Los que sobran

Publicado el @Cielo _Rusinque

El feminismo en los tiempos del Covid

Hace tiempo tenía abandonado este espacio de opinión, hago parte de las mujeres que tenemos una sobrecarga de responsabilidades desde que comenzó el confinamiento, sé que para muchas como yo, los días transcurren más rápido que nunca, teniendo que dejar en un tercer plano muchos de los asuntos que en tiempos normales teníamos como prioridad. Una gran oportunidad sin embargo para cuestionarnos sobre los efectos de esta pandemia que ha aumentado las brechas en materia de equidad de género y las históricas dificultades que a diario viven una buena mayoría de mujeres que con o sin pandemia, por la carencia de oportunidades y sobre todo por la falta de reconocimiento, se encuentran limitadas, sumergidas y absolutamente desvalorizadas trabajando en las labores de cuidado que paradójicamente son en buena parte motor de toda sociedad.

La emancipación de la mujer dentro del modelo neoliberal democratizo el trabajo como obligación, más no como garantía, otorgó privilegios a la mujer educada y contribuyo a invisibilizar, explotar y menospreciar a esa mayoría de mujeres que, sin reconocimiento, alivio, ni remuneración debida, no han podido desarrollar todo su potencial.

Pero claro, vivimos otras dificultades mayores, mientras una mayoría de mujeres pelean en su cotidiano contra esa realidad, sin tener el tiempo de imponer en la agenda política la urgencia de abordar tantos temas  que para ellas son una prioridad, están llevando al traste nuestro Estado de Derecho, están masacrando nuestros conciudadanos, están persiguiendo a quienes representan a juicio de buena parte de los colombianos verdaderas opciones de cambio, estamos sumergidos en una guerra en el sentido literal del término desde que con ambición de hacer trizas la Paz, subió al poder el nuevo gobierno.

Como si esto fuera poco, asistimos a un panorama desolador en el medio político que se supone alternativo, no hay que ser muy suspicaces para percibir que buena parte de las energías de ese sector están concentradas en sacar del camino a quien por simples matemáticas es el máximo líder natural de la oposición.

El caballito de batalla de mayor predilección de quienes parecen dimensionar, pero no asumir la gravedad de la deriva autoritaria y fascista que estamos viviendo es el lugar común de la polarización, una etiqueta más  que bastante provecho hace al gobierno, pues no solo  ignora los avances que históricamente han surgido en medio de sociedades “polarizadas” sino que equiparan a quienes queremos un cambio profundo en las estructuras tradicionales de opresión, exclusión y aniquilamiento de nuestro entorno vital, con quienes ejercen el poder con políticas antidemocráticas y atentatorias a nuestro Estado Social de Derecho. No debería preocuparnos la polarización, sino falta de determinación de quienes aspiran representar una alternativa de gobierno para elaborar un pacto político suprapartidista y aglutinador de las fuerzas que se pretenden alternativas y eso, más allá de rencillas personales o amiguismos entre dos o tres personalidades políticas.

Con gran euforia celebramos los triunfos democráticos de países vecinos como Chile y Bolivia o las revoluciones que históricamente en busca de sociedades más igualitarias se han celebrado en otras latitudes, pero no logramos interpretar nuestro contexto y orientar nuestros esfuerzos para dejar de ser del mundo, uno de los países más inequitativos y violentos.

Esperábamos que la pandemia nos dejaría grandes enseñanzas, pero no contábamos con que habría llegado para quedarse tanto tiempo y que de los estragos de ella hoy solo sabemos que somos el tercer país de Latinoamérica y el octavo en el mundo con mayor número de contagios, mientras el gobierno posterga un falso confinamiento, que sin garantías materiales para ser realizado, lo único que hace es, justificar la concentración, abuso y desviación de poder reflejada entre otros en la cantidad de decretos legislativos sin mayor control político proferidos y la permanencia injustificada de un programa presidencial de propaganda política diaria en la TV nacional.

Ahora bien, en medio de este contexto desalentador en el que lo urgente no da espacio a lo importante hemos dejado de lado un debate muy importante que hoy deviene urgente, y es el del lugar del feminismo en un contexto político de muertes, extrema inequidad, violencia y persecución, en el que las mujeres son además por el solo hecho de serlo, explotadas, menospreciadas, abusadas o en el mejor de los casos invisibilizadas. Mal podríamos limitarnos a repetir como mantra político que “La revolución será feminista o no será” pretendiendo que algunas limitadas voces femeninas por el hecho de ser mujeres, tener alguna formación académica y mayor visibilidad en la sociedad, sean la autoridad excluyente y exclusiva que porte las banderas de una mayoría de mujeres que precisamente nunca ha podido hacerse escuchar.

Frente a la abrumadora realidad colombiana, el discurso feminista ha dado para todo ¿Cómo pretender desde la comodidad que nos brindan nuestros pequeños privilegios interpretar las prioridades y necesidades de esas mujeres que tienen que lidiar además de todas las dificultades que de por sí ya lidiamos todas, con extremos grados de vulnerabilidad material? ¿Cómo no sentir frustración al ver que mientras que, a la violación de una niña indígena por parte de varios militares del ejército, desde la ciudad otras creen que la respuesta es un zapateo en un video? ¿Cómo explicar que las banderas del feminismo hayan sido utilizadas para apoyar una administración que deja maltratar a las mujeres que manifiestan y que en medio de una pandemia desaloja a madres de familia y niñas indefensas, sin establecer para ellas ningún “cuidado” especial? ¿Cómo hacer viable en una sociedad tan fraccionada y violenta un feminismo que parta de la consideración de los hombres o como sometidos o como enemigos, será la lógica del exterminio moral que vamos a superar el machismo que tan impregnado esta en nuestra sociedad? ¿Será que alimentando la construcción de guetos y aniquilando voces masculinas y femeninas sin brindarles la posibilidad de algo tan elemental como dialogar, estaremos tejiendo frente al fascismo algún tipo de democrática unidad? ¿Será el camino reforzar la verticalidad ya existente en nuestra sociedad, donde solo un puñado de mujeres, consideran que en nombre de millones pueden hablar? ¿No será precisamente por la apertura al dialogo, sin restricciones de ningún tipo en razón de género ni condicionamientos excluyentes, que deberíamos comenzar?

Estoy convencida del poder transformador del feminismo y de su rol fundamental en una sociedad que le apueste a la equidad. Estoy convencida además que se necesita a partir del feminismo demostrar que es posible aglutinar saberes, experiencias, conocimiento, en condiciones de igualdad y no replicando el modelo excluyente y patriarcal, donde la sociedad decide cual mujer y cual no es la que puede y se debe expresar. En hora buena el debate que al parecer se abre ahora al interior del progresismo, es un debate que sabrá fortalecernos como proyecto político y como sociedad. ¡Llegó el tiempo de que las voces femeninas de todos los rincones se hagan escuchar!

 

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