Más allá de la medicina

Publicado el jgorthos

LA RELACION MEDICO-PACIENTE SE ESTA PERDIENDO: LAS DEMANDAS CONTRA MÉDICOS OBLIGAN A LA MEDICINA DEFENSIVA

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La relación médico-paciente es quizás el punto de mayor intimidad, valor y realidad objetiva frente al desempeño de un médico que quiere servir a su paciente y de un paciente que busca la ayuda de un médico.

Desde los albores de la medicina el constructo entre el médico y el paciente ha permitido el verdadero desarrollado la disciplina. El corpus hippocraticum ha sido el elemento ético que da luz al quehacer humano de curar y, a pesar del paso de los años, de los cambios tecnológicos y del avance de la ciencia, sigue siendo un elemento iluminador en la vida del médico actual.

Sin embargo, en estos días, tanto pacientes como quienes ejercemos la medicina, vimos con preocupación el registro mediático sobre la decisión de la Corte Suprema de Justicia que, en su “infinita sabiduría”, condenó a un médico especialista en patología por un desenlace quirúrgico de una paciente a quien se le había realizado mastectomía.

No conozco al doctor Duque; tampoco a la paciente en mención, pero llama la atención ver que la realidad del acto médico ahora es valorado con elementos jurídicos que desconocen la realidad tan compleja de la medicina.

De no analizarse esta situación como un problema creciente y no tomarse medidas, seguiremos viendo casos desafortunados que confirman una sensación de injusticia y sesgo en los veredictos.

La relación médico-paciente es de mutua confianza y exige un alto grado de humanización de parte del personal de salud y el total entendimiento de esos esfuerzos por parte del paciente y de su familia.

Lamentablemente en nuestro país han aparecido barreras inherentes del sistema de salud que afectan esta relación, entre ellas: fragmentación de la cadena de atención; distancia entre aseguramiento y prestación de los servicios; crisis financiera y limitación del flujo de recursos; brecha entre entre la realidad del enfermo y el verdadero estado económico del sistema para aportar recursos tecnológicos y avances científicos; corrupción de algunos actores clave del sistema de salud y grandes expectativas de los usuarios que provocan faltas de  entendimiento y profunda desconfianza entre unos y otros.

Respecto a la relación con el paciente, el filósofo y médico español Pedro Laín Entralgo dice : “El médico debe saber curar al enfermo, pero también debe saber acompañarle humanamente, cuando las posibilidades de la actividad terapéutica han llegado a su límite”.

En mi opinión, aquí es donde empieza el problema y es aceptar frente a los pacientes que la medicina es limitada en sus recursos. El diálogo que se entable con el paciente debe ser cálido y de verdadero interés por su enfermedad. Explicarle, por ejemplo, que los desenlaces no necesariamente son predecibles, que cada persona tiene una genética diferente y hablarle de la posibilidad de evoluciones disimiles con la misma enfermedad en distintos pacientes..

Es importante hacer saber al paciente que el médico no es omnímodo en su conocimiento, que sus tratamientos son proporcionados pero limitados y que la ciencia aporta, pero que durante el tratamiento se pueden presentar resultados menos satisfactorios o no esperados.

No podemos llevar a nuestros pacientes a creer que somos parte de una especie de medicina del deseo; donde los médicos respondemos como el genio de la lámpara a los particulares deseos de los pacientes, que en ocasiones pueden ser equívocos.

El paciente y su familia, junto con el médico y el grupo tratante, deben empezar por entender el diagnóstico, la certeza o posibilidad de error del mismo, entrar de la mano al algoritmo de tratamiento y juntos enfrentar la enfermedad, para tratarla y asumir los riesgos inherentes de esa realidad de lucha, que puede tener matices diferentes y, por supuesto resultados, especiales.

Cuando esto no es así, se sobredimensiona esa insuficiencia de la medicina, la relación se enturbia y surge un trato comercial, donde se exigen garantías, como si se tratara de cualquier producto, y se reclama ante estrados judiciales por los resultados esperados. Y en nuestro país situaciones de este tenor se han incrementado en los últimos años.

Si se causa un daño en un paciente en forma irresponsable, voluntaria y sin la posibilidad de haber tomado las medidas para mitigar el riesgo se debe reparar. Lo lamentable es que la moda es demandar sin un estudio juicioso del caso, basándose en un evento desfavorable y visto exclusivamente desde la óptica del paciente como justificado y lleno de emotividad.

Con este panorama encontramos hoy jueces que sentencian, sin un estudio profundo, objetivo y basado en la medicina, reparaciones millonarias, sin ponderación suficiente, dejando a un lado lo fundamental: la humanización del servicio de la salud.

La justicia en nuestro país deberá especializarse en salud, contar con peritos autorizados e idóneos, que garanticen el análisis del juicio desde el ámbito de la realidad médica y no valorada únicamente con la tipificación de delitos, que criminaliza la profesión médica.

Ante las demandas médico-legales, en países anglosajones se ha creado la llamada medicina defensiva. Ya en 1978 Tancredi describía este tipo de medicina como: “El ejemplo de procedimientos diagnósticos y terapéuticos con el propósito explícito de evitar las demandas”.

De esta manera se han disminuido ciertas especialidades por el alto índice de demandas y procesos jurídicos en contra de médicos. Esto ha hecho que en algunos casos zonas geográficas pierdan el acceso a estas especialidades por falta de profesionales que prefieren dejar de ejercerlas, antes que tener la espada de Damocles de las demandas rondando sus cabezas.

Esa medicina defensiva, por un lado, vulnera la confianza de la relación médico-paciente y, por otro, incrementa los costos del sistema de salud, que termina por disparar el costo médico.

En los Estados Unidos ha crecido de tal manera este problema que la Asociación Médica Americana pide al Congreso que se reforme este tema no solo para disminuir las demandas innecesarias, sino para asegurar la garantía legal para los médicos.

Entonces, el consejo para pacientes y médicos es establecer mejores relaciones, evitar que las barreras del sistema favorezcan esta vulneración y terminemos enfrascados en un desgaste legal, en sobrecostos y congestión del aparato judicial, restándole oportunidad y tiempos de respuesta a casos que realmente requieren ser dirimidos con prioridad.

Debemos a toda costa privilegiar y proteger la dignidad de los individuos, que la consulta médica esté rodeada de hechos humanizantes: el paciente vulnerable que busca la ayuda del otro y el médico que entrega su saber y su hacer en favor de quien lo necesita.

Si esta relación se mantiene y es trasparente no habrá lugar para demandas innecesarias y, sobretodo, moral y financieramente costosas para la sociedad. Somos garantes médicos, pacientes y finalmente la justicia que deberá ser marco de referencia de tan compleja relación que busca proteger la vida misma.

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