Papeles Desordenados

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Saramago y el laberinto

Si me dijeran que es absurdo hablar
así de quien nunca existió,
respondería que tampoco tengo pruebas
de que Lisboa haya existido alguna vez,
o lo que yo escribo, o cualquier cosa,
sea la que fuere.
Pessoa

El 23 de marzo del año 2000, el diario italiano Corriere Della Sera publicó un artículo titulado ‘Saramago, en el laberinto de Borges’; un texto que recogía la noticia de una conferencia que Saramago dio en la Universidad de Bérgamo, en Lombardía, y cuyo tema era Jorge Luis Borges. La noticia también ofrecía, en italiano, una breve transcripción de algunas partes de la conferencia.

Al parecer, la primera vez que Saramago dio esa charla, cuyo título es ‘Algunas pruebas de la existencia real de Herbert Quain’, fue para rendir homenaje a la memoria de Borges en 1999, año del centenario de nacimiento del autor argentino, como consta en los registros de una fundación que lleva su nombre. Del mismo año data la circulación de unas preciosas monedas conmemorativas.

En todo caso, la conferencia generó cierto revuelo entre los entendidos de Borges. Prosigo a intentar explicar la razón: Herbert Quain es el nombre de un escritor mencionado en el relato Examen de la obra de Herbert Quain, que está incluido en el volumen Ficciones, publicado por Borges en 1944. En el relato, Borges cuenta que Quain ha muerto, y que es autor, entre otros títulos, de un libro llamado The God of the Labyrinth, pero no ofrece demasiados detalles.

En la literatura de Borges es natural que referencias a nombres, lugares, momentos y personas se disuelvan sin horizonte entre realidad y ficción. En el relato Pierre Menard, autor del Quijote (también incluido en Ficciones), por ejemplo, el protagonista es un poeta ficticio, antiguo amigo de Paul Valéry y autor de una monografía sobre George Boole, entre otras cosas. Se supone, por lo mismo, que Herbert Quain también fue una invención, otro de los cordiales engaños del poeta.

Sin embargo, ¿podría ser un error asumir que los personajes ‘creados’ por Borges son, en efecto, una invención, por el sólo hecho de que no haya evidencia concreta sobre su existencia? Quizá Saramago se hizo una pregunta simular.

En la conferencia ‘Algunas pruebas de la existencia real de Herbert Quain’, publicada originalmente en portugués, Saramago busca demostrar, a través de cierta lógica, que el autor de The God of the Labyrinth en efecto existió, y se apoya con fragmentos de una novela titulada El año de la muerte de Ricardo Reis, cuyo autor es el mismo José Saramago.

La primera escena de esta novela sucede en Río de Janeiro, y trata sobre el regreso a Portugal de Ricardo Reis, que es un heterónimo de Fernando Pessoa, debido a un telegrama enviado por Álvaro de Campos, que es un heterónimo de Fernando Pessoa, en el que se anuncia la muerte de Fernando Pessoa, sigiloso poeta portugués. En el libro, Ricardo Reis posee una copia de The God of the Labyrinth, de Herbert Quain, que extrajo de la biblioteca de un vapor inglés llamado Highland Brigade.

Saramago afirma que la existencia del libro de Quain en su novela es prueba suficiente de la existencia del escritor, puesto que Ricardo Reis tuvo el libro, así fuera en mitad de una historia ilusoria. Como si esto no bastara, Saramago agrega otro dato valioso: en algún momento de la novela, Reis ve a un infante y a una anciana, abrazándose, desde el vagón de un tren. Saramago confiesa que ese infante era él y que esa anciana era su abuela, en un día sin fecha de 1936. Aquí se activa el juego literario a que nos invita el portugués: si Ricardo Reis dice que vio a Saramago y a su abuela ese día, se tiene que concluir que Ricardo Reis existe, porque este vio a Saramago, y Saramango existe. Si Ricardo Reis existe, existe la copia de The God of The Labyrinht; si existe la copia, existe Herbert Quain. Punto.

“Si yo estaba donde Ricardo Reis dice que me vio, eso sólo puede significar que Ricardo Reis existió, efectivamente, en la ocasión en que yo estaba allí, efectivamente, aquel día. Salvo si gracias a las dudas sobre la existencia de Quain y Reis, comenzáramos también a tener dudas sobre mi propia existencia. Espero que no me obliguen a presentar pruebas de ella. Como quiera que sea, creo haber dejado claramente demostrado que hay, o por lo menos hubo, cuando yo tenía trece años, una relación directa y casi visceral entre Borges, Herbert Quain, Ricardo Reis y yo mismo.”, dice Saramango, cerca del final de la charla.

Estamos, por supuesto, frente a un ejercicio literario perfecto, que reúne el ingenio de dos inteligencias sin límite: Borges, por un lado, argentino con ancestros portugueses, nunca recibió el premio Nobel, lo cual acentuó su inmortalidad en la infinita memoria de los hombres. Se casó dos veces; la última con una mujer 38 años menor que él, con quien vivió hasta sus últimos días. Murió a los 83 años en Ginebra, completamente ciego.

Saramago, por el otro, fue portugués y su padre trabajó como policía en la Argentina. Recibió el premio Nobel en 1998, lo cual acentuó su inmortalidad en la infinita memoria de los hombres. Se casó dos veces; la última con una mujer 28 años menor que él, con quien vivió hasta sus últimos días. Murió a los 87 años en Lanzarote, después de dormir una noche tranquila. Escribió una novela en la que, eventualmente, todos van, vamos quedando, completamente ciegos.

Nota: el texto original de la conferencia ‘Algumas provas da existência real de Herbert Quain’ está disponible en el portal de la Fundación José Saramago, y puede ser consultado públicamente. Esta traducción no es oficial, y no busca más que la difusión en lengua castellana del contenido mencionado.

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