Umpalá

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Elogio de la zarrapastrosidad.

A Angelino nadie se la está montando por su « origen humilde ». Es decir, no hay en su caso una oligarquía que tiene miedo de las clases populares y se ensaña en su contar porque es pobre o porque les estorba.
Eso pasa es con Petro.
La prueba, al alcalde le han puesto el rótulo de « populista », al vicepresidente no, precisamente porque nunca ha hablado del pueblo del que salió.
No se la estamos montando a Angelino por pobre, sino porque dejó de serlo.
Lo que molesta no es que haya dicho que es de zarrapostrosos no viajar en primera clase. Al contrario, estamos de acuerdo. Lo que me molesta es que en la manera de decirlo, uno siente que el vicepresidente me está menospreciando el viaje zarrapastroso. Yo no voy a decir que he visto mucho, qué más quisiera, pero puedo decir que los viajes que han valido la pena han sido los económicos, a la pobre, barato, por lo que me quieran llevar gratis si se puede.

Así que rindo un homenaje a la clase zarrapastrosa, o «Clase Z », para los amigos. Un homenaje a esos héroes que han hecho de mis viajes zarrapastrosos una iniciación eterna en medio del viaje a través de esta vida de la que también quiero irme en clase económica.
Al señor que un día me recogió un día haciendo stop bajo un aguacero en el Paso de Arcabuco y me hizo prometer que sembraría un árbol y a Ryanair con su trompeta de caballería que suena cuando aterriza el avión y sus azafatas que pasan de puesto en puesto ofreciendo un raspa-raspa para ganar viajes y calendarios donde ellas mismas son las modelos.
A los conductores de las tractomulas cargadas de carbón que nos recogían saliendo de la Jagua de Ibirico para llevarnos a Santa Marta, es decir al Tayrona (eso antes de la época Aviatur, cuando el parque era menos cómodo. Más zarrapastrosamente bello).
A los mochileros suizos y refugiados albaneses con los que compartí dormida en el piso viajando en ferry con un pasaje marcado ‘Cubierta’.
A los empleados de los « hostels » de los países ricos que son la versión pobre de los « hostels » para ricos en los países pobres y a los huéspedes y visitantes de www.couchsurfing.com que me ha permitido redescubrir el valor de la gentileza de los desconocidos.
A los trenes regio de Rumania en los que uno comparte vagón con indigentes e inválidos que no van a ninguna parte, que viven en el tren. A los Greyhound donde siempre hay un músico varado y un loquito que habla solo, y a los Eurolines con sus carreteras interminables y a los buses de Marruecos donde a uno el vecino lo despierta para compartirle lo que está comiendo.
A las bancas de parque y a la dormida en los aeropuertos.
A los templos en India donde, me han contado, no le niegan un plato de arroz y un techo a cualquier zarrapastroso que llega y a los viajes donde uno se sostiene a punta de chocoramo y yogurth en bolsa como en otra época san Kerouac se mantenía con helado y torta de manzana.
Y a los viajes con los hongos que crecen entre la caca de vaca en la Mesa de Los Santos, tan zarrapastrosos al lado de las drogas de diseño.
Tan sabios.
Señor vicepresidente, qué lastima que pese a su origen humilde que usted ha tenido la humildad de recalcarnos, se le haya olvidado que viajando en clase zarrapastrosa es que puede verse el mundo. Que en los hoteles de cinco estrellas y las clases ejecutivas, businnes, silver, golden, platinum y VIP lo que hay son espejos, donde uno no se vé más que a sí mismo y a pesar de no haberse movido un centímetro tiene la tentación de decir « Qué lejos he llegado ».

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