La historia de Ucrania, de sus territorios, población y riquezas, se inicia desde antes de que existiera como tal, entre Europa y el inmenso mundo eslavo, en medio de tensiones sustentadas y acrecentadas por su división étnica, cultural e histórica. De siempre codiciada, rica en cultura, en agricultura (“las tierras negras ucranianas”) y en riquezas de su subsuelo, con una población aguerrida y una posición geográfica estratégica. No es gratuito que hoy sea el escenario, de un nuevo capítulo de la guerra fría, en el cual ella es un pretexto; una guerra donde ya la confrontación no es entre Estados Unidos y la Unión Soviética, entre capitalismo y socialismo, sino de la Rusia histórica con los Estados Unidos. Guerra básicamente económica para controlar mercados y comunicaciones, materias primas, energía y tecnología, pero ya sin la cobertura ideológica, que antes tuvo Como sucede en la Historia, la lucha es finalmente por el poder; hoy expresada de manera diferente, pero, al fin y al cabo, por el poder.
Durante la primera guerra fría, hasta el derrumbe soviético, la lucha fue entre capitalistas y comunistas. Hoy es más simple, menos polítizada, pero igualmente intensa; es la lucha, de una parte, entre la democracia occidental liderada por Norte América, con las banderas anglosajonas de la libre competencia del mercado y de un estado mínimo, posición frente a la cual entre los países europeos, con sus matices y énfasis, hay diferencias. Y, de otra parte, el autoritarismo no democrático de una Rusia con resonancias zaristas e intereses de gran imperio que, como la China, quiere recuperar territorios y poblaciones que fueron suyos. Parecería que el afán de ayer, de imponer una ideología supranacional, el marxismo, está siendo sustituida por una de las más antiguas y fuertes pulsiones del ser humano, propias de los organismos vivientes: el control del territorio; la vida es territorial. De esta pulsión vital, Estados Unidos históricamente, ha estado alejado; el imperialismo norteamericano ha sido económico y no territorial, le interesa controlar económicamente los mercados para comprar y vender, no a los territorios tenidos como colonias; su esquema de dominación y apropiación, es moderno, de un capitalismo desarrollado, centrado en lo económico, en la apropiación de la riqueza por medio de los mercados y la dinámica económica, no del control territorial o de la fuerza militar a lo siglo XIX, como lo ejerce Rusia y China frente a territorios que consideran suyos y que les han sido usurpados en el tiempo. La suya es una dinámica de control económico por lo que el Presidente Eisenhower, a mediados del siglo XX, cuando ya Estados Unidos tenía la sartén por el mango denominó, el complejo militar – industrial, controlado por un pequeño grupo que a través del mercado y del poder del capitalismo financiero, concentra el poder, el verdadero. Lo anterior se complementa con que el ´poder norteamericano es un gran poder militar, de lejos, el mayor del mundo, razón por la que no cree en la neutralidad; son guerreros.
Estos cambios se dieron en la postguerra del 45 al consumarse el traslado del centro del poder en Occidente, de Inglaterra/Europa a Estados Unidos, que les impone la OTAN a Europa Occidental, bajo su control y financiación, para hacerle frente a la Unión Soviética y a los países de Europa Oriental, que quedaron en su órbita como consecuencia de su ocupación a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Como respuesta a la OTAN, los soviéticos fortalecen el Pacto de Varsovia. Caída la Unión Soviética, Breshnev, primer presidente de la Rusia democrática, entiende la necesidad de cambios profundos y la consolidación de un nuevo escenario, alejado de las nostalgias, tanto de la Rusia soviética como de la zarista, las cuales regresaran con Putin. En ese contexto, se dan los Acuerdos de Minsk, que plantean la desmilitarización del proceso, incluido el arsenal nuclear ucraniano, a partir del reconocimiento de la existencia y soberanía de los estados que habían estado integrados al bloque soviético, y de la existencia de una población rusa significativa en países del antiguo bloque socialista. La OTAN respetaría las fronteras existentes, reconociéndole a Rusia, su zona de influencia y de presencia histórica. Europa aceptó el acuerdo, no así Estados Unidos, que apoyó a sectores de población de esos países que querían salir de la zona de influencia rusa, para integrarse a la Unión Europea y al seductor mercado común. Basado y alimentando esas posiciones, Estados Unidos llevó a la OTAN a las fronteras rusas y disparó las alarmas. Lo que ha seguido es la lucha rusa por el respeto de las fronteras nacionales y el espacio geopolítico que la tiene como su eje. Lo demás es conocido y se está desarrollando.
Una adendo: la guerra en Gaza es igualmente una por el territorio y su origen está en la creación del estado de Israel, en un territorio donde el judaísmo tiene sus orígenes y donde desde siempre, ha existido una población judía, junto con una mayoría palestina que es bíblica. Sobre esas tierras pobladas por dos grupos humanos, Naciones Unidas e Inglaterra impusieron la creación de un estado judío, que se volvió confesional y uninacional en su propósito, abierto a los judíos del mundo que habían sido a lo largo de los decenios, perseguidos en Europa y Rusia, y consiguientemente privados de un sentido de nacionalidad que finalmente obtendrían en Israel, cuya creación, con un hondo sentimiento de culpa, fue precipitado por el inconcebible holocausto de los nazis.
Hoy, con igual ferocidad e inhumanidad el gobierno del genocida Nathanyau responde al nunca defendible terrorismo de Hamas, masacrando inocentes palestinos, cuyo único pecado es no ser judíos e hijos de la tierra palestina. De ahí la razón, la necesidad de que ese territorio albergue a dos estados legítimos, de dos naciones diferentes e igualmente legítimas.