Tenis al revés

Publicado el @JuanDiegoR

Los efectos del ping-pong

Ahora en la redacción de El Espectador hay una mesa de Ping-Pong. ¡Gracias, Dios! Unos cuantos ya hicieron de esa mesa su más preciada adicción y yo estoy como para rehabilitación. Tanto que pusieron un cartel en el que se ve mi foto y se lee: “Se prohíbe que esta persona haga uso de la mesa”. Pero es que es lo más cerca al tenis, no puedo evitarlo.

Siempre he encontrado el Ping-Pong muy emocionante. No sé si es el sonido de la pelota o verles las caras a los espectadores que voltean sus rostros cada segundo para seguirle la pista a un punto. En los sitios de los torneos de tenis que yo jugaba antes, siempre había una mesita de aquellas. Pero mi entrenador me prohibía practicar porque si uno juega demasiado-dicen- puede afectar a la hora de jugar tenis.

En Ping-Pong se requiere usar mucho la muñeca para conseguir efectos de esos que hacen los ‘oji-rasgados’. En tenis se necesita un poco más de rigidez en la empuñadura para que el golpe sea más macizo. Los estilos, además, son diferentes, así yo siga jugando Ping-Pong como tenis: pegando revés a dos manos, tirando drops y tratando de hacer Willis. Qué papelón. Son deportes familiares pero no del todo compatibles. No creo que el tenismesista sea igual de bueno en tenis y viceversa, como lo piensan muchos. Se suelen subestimar bastante entre ambas disciplinas.

El tema es que en los torneos yo me escapaba a jugar Ping-Pong y luego quedaba listo para tocar maracas. No para jugar un partido de tenis. Éramos recursivos, sin embargo, para que eso no pasara. Uno que otro jugaba con la mano menos hábil para no perder el tacto en la otra. Otros, como yo, jugábamos con la mano o le pegábamos a la pelota con un pedazo de madera o con unas placas (trofeos) que descolgábamos de las paredes de las sedes administrativas.

Jugábamos mosca: unos cuatro o más jugadores por cada lado de la mesa en una fila y sólo dos raquetas (El carrusel del Ping-Pong, lo bautizarían los medios aquí en Colombia). El primero de la línea pega una bola, deja la raqueta sobre la mesa, pasa rápidamente al último lugar de la fila del otro lado y así sucesivamente. Era la diversión de la época.

Ahora es Ping-Pong en mocasines. Más oficinesco. Aunque espero que, por el bien del corazón de nuestro querido director, tanta muñeca para buscar efectos no nos perjudique a la hora de teclear.

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