Yo veo

Publicado el Diego Leandro Marín Ossa

Guía 2 para ver a “Escobar, el patrón del mal”.

El temor a la televisión

El pánico que generan los contenidos televisivos del seriado tiene origen en la incapacidad que experimentan los padres y los educadores, ante la magnitud simbólica de un ser como Escobar, quien hace mucho tiempo dejó de ser persona para convertirse en un personaje en todos los sentidos que esto implica: para los “benefactores” de este hombre fue un ser divino, casi un santo o un mártir; para los creadores de contenidos un ser tan complejo y rico en matices que siempre ha funcionado bien dentro y fuera de la ficción. Y cabe preguntarse ¿qué representaría para las víctimas?, y ¿qué significaría para los poderes en Colombia?

Ahora bien, tanto él como los demás actores sociales de aquella época en que vivió son los artífices de semejante mito. Si por una parte puso en jaque al Estado colombiano y a todas sus instituciones, por otro lado actuó como un redentor de los oprimidos, como un dador de los desfavorecidos y en últimas como un rebelde que adquirió el poder suficiente, como para enviar un mensaje a las élites del poder en Colombia y en los Estados Unidos de Norteamérica: siempre que en la sociedad se junten la desigualdad, la ignorancia y la indiferencia se engendrará el verdugo de esa sociedad. Todos y cada uno dejaron espacios entre las líneas de una historia que él escribió a su modo, es decir que Escobar supo aprovechar las carencias materiales, las ambiciones de poder y otras cosas más, para darle un sentido emancipador a sus actos delictivos.

Y es que la megalomanía de este hombre lo llevó a hacer de sí mismo un relato que en su momento superó la ficción y que en el seriado en realidad se expone de manera atenuada, en comparación con lo que tanto ayer como hoy han registrado nuestros telenoticieros.

Entonces el temor a la televisión no es más que la expresión social de nuestra incapacidad por comprender cómo es que una persona se convierte en el signo de una sociedad injusta hasta adquirir la categoría de un personaje de ficción, la misma sociedad que ahora disimula un riesgo latente: que el fenómeno se repita una y otra vez y no precisamente a causa del seriado, sino de las raíces torcidas de nuestra frágil democracia.

(Continua la próxima semana)

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