Alejandro Pinto

Publicado el Alejandro Pinto

Feria del libro: entre el dolor y el placer

Feria del libro: entre el dolor y el placer

Desde mi infancia he sido un amante de los libros. Así como acumulaba carritos o soldaditos de plástico, acumulaba libros. Mi primer libro grande fue Viaje al centro de la tierra, que me regaló mi tío Alejandro cuando cumplí ocho años y que aun conservo para que mi hija lo lea muy pronto.

Leí todos los libros clásicos de aventuras para niños y jóvenes. Mi papá se encargó de nutrir mi biblioteca y con ella reforzó mi gusto por los libros. En el colegio teníamos una biblioteca con una gran oferta, además de una sala de lectura en la que solía refugiarme con otros ratones de biblioteca y aspirantes a intelectualoides a leer y escribir.

Lo hermoso de esos años de juventud es que la osadía le permite a uno cometer poemas, cuentos y hasta obras de teatro. La valentía de quienes finalmente se convierten en escritores es que logran convertir esa osadía de adolescentes en una urgencia de adultos, y entonces escribir sigue siendo la única salida para sobrevivir; los cobardes nos quedamos con el escape de la lectura.

Aquellos años de juventud los pasé entre libros y cuadernos de notas, y en la universidad los adobé con café, cigarrillo y todos los sitios de bohemia a los que podía llegar en La Candelaria. Y por supuesto, en aquella época la panacea del espíritu lector era la feria del libro.

Cuando empecé a ir a las primeras ferias del libro, lo hacía con el bolsillo roto del estudiante. Si tenía para pagar la entrada, era poco lo que quedaba para darse algún gusto. Era la época en que las compras se hacían en los libreros de la 19, donde las segundas eran buenas pero los títulos poco novedosos.

Fueron los años de leerse todo Kundera, de ahogarse con asombro en Umberto Eco, y pos supuesto de todos los clásicos latinoamericanos con quienes tratábamos de consolidar nuestra identidad cultural. Era la época en que la biblioteca personal se nutría de las ediciones de bolsillo.

Ir a la Feria del Libro era como ir con cinturón de castidad al paraíso de las 11.000 vírgenes. Tal vez me faltó haberme inmolado previamente para poder acceder a las delicias. Libros de todo tipo, nuevos, de los autores que difícilmente se conseguían en librerías diferentes a la Lerner o la Buchholz. Uno caminaba y caminaba durante el día entre ese enorme laberinto, sin llevar el hilo de Ariadna porque el objetivo era perderse para siempre.

Feria del libro: entre el dolor y el placer

Después llegaron los años de suficiencia económica. Ya puedo ir a la Feria no solamente a comprar lo que encuentre interesante, sino también a comprarle libros a mi hija o a mi esposa. Pero también llegó el tiempo de la selectividad en lecturas, en autores y títulos, y el sinsabor de la decepción porque la Feria no es el lugar para las compras.

Nuestra Feria del Libro es, en su mayor parte, una representación de las librerías de cadena que se dedican a las novedades y las ventas masivas, y poco ofrecen de libros de nicho. En la era de las redes sociales vemos pasar títulos y títulos que ofrecen en La casa del libro o en Atenea, y que nunca llegarán a estas latitudes. O en sellos como Crítica, Prometeo, Icaria, Palabras Aladas, Obelisco y cientos más que nadie distribuye en Colombia por su supuesto bajo volumen de ventas.

Para los lectores la Feria ofrece lo mismo que encontramos en las librerías. La única ventaja es tenerlos a todos en un solo sitio. Eventualmente algunas ofrecen descuentos, pero no son económicamente representativos. Sería muy interesante que invitaran editoriales que no tiene presencia en el país, para que además conozcan el mercado y encuentren distribuidores con los cuales mejoren la oferta editorial en Colombia.

Para el sector profesional editorial tampoco es una feria relevante. Los invitados profesionales no permiten hacer negocios interesantes como los que se pueden hacer en Frankfurt, Guadalajara o Buenos Aires. No hemos logrado consolidar la nuestra como una feria de interés, tal vez como un reflejo de un mercado cuya demanda no logra crecer al ritmo de muchos otros países.

Finalmente, para la academia tampoco es una Feria que genere espacios de interés. Este año la presencia de Svetlana Aleksiévich generó un interés particular, pero el resto de eventos no movieron el suficiente público para que los expositores sintieran la satisfacción de tener un auditorio respetable. Creo que la estrategia de comunicación debe fortalecerse, pero la generación de espacio y contenidos debe reorientarse. Afortunadamento los países invitados han mejorado mucho en sus propuestas culturales.

Que el principal fenómeno en público haya sido un youtuber, que no es un fenómeno literario sino mediático, deja mucho espacio para reflexionar sobre las propuestas que le estamos haciendo a nuestros jóvenes. Según palabras del mismo Presidente de la Cámara Colombiana del Libro, una situación de afluencia de público como la vivida el fin de semana con Germán Garmedia, solo es comparable a la que se vivió hace varios años con Chespirito. Ya con esa comparación queda todo dicho.

Ojalá la Cámara Colombiana del Libro, los libreros y Corferias renueven la propuesta de la Feria para próximos años: Traer editores que no tiene presencia en el país; tener mayor número de novedades y lanzamientos; promover autores nuevos; promover más a los libreros independientes; jornadas académicas para el público general; que la boleta sea un bono redimible en cualquier stand; y un sinfín de ideas que podrían ayudar a hacer de nuestra feria una jornada más satisfactoria para todos. El que la Feria del Libro sea de las ferias más grandes de Colombia no significa que sea excelente o que no pueda mejorar.

Ernesto Camacho Balbrink

Bloguero invitado Librotk Digital, lector, escritor, viajero de la vida sin destino conocido, porque lo importante es el camino, sin importar a donde nos lleve.

Sitio web: viajerodestino.blogspot.com
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