado de las naturales diferencias entre las sociedades y sus
Estados. Utopía hoy más urgente como nunca, para evitar que se desemboque en más violencia,
en más guerras.
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