Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Una forma relajante de belleza: el canto de las aves

Cucarachero Flautista. Fotografía de Juán José Arango

La belleza para los oídos, en la naturaleza, la ofrece el canto de las aves. Cuando se estudia su canto nos vemos obligados a comparar lo que oímos con las cualidades que apreciamos en nuestras canciones, como la melodía y el ritmo. Es evidente que las aves cantan con distintos propósitos, y que el canto “significa” para las otras aves de la misma especie algo que ellas reconocen. Las canciones se pueden tomar como señales que deben ser entendidas. Los expertos dicen que el efecto de una señal en el receptor, no su estructura, revela su significado y su función. La música agrada a los humanos pues activa los centros de recompensa en la región mesolímbica, y esto se ha estudiado utilizando la resonancia magnética. En estudios con aves se ha demostrado que a las aves también se les activan los centros de recompensa y de disgusto: cuando las hembras del gorrión de garganta blanca (Zonotrichia albicollis) oyen al macho cantando, y están en un buen momento hormonal, se les activan los centros de placer; en cambio, a los machos se les activa la misma respuesta que a los humanos cuando escuchamos música que reportamos como desagradable. El hecho de que compartamos esas respuestas con las aves puede ser indicador de que el mecanismo es antiguo evolutivamente y que está diseñado para producir respuesta emocional. Los gorriones de garganta blanca cantan una canción que nos suena musical, con uso intensivo de notas sostenidas. Ambos sexos cantan para mantener las relaciones que les interesan, pero en la temporada reproductiva solo las hembras parecen disfrutar las canciones de los machos.

El canto de las aves ha sido estudiado con gran detalle, utilizando para ello el equipo electrónico más moderno y avanzado. El sonido surge de dos cavidades ubicadas encima de los bronquios, llamados siringes. Los canarios y otras aves pueden producir sonido en cada una de estas, y por separado, lo cual les permite hacer canciones a dos voces y con armonía.

La habilidad de cantar viene en tres modalidades: unas especies traen grabada la canción en el DNA, otras las aprenden y otras no solo las aprenden sino que crean variaciones. Algunas especies pueden aprender solo si lo hacen muy tempranamente en la vida; en cambio, otras aprenden también cuando están adultas, y no solo de los padres, como es lo usual, sino de vecinos coespecíficos y de extraños forasteros. En las especies que aprenden a cantar se ha observado que la calidad musical y la complejidad marchan paralelas con la maduración del animal, y crecen en la medida en que el ave tiene interacción con otras aves; además, el área del cerebro para el canto es de mayor tamaño. Existe una gran variedad en el repertorio: hay especies que repiten una sola canción toda la vida, mientras que otras saben hasta tres mil canciones. Algunas aves son serenateras, pues cantan solo por la noche, otras, prefieren el día. Cantar es una forma de mantener la unión con otras aves, de alejar otros machos de la misma especie del territorio, de seducir a las hembras y de adaptarse al medio acústico o entorno dónde se vive.

El estado hormonal de la hembra es definitivo en su respuesta emocional al canto del macho. Los machos cantan más que las hembras; incluso, hay especies cuyas hembras no cantan. Las hembras de los gorriones de zonotrichia (Zonotrichia capensis) responden a las canciones de cortejo solo si su estradiol plasmático está alto, o sea, si están lista para la reproducción. Los machos responden a la canción de cortejo cantando desaforadamente, compitiendo; y cantan más si sus niveles de testosterona son altos. Los machos de la reinita de Pensilvania (Setophaga pensylvanica) cantan canciones de batalla a las cuatro de la mañana, a veces hasta en grupos de más de veinte aves; cada pájaro hace una variación y antes del amanecer el concierto se trasforma, pues la intención de pelear y retar a los otros machos se convierte en la de seducir a las hembras. Para las aves, cantar es vital para su supervivencia y reproducción; para los humanos, la música la sentimos como vital, pero en realidad no sabemos el porqué. Sí sabemos que reduce el conflicto, que facilita el contacto social o acercamiento social y que las canciones de cuna calman a los niños. Aunque nunca he leído un estudio sobre el tema, me atrevería a afirmar que en la edad reproductiva, la música es más importante para los humanos, incluso lo es más en la adolescencia que en cualquiera otra etapa de la vida. La gente mayor, en promedio, prefiere el silencio.

El canto de las aves es en muchos casos creativo, cuando agregan fragmentos de la propia autoría que no se han aprendido a través de la copia. Ahora bien, cantar en dúo no es solo de humanos. Ambos sexos del alcaudón africano (Lanius senator) cantan en dúo; prefieren las combinaciones consonantes a las disonantes, y la estructura polifónica de sus cantos guarda una increíble similitud con los primeros intentos del arte de la polifonía. El musicólogo Joan Hall-Graggs (Thorpe, 1983), al referirse al pájaro campana de Etiopía (Procnias tricarunculatus), que canta en dueto antifonal con su pareja, escribe: “Parece que sus cantos contuviesen excesos armónicos; sin embargo, es la clase de armonía a la cual el hombre aspiró y en la cual, probablemente, Mozart alcanzó el pináculo”.

Las perdices, los búhos, los loros, y los charlatanes cimitarra (Schisticeps de Pomatorhinus) cantan coordinadamente en dueto. Copiar y hacer variaciones es común para el cuitlacoche rojizo (Toxostoma rufum), que sabe más de tres mil canciones. La campeona en imitación y variación es el ave lira soberbia (Menura novaehollandiae). Esta especie, originaria de Australia, no solo imita el canto de otras aves, sino también la alarma de un auto, el sonido de una cámara y hasta el de una motosierra.

En el canto de las aves hay belleza, sin duda. Como los humanos, estas prefieren la consonancia a la disonancia (aunque somos capaces de aprender a gustar de Schönberg y su música dodecafónica). Parece como si con los años y la práctica, el ave perfeccionara de acuerdo con ciertos patrones estéticos internos, en nada diferentes de nuestros patrones estéticos musicales, su ejecución musical, y que su canto se fuera acercando, con el ejercicio, a lo que los conocedores llaman música de calidad artística.

Hay otros animales que cantan, como las ballenas barbadas, cuyas canciones son bien musicales. Otros, como ranas, sapos, grillos y cigarras lo hacen, solo que a los humanos no nos parecen bellos sus cantos. Existe una buena razón, y es que los patrones temporales y las cualidades tonales del canto de los pájaros y de las ballenas son complejos y más interesantes técnicamente que los graznidos y otros sonidos de distintas especies.

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