Solteras DeBotas

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¿Por qué son tan excitantes los quickies o rapiditos?

Escena de Emmanuele 1974

Él era surfista, atlético, de espalda ancha, cabello rubio quemado por el sol y con cierto aire al Patrick Swayze de la versión noventera de Point Break, demasiado surreal para ser cierto, pero perfecto para las vacaciones, justo esa vitamina D que unos días antes me había recetado el doctor.

Jamás lo volví a ver, sin embargo aún recuerdo su olor a aceite de jojoba y ese encuentro fugaz detrás de unas palmeras que nos ocultaban del ruido y de la gente, nos ocultaban, pero no lo suficiente pues corríamos el riesgo de ser descubiertos ya que era verano y muchos turistas visitaban la playa, que por cierto se encontraba a tope. Esto lo hizo más excitante, como un shot de adrenalina, ya que las ganas no podían esperar hasta llegar a mi distante cuarto de hotel. Ni la arena, ni la superficie áspera de la palmera fueron problema, mi bikini y su agilidad hicieron fácil la cosa, fue intenso, fue rápido y muy placentero.

Aunque soy defensora del “Slow Sex”, reconozco que los “quickies” tienen su encanto, porque a veces no te los esperas, porque se dan en lugares diferentes a la cama, porque el tipo te gusta demasiado, porque no hay tiempo, y este se debe invertir de manera preciosa, así que los minutos no dan para quitarse la ropa y los amantes creativos deben buscar la forma de unir sus cuerpos sin quedar desnudos. Son fuertes, intensos y se usan palabras rudas, porque quieres devorarte al sujeto, mientras al otro lado de la muralla el resto del mundo sigue con su vida.

No hay preámbulo, ni calentamiento, porque el deseo es tan fuerte que ya hizo su parte, tal vez habrá orgasmo, tal vez no, pero ese no es el objetivo final de un rapidito, la excitación es el premio para quienes les gusta correr riesgos. Quizás vuelen un par de botones y se rompan las medias veladas, quizás aparezca uno que otro moretón y te duela alguna parte del cuerpo después de haber realizado una pose exótica, digna de contorsionista del circo del sol. Tal vez debas taparle la boca o él deba tapártela a ti, para que no se escape un gemido que los delate, no obstante es imposible apagar la respiración agitada y esas miradas llenas de vértigo.

Y los rapiditos no solo son con el sujeto sexi que se te apareció alguna vez, también son la mejor manera de quemar energía con la pareja, de sentirse otra vez adolescentes, de agitar el corazón, de matar el tedio, de quitar el mal humor, de experimentar cierta locura temporal cuando empiezan a tocarse debajo de la mesa, para luego huir descaradamente y hacerlo con frenesí en el baño social de aquella casona antigua de la tía abuela, en plena fiesta familiar.

Son excitantes porque la fantasía es su principal motor, porque antes que suceda ya te has imaginado de todo, porque crees que te van a descubrir, porque no sabes si volverá a suceder, porque es aquí y ahora, no hay pasado que perturbe ni futuro que se anhele, tu mente y tu cuerpo están enfocados en el momento del disfrute, no piensas en que tienes gorditos o en la cuenta de la luz que no pagaste, porque es la gran oportunidad de darse placer sin pausa, y como debería ser todo lo que uno hace en esta vida, con intensidad.

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Imagen de la película Emmanuelle… un clásico 

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