El Hilo de Ariadna

Publicado el Berta Lucia Estrada Estrada

PALOMA VALENCIA VISTA POR GLORIA CEPEDA VARGAS

Nota: Publico el presente artículo con la autorización escrita de su autora, la caucana Gloria Cepeda Vargas. Ojalá Paloma Valencia sea capaz de reflexionar sobre sus palabras. Nunca es tarde para corregir errores; y sobre todo nunca es tarde para comenzar a entender el rol histórico que ha incidido en posturas tan racistas como la suya. De pronto si leyera a Matilde Espinosa le sería más fácil acercarse a la verdadera tragedia de su región.
Por otra parte, es una verdadera calamidad que personas como la susodicha Paloma, que carecen de todo sentido social, histórico y moral, que desconocen la sociología o la antropología cultural, o que no saben nada de historia del arte precolombino, estén sentadas en el Congreso de la República. En todo caso no me representa ni me representará jamás; a no ser que definitivamente comience a entender que está en el lugar equivocado y que debe prepararse mucho más, y sobre todo madurar intelectualmente.

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LA VOZ DE LA CONCIENCIA
por Gloria Cepeda Vargas
La voz de la conciencia, sí combatientes y combatientas, como diría nuestro vecino. Es un orgullo patrio comprobar la altura en que se mueve nuestro lenguaje y fosforece nuestro pensamiento. Doña Paloma Valencia, inquilina del parlamento colombiano, aria de pura cepa cuyo linaje “sin romperse ni mancharse” reta a tirios y troyanos, acaba de conmovernos con una de las propuestas más brillantes de nuestra historia: reducir tierra, aguas, cordilleras, tradiciones, consejas y demás pequeñeces que conforman el Departamento del Cauca a un retal minusválido para rasgarlo en dos porciones: una indígena para que ellos hagan sus paros, sus manifestaciones y sus invasiones y uno con vocación de desarrollo donde podamos tener vías, se promueva la inversión y haya empleos dignos para los caucanos. Es decir, una para los insaciables indios y otra para los mestizos que hoy languidecen en despojo impune, bajo flechas y anacos invasores.
Es la voz de la conciencia católica, apostólica y… caucana. Uno más de los trompicones supérstites que nos rondan con absoluta desvergüenza en un mundo que ya debería haber aprendido a actuar como un adulto.
¿Qué agenda pre colonial, cruza en litera por los hemisferios cerebrales de la representante Paloma Valencia? ¿Acaso su archivo pensante se resiste a dar el salto anclado como un galeón desvencijado?
Lo grave de todo este sainete no es la propuesta de la honorable, al fin y al cabo cada quien tiene derecho a su propio streap tease. Lo lamentable es que estas sugerencias, apolilladas e infantilmente extemporáneas, salgan de labios que desde tiempos inmemoriales, se arrogaron el derecho de hablar por nosotros.
Los satélites de Uribe se especializan en inaugurar frases inmortales. María Fernanda Cabal, otra de las ungidas, mandó al infierno bien acompañado a Gabriel García Márquez cuando éste acababa de exhalar el último suspiro. ¿Por qué la conspicua integrante del rebaño uribista, realizó un acto de tan elocuente mala educación cuando ya el difunto no podía revirar? ¿Es tan profunda la marca impuesta por arrogancias y endogamias ancestrales que se sienten con derecho a pisar donde no deben?
La tenencia de la tierra es la manzana de la discordia en un país y sobre todo en un Departamento de profundas raíces campesinas como son Colombia y el Cauca. Quizá el desequilibrio empezó con despojos casi olvidados y se renovó con las desalmadas incursiones paramilitares y guerrilleras. Lo que vemos hoy en día es un conflicto tan complejo como desconocido. Hay razones válidas en ambas orillas pero habría que reconocer la fuente donde nació este río cada vez más caudaloso.
Por otro lado, no deberíamos conceder tanta importancia a desvaríos como estos. Las palabras perduran según y cómo sea la madera de que están hechas. Y éstas no son más que las alimentadoras de una hoguera de chamizas.
Y ahí vamos pataleando en una burbuja efímera. Por eso es tan mediocre el pulso de nuestras exigencias y la percepción de nuestros derechos. Por eso la fuerza bruta y el dinero, venga de donde viniere, son los dueños de la última palabra.
En vez de hablar presa de delirios febrífugos, doña Paloma debería concluir en que más grave que la ignorancia es el ridículo ya que denuncia lo peor que le puede suceder a un ser humano: el agotamiento de la dignidad.
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