Solteras DeBotas

Publicado el Solteras DeBotas

Cansada y con ganas de mandar todo al carajo

amalie

Me encantan los desafíos pero tengo la mala manía de no saber decir no, así que esto me ha llevado al punto de saturarme con tareas, compromisos, presiones y más presiones. Pues mi excesivo empeño me impulsa a querer solucionarlo todo, a hacerlo muy bien y además muy rápido, como si estuviera en una reñida competencia por ser la más eficiente de la ciudad, del país, del mundo o tal vez de la galaxia. Lo sé, es algo ridículo y creo que algún día me van a llamar de la AMIT (Asociación de Mujeres Intensas y Trabajólicas) para decirme que me gané una medalla de oro.

A veces me apasiono con ciertas actividades, al punto de dedicarles muchas horas, hablo de ellas hasta agotar las palabras, a veces las sueño, las veo en todas partes y las engullo como manjar divino en la cena. Soy de las que no se queda tranquila hasta que el resultado sea del agrado de mi exigente ego o roce tímidamente con la perfección. Al final lo divertido se termina convirtiendo en trabajo, por ese vicio de permear con gran rigor cada detalle, como si no tuviera derecho a relajarme o a ser promedio.

Un día me convertí en la indicada para ejecutar proyectos de grande, mediana y pequeña envergadura, como si no tuviera nada más que hacer en la vida que trabajar, como si fuera la versión humana del conejito de Energizer,  o la mujer maravilla con acento costeño. Hasta que por fin entendí, que más bien era una pendeja y que me había cargado de tantas responsabilidades que ahora sentía demasiado peso sobre mis aporreados hombros.

Y si, acepto que la culpa es mía y de mi voluntad de puta que es incapaz de negarse a los chocolates y a los retos. Por eso cuando vi que mi agenda estaba tan llena de los sueños y metas de otros, que ya no quedaba tiempo para mí misma, entonces entendí que debía parar.

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Amo mi blog porque es el proyecto que surgió como un ave fénix de las historias cenicientas de mi corazón. Sin embargo, también se ha visto afectado por mi hastío pues me he sentido presionada y la inspiración no me fluye como quisiera. Confieso que en ocasiones extraño aquellas esas épocas en donde solo escribía para mí y sin apremios, donde no me inquietaban los excesos de comas o las palabras inventadas, donde todo era un estallido de emociones sin corrección de estilo. Cuando no recibía insultos sexistas o cuando no sentía el compromiso por decir algo sensato. A veces extraño ser aquella desconocida que gozaba de la tranquilidad del anonimato y lo cierto es que debajo de la súperheroína que creé, se encuentra una mujer de carne y hueso, una Valeria muy fatigada que necesita de manera urgente unas vacaciones.

En días pasados, en medio de un té de manzanilla y unas cuantas gotas de passiflora, conversé con alguien que bien podría ser mi yo del futuro, la voz de la experiencia, o mi hada madrina anti-stress. Este personaje me dejó en la cabeza ciertas palabras inquietantes, filosas como cuchillos y que lentamente fueron transformándose en preguntas ¿Para qué trabajar tanto? ¿Para qué desgastarse?, ¿Para qué tanto acelere? ¿Por qué molestarse en complacer a otros?…eso no es vida.

Y luego concluí, que era necesario realizar una pausa y que debía dejarlo claro, sin derecho a interpretaciones. Así que me coloqué en la frente un letrero brillante y escandaloso con el famoso texto de “No molestar”. Por mi salud física y mental, tomé la decisión de soltar algunas tareas, de liberar pesos y de realizar la famosa terapia de mandar a la mierda. Me aburrí de la gente con visión de rayos X para ver los errores de los demás pero incapaz de ver sus propias faltas, me aburrí de la gente con egos gigantes y diminuto sentido del humor, de la gente que habla mucho y no hace nada. Pero sobre todo me hastié de mi misma, por echarles la culpa a los otros, cuando he sido yo la que percibe todo desde el cristal de las emociones.

Me cansé y nadie puede, ni tiene que reprocharme por ello, el revelar mi situación no me hace una mujer débil sino muy real. Y siento que ya es momento que reciba ese precioso regalo llamado tiempo, que será utilizado para respirar, para meditar, para dormir, para leer, para hacer lo que hace rato no hago, como por ejemplo: saborear las cosas despacio. Tiempo para reconciliarme conmigo misma, para decir en voz alta “No voy a hacer absolutamente nada y me siento muy bien por ello”.

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P.D: Y como dice Terminator “I will be back” con las pilas recargadas.

 

Imágenes: Audrey Tautou en Amelie

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