Para la mujer de Occidente, incluyendo Latinoamérica, quienes nacieron en las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XXI, la vida significó un punto de inflexión entre dos mundos. Por un lado, crecieron en familias que mostraban la vida a través del lente de una maternidad hogareña y cristiana, y por el otro, se enfrentaron al nuevo escenario de tener derechos para educarse profesionalmente y votar. Ha sido la doble identidad que podían afrontar madres como la mía, ser mamá y al mismo tiempo ingeniera.

Dedico este sentido y amoroso mensaje a mi madre, quien celebrando una nueva década en este planeta, me recuerda la posibilidad de lo imaginable. Mi mamá, como la mayoría de sus contemporáneas, fueron criadas por madres que mayormente podían dar ejemplo de una vida dependiente de sus esposos, hijos y la guía cristiana. Sin embargo, surgió un chance adicional, podían ir a las universidades y competir en un espacio laboral dominado por hombres. Esta combinación de posibilidades, le permitió a mi madre tener dos identidades, y/o responsabilidades, ser madre y graduarse como profesional en Ingeniería de Alimentos de la universidad Jorge Tadeo Lozano en Bogotá. Nada fácil, alcanzar las expectativas de una sociedad conservadora y moralista, y poseer la libertad de trabajar para lograr una independencia que el género desconocía durante los últimos siglos.

Con los años, he comprendido lo complejo que es ser mamá e ingeniera al mismo tiempo, pues muchas veces extrañé la presencia de mi mamá en Casa cuando tenía que trabajar durante largas horas. Mi mamá corría entre las obligaciones de su trabajo como emprendedora, y empleada al principio, y los compromisos con sus tres hijos. La libertad cuesta, soy consciente de lo difícil que es satisfacer las expectativas de nuestro alrededor, y también perseguir los propios sueños. Mi mamá logró cumplir sus sueños como  ingeniera, ser una madre amorosa, y no perder contacto con las tradiciones cristianas que aprendió de mi abuela.

De mi mamá aprendí que los sueños se pueden cumplir si se cree con fuerza y se trabaja con perseverancia. La hija de una ama de casa boyacense, logró ser madre de tres hijos y liderar una empresa con cerca de 100 empleos directos en Cúcuta, una de las ciudades con la tasa de desempleo más alta de Colombia. Ella me mostró que es posible vivir con las responsabilidades que nos conectan a nuestro pasado, y construir la realidad que imaginamos ante las circunstancias que se presentan a la fecha de ser humanos. Mi mamá es una mujer valerosa que lidera e inspira, ella no se rinde ante la adversidad del doble esfuerzo. Tener dos trabajos, y tener dos identidades, ser mamá e ingeniera fue un sueño hecho realidad.

Celebrando la sexagésima vuelta al Sol de mi mamá, Ángela Pérez Russi, agradezco los años compartidos y por venir. Su compañía es ejemplo para demostrar la bella convergencia del amor por la familia, sus tradiciones, y los anhelos de un futuro que nos entregue libertad. La libertad de reconocer la historia que nos tocó vivir, y la posibilidad de transformarla.

Deseo que la voluntad y amor de mi mamá esté siempre en lo mas profundo de mi ser, para que nunca se me olvide el maravilloso contraste de la vida, aceptar nuestra existencia con amor, y vivir el impulso de reconstruir la realidad que se nos presenta como obvia.

Feliz cumpleaños a mi mamá ingeniera,

 

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