Su Nombre es Mauricio

Publicado el Mi nombre es Marcela

…Y al final los sueños se hicieron realidad…

…Y al final los sueños se hicieron realidad…

….»¿Cómo así que ustedes no han ido a Disney World?» Esa pregunta nos la hicieron no una ni dos ni tres veces, fueron miles de veces y la respuesta siempre fue un conjunto de oraciones que recitábamos como una lora mojada: » Esperando que Mauricio madure un poco más para que disfrute los parques, además que no esté muy caliente el clima y BLA BLA BLA». Pero hoy les voy a decir la verdad a calzón quita’o, ese repertorio era puro y físico PÁNICO, si pánico. Ustedes dirán: ¿Por qué? Imaginen ustedes un niño de 11 años y 70 kilos de peso haciendo un berrinche monumental porque quiere a Mickey Mouse solo para él o porque lleva una hora haciendo fila para montar alguna atracción y se le acabó la paciencia. Espero que lo hayan imaginado con halada de pelo, patadas, aruñadas y demás porque así más o menos sería.

Pero como no hay día que no llegue ni plazo que no se venza, pues llegó la hora de enfrentarlo. Un día cualquiera los abuelos paternos de Dhavid y Mauricio llaman a invitarlos, a ellos solos, sin mí, al Crucero de la Disney, a lo que mi respuesta fue: Dhavid sí pero Mauricio no. El no como respuesta para Mauricio se debe a que los abuelos y a la familia cercana se les ha dificultado la idea de tener un nieto o sobrino con necesidades especiales. Como ejemplo, solo el papá, el hermanito y yo sabemos lenguaje de señas, que es la única manera en que él deja saber sus necesidades, entonces, ¿imaginan a Mauricio diciéndoles a los abuelitos algo y ellos sin entender? Muy complicada la cosa, y si Dhavid iba a estar pendiente de Mauricio, ¿donde quedaba el paseo de él?
Gracias a interrogantes como estos tomamos una decisión: Nos vamos con Mauricio para Disney World mientras Dhavid está en el crucero con los abuelitos.

Cada día que pasaba crecía la ansiedad y la incertidumbre de cómo se iba a portar Mauricio por encima de la alegría de que él conociera a Mickey Mouse.

A escondidas de Mauricio empaqué la maleta, porque si le contábamos para dónde íbamos, literalmente nos volvería locos preguntándonos cada segundo que si íbamos a ver a Mickey. Nos montamos en el carro y solo se le dijo a él que íbamos a comer. Después de un rato volvió a preguntar y se le repitió lo mismo hasta que con el ojo de águila que tiene vio un aviso gigante que decía: «Welcome to Disney World » y vio a su estrella favorita Mickey Mouse y el resto del combo dándole la bienvenida. Les juro que la cara de Mauricio se transformó, él no la creía, sus ojos brillaban, no paraba de sonreír, aplaudía, brincaba en la silla del carro. Yo nunca lo había visto así, cosa que me preocupó porque situaciones como esas pueden terminar en una convulsión, pero después del ojo afuera, no hay Santa Lucía que valga, ya estábamos allá y él lo sabía.

Hicimos el registro en el hotel, dejamos las maletas y nos fuimos para Downtown Disney a comer. Él no quería nada, tan solo ver a su Mickey Mouse. Le compramos unas orejas de ratón, que por supuesto no se quiso volver a quitar, y preguntó como 84762514253657890987655 veces dónde está el ratón. Ya quisiera yo que me llevaran de sorpresa a conocer a el bizcocho de Adam Levine, pero como eso no va a pasar, me tocó conformarme con Mickey Mouse y las princesas.

Al día siguiente era el gran día, la ida al parque. Lo desperté muy temprano. Apenas abrió el ojo y le dije que íbamos a ver a Mickey, por primera vez se bañó sin refunfuñar y estuvo listo en un parpadeo. Su emoción creció aún más cuando se dio cuenta que montaría en bus hasta el parque. Yo detesto los buses pero el paseo era de él y pues no había opción. Al llegar allá había que tomar un tren hasta la entrada del parque, cosa que Mauricio no podía creer que fuera cierta.

Entramos y nos fuimos directamente para la oficina de servicio al cliente para pedir un pase especial para personas con necesidades especiales que les da acceso a las filas rápidas. #FACT.

Mauricio parecía otro, sus ojos seguían brillando y estaba en una calma nunca antes vista por nosotros. Tanto el papá como yo estábamos muy preocupados pero respiramos profundo y empezamos nuestra aventura de la mano de él.

Llegó la hora de ver a Mickey bailando en el castillo de Cenicienta. Éramos los primeros y no sabíamos cuál de los tres estaba chorreando más babas. Mauricio estaba viendo con sus propios ojos lo que tantas veces vio en YouTube. Seguimos nuestro recorrido y montamos en cuanta cosa iba apareciendo en el camino y a medida que avanzábamos nuestros miedos se iban disipando.

Estuvimos en el parque hasta que lo cerraron y cuando íbamos de regreso al hotel en el ferri nos miramos y comprobamos que tanto los sueños de Mauricio como los de nosotros se hicieron realidad.
MEESKA MOOSKA MICKEY MOUSE!!!!!!

(El video que acompaña esta vez mi nueva historia lo hice con pedacitos de todo lo que se pudo captar a través del lente de la cámara, un abrazo)

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