No le he creído al izquierdismo marxista de Petro. No dudo que haya sido y sea un rebelde,  pero  desde el inicio, esa rebeldía la volcó en el M19, organización de origen fariano – marxista que, con la influencia de la Anapo, rápidamente giró hacia un confuso nacionalismo, con fuertes resonancias populistas y raigambre urbana, cuyo objetivo no era una revolución tipo Cuba, a pesar de los coqueteos y apoyos  de esta, pues los cubanos  veían en ellos, a diferencia de las otras guerrillas rurales, una capacidad grande para sintonizarse con amplios sectores de una población ya habitaba en las ciudades, en una Colombia que  vivía  un fuerte proceso de urbanización y modernización,  con una creciente clase media que empujaba para reclamar su espacio político y ser considerada como un  social no marginal. El M 19 buscó capitalizar la frustración con el Frente Nacional, con su intento de reencauchar  la vieja política de los partidos,  buscando conservarlos y a la vez, enterrar los viejos odios políticos, generadores de  una violencia, que dejó de ser partidista para volverse revolucionaria.

En lo de Petro hay una disociación entre su discurso, generalmente elocuente pero que, como esos aguaceros muy fuertes y cortos, mojan pero sin penetrar la tierra sedienta, y ello a pesar de la  parafernalia de sus intervenciones, como de gran aguacero pero que termina en una llovizna inofensiva. Si a muchos de sus planteamientos se les despoja de su espectacular envoltura y puesta en escena, generalmente cargadas de ideología, es posible encontrar en ellos, propuestas de políticas e inclusive de políticas ejecutadas, que vienen de atrás, de anteriores gobiernos, pero eso sí, sistemáticamente vilipendiados por el Presidente. Pongo unos ejemplos de los últimos días, para resaltar el punto. Tienen una característica común, que son proyectos e inversiones con alta capacidad para mejorar, en las regiones y comunidades, las condiciones de vida y de producción; muchos de ellos, proyectos regionales, inscritos en una iniciativa de proyección nacional.

 En términos de vialidad y transporte/movilización, mencionemos tres proyectos que ya existen:  avanzar en la recuperación del ferrocarril, conservando la vieja prioridad decimonónica de conectar los centros de producción localizados en las regiones del interior del país, con los puertos de salida al mercado internacional. En segundo lugar, insistir en el mecanismo del financiamiento de vías troncales, por el sistema de contribuciones nacionales de valorización, aplicando el principio de que una inversión pública, especialmente en vías, valoriza los terrenos circundantes, por modificar el uso de la tierra hacia actividades económicamente más productivas, valorizando al bien, como consecuencia de la inversión pública realizada y no por acción del propietario. En este momento está caliente el debate sobre el cobro de valorización en la vía de Cartagena a Barranquilla. Claramente las peroratas falaces de Petro, sobre el sentido de las 4G, quedan sin fundamento con el pago de la correspondiente valorización. Otro frente fundamental donde el gobierno le da continuidad a una política de máxima prioridad, es el de las energías alternativas – eólicas y solares -, donde los dos últimos gobiernos abrieron el camino e iniciaron su recorrido de manera significativa. Destaco finalmente que  entró a funcionar el Grupo Bicentenario  creado en el gobierno de Iván Duque, un holding financiero público conformado 18 entidades públicas, para competirles a Aval, Sura y Bolívar, en el manejo del ahorro privado, lo que, entre otras, apoyaría la debatida propuesta de una política de inversión forzosa por el gobierno, del ahorro privado.

Destaco acá que el gobierno, más allá del ruido innecesario que hace, ha descubierto que ni Dios hizo al mundo en ocho días ni un gobierno responsable va a cambiar al país en cuatro años, cambio  que, como primer paso requiere un diagnóstico objetivo y realista de necesidades y posibilidades, tarea en la cual el país con los temas mencionados y  otros de igual importancia, ha avanzado, con realismo, a pesar de los pícaros que siempre rondan al poder, no importa su signo ideológico, porque poder es poder. Para terminar esta reflexión, nada mejor que recordar la muy manoseada norma de Antanas Mockus, pero que conserva plenamente su sentido, de construir sobre lo construido.  

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