Alejandro Pinto

Publicado el Alejandro Pinto

FILBo: explosión de una crisis contenida

Feria del Libro: explosión de una crisis contenida

Mauro Vargas (bloguero invitado Librotk Digital)

El sábado salí de la FILBO invadido por una profunda decepción. Los libros que compré no fueron suficientes para ‘paliar’ el sin sabor. Sentí la ‘desidia’ y el desinterés de los organizadores hacia aquellos que conforman el espíritu y sentido de la feria: autores y expositores.

10 de la mañana. Me dirigí a uno de los tantos eventos que comenzaban la jornada, al fondo, en los salones de Ecopetrol. Solo estaban los expositores y autores esperando a su público, además de las señoras que terminaban de aspirar el suelo ‘entapetado’. A través de los ventanales se divisaba una parte de aquellas filas interminables que rodeaban Corferias. El panorama auguraba lo inevitable: pasó una hora y nadie llegó a los eventos que allí se realizarían. Los expositores tuvieron que recoger sus publicaciones y regresar a sus respectivos ‘stands’ para dar paso a otros eventos que atravesarían por la misma vaciedad.

A las doce del día, asistí a una lectura poética. Los minutos pasaron veloces, acentuando la inasistencia. Media hora después, el evento tuvo que arrancar. Me sentí mal. Era un espacio dispuesto para cien personas, quizás un poquito más. La editora presentaría a dos poetas, pero solo llegó uno. El otro poeta no pudo entrar. La audiencia: nueve en total.

Sí, he de decir que el caos que generó la firma de libros de Germán Garmendia fue una enorme mancha en el programa. Las boletas se agotaron, la impaciencia se apoderó de quienes no pudieron ingresar, la intervención de la policía fue inesperada y vergonzosa, y la enorme fila —la más larga que he visto en mi vida para un autor entre comillas— fue absurda. Caminar por los pabellones resultaba más cómodo que ir por los exteriores. Era obvio: la feria se redujo al youtuber chileno y un montón de escritores más, perdidos en el ‘maremágnum’ adolescente.

Sin embargo, no culpo a Garmendia. No lo señalaré. No soy quién para hacerlo. La gente, en innumerables comentarios llenos de indignación, ya lo ha ‘vilipendiado’ y defendido. Cada cual tendrá sus razones. Diré, más bien, que ese caótico evento me abrió los ojos. Lo de Garmendia será tan fugaz como su propuesta mediática. La feria seguirá su curso. Me preocupa, sin embargo, advertir asuntos más preocupantes que subyacen en la FILBo.

Los autores de renombre, los que llaman grandes audiencias, tienen el prime time de la tarde, mientras los más pequeños están relegados a las primeras horas de la mañana o de la noche. Esa disposición tiene su lógica, y teniéndolo en cuenta, es inadmisible que los primeros eventos del día se hagan a la par de la apertura al público. Con la situación del 23 de abril, era de prever que nadie alcanzaría a llegar a cada evento. En alguna parte de esas enormes filas pudieron haber estado, fácilmente, diez asistentes a uno de esos eventos tempranos, pero no iban a alcanzar a entrar. Sería imposible. Y los expositores están maniatados, pues no pueden escoger la hora para sus eventos, ni siquiera sugerirla.

Y luego, la desazón en la lectura poética fue reveladora. El poeta, trepado en el escenario, leyendo sus poemas con efervescencia ante un público minúsculo. Yo, que no soy amigo de esas lecturas ni de la poesía, vi captada mi atención y emoción. El poeta se embriagó de sus versos y leyó como si estuviera ante cientos de personas, pero con todo eso, el espacio se lo tragó entero. Entonces me di cuenta de que hay un desconocimiento total hacia lo que se hace en esos salones literarios. La poesía no está hecha para esos enormes cubículos, espacios impersonales, frívolos, distantes, ignorantes de lo que sucede, hora tras hora, dentro de sus cuatro paneles. No sé hasta qué punto los organizadores son conscientes de qué se está llevando a cabo en determinado lugar. Parece que no les importara. Imaginé, idílicamente, un sitio destinado para los asuntos de la poesía, mucho más pequeño y reservado, consciente de la estrechez y selectividad de su público. Y otro aparte, destinado para las novelas, otro para los cómics y otros para el periodismo.

Un amigo me compartió un informe que apareció en la fanpage de la feria del libro, en donde se hablaba de los resultados del día. Con total descaro, hablan de los 152 eventos programados, se enorgullecen de alcanzar su aforo de máximo cincuenta mil personas y se vanaglorian de agotar boletería al mediodía, rematando con una mentira descarada: “La FILBo registra así una jornada de lleno total en la cual la totalidad de eventos programados registraron una asistencia masiva.”.

No hay nada meritorio allí. No por las razones correctas. ¿De qué sirven 152 eventos de los cuales, la mayoría, solo vieron sillas vacías? En menos de tres horas presencié ese panorama tan desalentador. Esas estadísticas son palabrería. Es como hablar de los kilómetros que un jugador corrió en el campo de juego, sabiendo que no metió ni un gol y mucho menos hizo un pase afortunado. La boletería se agotó por un único evento, privando de la entrada —según leí en bastantes comentarios— a gente que iba a otras cosas diferentes. Y los pabellones, para ser un sábado, estaban desiertos.

Es claro que la logística falló: los anuncios de los eventos por los altavoces se intercalaban con niños perdidos a cada momento. El colapso fue total. Pero todo eso tiene solución. Las otras fallas —la indiferencia, la sensación de que poco importa lo que se haga en los espacios de los expositores—, sin embargo, necesitan de la sensibilidad con la que se disfruta de la literatura. Una sensibilidad que no está allí.

Sabemos el poder y la importancia de la literatura, pero deberíamos dejar de ignorar que ella necesita siempre un empujón para potenciar la experiencia; un empujón que en la FILBo es insignificante para la gran mayoría.

Mauro Vargas

Bloguero Invitado Librotk Digital. Egresado del programa de Estudios Literarios de la Universidad Autónoma de Colombia. Fanático del género de horror desde siempre. Editor y redactor de Léase a plena noche, portal sobre literatura y cine de terror, con especial interés en la escena local.

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*Fotografía: elespectador.com.

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