República de colores

Publicado el colordecolombia

Fidel Cano apoya la posición de Luis Antonio ‘El Negro’ Robles frente a la muerte de Rafael Núñez (1894)

El cuatro veces elegido presidente de la república, Rafael Núñez, murió el 18 de septiembre de 1894 en Cartagena, siendo presidente titular, aunque gobernada en Bogotá el vicepresidente, Miguel Antonio Caro.

Transcurría sin paz política el periodo 1892-1898 (la Constitución de 1886 estableció presidencias de 6 años), y el liberalismo tenía solamente un representante en la Cámara, Luis Antonio Robles, aunque era “más de media nación”, como dijera Fidel Cano.

Dos días demoraron en llegar a Caro los telegramas con la noticia de la muerte del presidente. De inmediato, el vicepresidente dirigió al Congreso una comunicación de donde sacamos lo siguiente para contextualizar.

“En su larga carrera pública militó en diversos partidos políticos, pero nunca erró, y siempre fue el mismo en las cuestiones fundamentales”.

No opinaba así el radicalismo liberal, que consideraba a Núñez un traidor.

Cuentan los historiadores que en el trámite del proyecto de honores a Núñez un representante pronunció un discurso de rendida admiración al ‘Regenerador’ y que en seguida tomó la palabra Luis Antonio Robles.

Y lo que dijo dio lugar a una discusión que no termina. Hoy, 2012, publicamos el editorial al respecto de don Fidel Cano en El Espectador, pero queremos darle más elementos de juicio al lector.

En 1944 Indalecio Liévano, quien llegaría a ser Canciller, presentó su obra sobre Rafael Núñez. Según Alfonso López Michelsen, fue “el evento cultural del año”.

“Una pluma de insospechable estirpe liberal (…) hace una apología de la ‘bestia negra’ de los liberales”. “El revuelo fue inmenso”.

Y esa obra contiene esta descripción de lo que dijo Robles:

“(…) de los bancos de la diputación antioqueña, oscuro, erguido, exaltado, se levantó Robles, el diputado de color …”, citando Liévano a Tomás Rueda Vargas.

Y añade Liévano de su cuenta: “El rencoroso enemigo de Núñez no quiso desaprovechar esta solemne ocasión para hacer una diatriba más, aun cuando fuera sobre un cadáver que, cuando menos, imponía respeto a los espíritus dignos”.

¿Qué exactamente dijo Robles? Liévano no cita las palabras de Robles ni prensa que lo avale. Para Fidel Cano, Robles interpretó con “su habitual fidelidad el deber y el sentimiento de sus copartidarios, al no suscribir las expresiones de duelo …”.

Y señala: “estamos seguros de que su voto (negativo) ha sido tan firme cuanto moderada y respetuosamente dado”.

Liévano, como respondiendo a Fidel Cano, anota en un pie de página:

“No han faltado quienes afirmen que el voto negativo de Robles y la diatriba que lo precedió, fueron una justa manifestación de protesta contra el hombre que los liberales consideraban un ‘traidor’ a su causa”

En 1944, los lectores no creían que Robles hubiera hablado con respeto. Pero un joven magdalenense llegaría pocos años después a cursar Derecho en la Universidad Nacional , en Bogotá, y buscaría la verdad de esa acusación.

Ese joven, que llegaría a gobernar el Magdalena, como Robles, a ser magistrado de las altas cortes y a refrendar la Constitución de 1991 como secretario general de la Constituyente, traía desde el Colegio Celedón, de Santa Marta, la decisión de escribir una biografía de Robles.

Y en la investigación para escribirla encontró evidencia que corrobora lo que Fidel Cano presumió.

Primero, nuestro biógrafo de Robles, Jacobo Pérez Escobar, revisó el texto de Tomás Rueda Vargas, fuente de Indalecio Liévano, y rescató lo que no citó Liévano.

“Era elocuente sin tropicalismos. Combatió con vehemencia, uno a uno, todos los puntos enunciados por su contrario, y anunció su voto negativo al proyecto (…) en su discurso sentó Robles la tesis radical sobre la traición de Núñez …”.

Y segundo, consiguió el testimonio de un ciudadano con credibilidad, Octavio M. Gómez, que estuvo en las barras de la Cámara y oyó el debate parlamentario.

Gómez reconstruyó en síntesis el discurso de Robles y estampó esta conclusión:

“ (…) los cargos concretos que hizo el Dr. Robles al Dr. Rafael Núñez (…) pertenecen a la vida pública del último. Sobre su vida privada no dijo una palabra.

(…) en aquel debate no hubo palabras gruesas ni dardos envenenados. Eran dos caballeros los que contendían. Todo lo que se diga en contrario es inexacto.

En los numerosos oyentes había miembros de los dos partidos. Ambos oradores fueron aplaudidos al terminar sus discursos. Muestras de improbación no hubo para ninguno”.

Parece, realmente, un caso cerrado. Sin embargo, en 1970 un ilustre autor de la Historia extensa de Colombia repetía la acusación.

Tal vez porque nuestro joven biógrafo no publicó El negro Robles y su época, sino en el año 2005.

En el 2010, a sus 85 años, fue el orador en el descubrimiento de la placa en homenaje a Robles en la Universidad del Rosario, al lado de la de Uribe Uribe.

Para tener una idea del ambiente de 1894, piénsese que meses después se desató la «guerra civil de 1895» y que Miguel Antonio Caro desterró al ex presidente Santiago Pérez, pacifista, y cerraba y multaba periódicos por ser opositores.

Ahí va Robles, nacido en 1849, en la memoria de este país en el siglo XIX, aunque nunca tan popular como en su época. Daniel Mera Villamizar.

Duelo nacionalista

Por Fidel Cano. Editorial de El Espectador. Septiembre de 1894*.

“Bogotá, 22 de septiembre de 1894. Señor Fidel Cano. ‘La Patria’ multada en 200 pesos y suspendida indefinidamente por editorial muerte presidente titular.

Cámara contestó oficialmente mensaje sobre mismo asunto. Hubo acuerdo con mayoría diputación antioqueña. El mío, único voto negativo, en votación nominal. Luis A. Robles.

Medellín, 23 de septiembre de 1894. Doctor Luis A. Robles. Bogotá. El voto negativo de Ud. es la palabra de más de media nación.

Ante sepulcros se sacrifican pasiones, pero no principios ni verdad y justicia. Fidel Cano.

El partido liberal no puede asociarse en ninguna forma a las manifestaciones oficiales y particulares que se están haciendo para honrar la memoria del señor Núñez, ora sea éste considerado como conductor del opuesto bando, ora como jefe oficial de la nación.

El señor doctor Luis A. Robles, único representante de aquel partido en el Congreso de la República, ha interpretado con su habitual fidelidad el deber y el sentimiento de sus copartidarios, al no suscribir las expresiones de duelo dirigidas por la honorable Cámara de Representantes al señor Vicepresidente en ejercicio, con ocasión de la muerte del señor doctor Núñez.

Decimos que el doctor Robles ha sabido interpretar fielmente el deber y los sentimientos de los liberales, porque estamos seguros de que su voto ha sido tan firme cuanto moderada y respetuosamente dado.

Para mejor estimar la conducta del honorable representante doctor Robles en lo relativo al duelo de la Cámara por el fallecimiento del señor doctor Núñez y la segura adhesión del partido liberal colombiano a esa conducta, se debe tener en cuenta el modo como los representantes de la Nación han tenido a bien exponer sus sentimientos de dolor.

El duelo de la Cámara –duelo de partido- ha sido expresado claramente como tal; y además de eso, en él se les ha dado cabida a dos actos políticos de carácter muy ajeno al de la condolencia oficial, a un acuerdo de todas las fracciones conservadoras y al programa de esa coalición, programa no sólo abiertamente hostil al partido liberal –lo que no tiene nada de extraño- sino contrario también a grandes intereses de la República, tales como ayer no más lo entendían con los liberales millares de ciudadanos pertenecientes a otros partidos.

El doctor Robles no tenía por qué echarse a cuestas los pesares domésticos de un bando que no es el suyo, ni por qué sellar un pacto en que él no tomaba ni podía tomar participación, ni por qué suscribir un programa que no será jamás su programa.

Él, que no ha combatido por amor propio la obra del doctor Núñez, ni por amor propio ha procurado la reforma de las instituciones que nos rigen, no podía comprometerse a sacrificar en aras de la concordia nacionalista tal amor.

Los dos amores que alientan a Robles en la oposición que digna, sincera y lealmente viene haciendo al presente régimen -el amor a la patria y el amor a la causa liberal- no son para sacrificarlos en altar alguno, y menos, mucho menos, en el de la Regeneración, ara en que cada día es inmolado un derecho de los liberales o un principio cardinal de la República.

No puede nuestro partido tributarle honores al jefe de la Regeneración, porque es sinceramente como todo él estima funesto aquel sistema político y condena los medios empleados para hacerlo triunfar y mantenerlo en vigor.
Y no estamos obligados tampoco los liberales a llevar flores ni incienso al sepulcro del Magistrado, porque el señor doctor Núñez quiso ser, y fue en efecto, aun bajo el solio, jefe de un partido y no de la nación; puede decirse que murió pronunciando nuevas sentencias de perdurable proscripción contra nosotros y casi tan frescas, como el llanto de sus amigos por su muerte, está la hiel vertida por él sobre el partido liberal”.

*Tomado de Jacobo Pérez Escobar, El Negro Robles y su época. 2005.

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