Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Conan Doyle… ¿asesino?

Alguna vez les he contado el caso de mi tocayo holandés Richard Klinkhammer, quien escribió una novela policial titulada Los miércoles, picadillo de carne, en la que describía el asesinato de su esposa cometido por él mismo. Y cómo durante nueve años tuvo en jaque a la policía de su país, la cual no lograba demostrar que la pobre mujer había sido ultimada por su marido, un marido tan enamorado de su profesión que llegó al extremo de sacrificarle, literalmente, la mitad de la propia familia.

Pues bien : El compadre Klinkhammer parece haber tenido –no como uxoricida pero sí como criminal– un ilustre antecesor en la figura de nadie menos que Sir Arthur Conan Doyle. Sí, sí, no han leído ustedes mal, dije Sir Arthur Conan Doyle, sí, el padre de Sherlock Holmes.

Allá por octubre del 2000 salió a la venta, en Inglaterra, un libro del detective aficionado Rodger Garrick–Steele, quien se entretuvo durante once años en investigar las relaciones habidas entre Conan Doyle y su colega Bertram Fletcher Robinson, dos grandes amigos.

El detective sostenía que Conan Doyle, en cierta ocasión que visitó a Robinson, oyó de labios de éste la leyenda de un perro monstruoso que recorría fantasmalmente los pantanos de aquella zona, pero no sólo eso, además le dio a leer el manuscrito de una narración que había terminado acerca del terrorífico cánido, y titulada Una aventura en Dartmoor.

Parece ser que la narración le gustó tanto al creador de Sherlock Holmes, pero tanto, tanto, que decidió apropiarse de la idea y ofrecerla al público lector convertida en lo que es: una de sus obras maestras. ¿Quién no ha leído El perro de los Baskerville, quién ha dejado de ver a estas alturas del partido alguna de la media docena de películas inspiradas por este libro? Un libro que se publicó el año 1902, justo el mismo en que Arthur Conan Doyle recibe la dignidad de Sir, concedida por Su Graciosa Majestad Eduardo VII, quien efectivamente, según cuenta de él André Maurois en su biografía, era un tipo bastante gracioso. Un caso rarísimo en su gremio, gente genéticamente deficitaria por lo común, en todos los terrenos.

Pero sigamos con nuestra historia. Conan Doyle es ya Sir, honor que su colega y amigo (y víctima literaria) Fletcher Robinson, nunca llegaría a conseguir. Pero Conan Doyle no sólo es un caballero inglés con derecho a tratamiento de Sir: además es médico, además tiene miedo de que Robinson lo denuncie por robo de su propiedad intelectual, y además, por si todo ello fuera poco, además, es el amante de la esposa del buen Robinson, es el amante de otra Mrs. Robinson que añadir a la galería de Mrs. Robinsons adúlteras que conocemos desde la canción de Simon & Garfunkel y la película The Graduate.

Según se desprendía de las investigaciones llevadas a cabo por Garrick-Steele, Conan Doyle  asesinó a Robinson con el de fin de evitar que se descubriesen su asalto intelectual a mano armada y sus relaciones amorosas con Mrs. Robinson. Y para llevar a cabo su propósito se valió de su condición de médico y sus conocimientos del láudano, un anestésico muy empleado en aquellos tiempos y con el que, dependiendo de la dosis aplicada, se podía envenenar a una persona: los síntomas serían tan parecidos a los del tifus que nadie pensaría en un asesinato premeditado.

El libro de Garrick-Steele despertó gran expectación entre la inmensa grey de los devotos a Sherlock Holmes, quienes no podían aceptar ni creer que el autor de sus días hubiera sido un asesino. Y más de uno arguyó que no puede haberlo sido, porque de lo contrario, ¡cómo no!, su propia criatura, Sherlock Holmes, lo habría descubierto. Elemental, mi querido Watson.

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