El Hilo de Ariadna

Publicado el Berta Lucia Estrada Estrada

EL RACISMO COMO PRETEXTO DE PERSECUCIÓN

(El gueto de Varsovia)

 

El RACISMO Y LA HISTORIA*:

Según la definición del diccionario, racismo significa ‘Exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que en ocasiones ha motivado la persecución de otro grupo étnico considerado como inferior’.[1]Esta definición difiere ligeramente de otras en cuanto que hace explícita la palabra “persecución”. El racismo no es otra cosa que el arma más poderosa con la cual ha contado el hombre en el transcurso de la historia para poder perseguir, esclavizar y oprimir a diferentes grupos humanos que él mismo, en su omnipotencia, ha designado como inferiores.

El racismo ha sido el pilar de muchos sistemas políticos, económicos y religiosos; por lo tanto, no siempre ha representado el cúmulo de prejuicios que aún hoy persisten en contra de las mal llamadas minorías étnicas. Por el contrario, esta idea -como se verá posteriormente- es relativamente nueva.

ANTECEDENTES: Los griegos denominaban a todo aquel que no había nacido en territorio helénico con el apelativo de »To xeno» (el extranjero). Luego, «extranjero» se convirtió en «bárbaro», denominación recogida posteriormente por los romanos, sirviéndoles de baluarte en la campaña de extensión de su imperio; y posteriormente Occidente reemplazó el término por el de «salvaje», siendo este último el utilizado en nuestros días.

Es posible que «bárbaro» haya sido en un principio identificado al canto inarticulado de los pájaros, en contraposición al lenguaje humano. Y «salvaje», hace referencia directa a algo agreste, inhóspito, a selva, en últimas a la vida animal, opuesta en su totalidad a la cultura humana. En los dos casos se niega la existencia de una cultura diferente a la del pueblo que se autodenomina como «civilizado»[2].

En la mayoría de los grupos étnicos -considerados por Occidente como salvajes- la humanidad se restringe a su propia tribu o a su grupo lingüístico; hasta el punto que muchas de ellas tienen una palabra especial que designa a los integrantes de su pueblo como los hombres verdaderos, mientras que a los congéneres de otras tribus se les asigna una palabra que carece del significado esencial de «hombre», ésto es lo que comúnmente se conoce como etnocentrismo.

EL «CENTRO» EN EL MITO: Para los Incas, Cuzco significaba “ombligo del mundo”. En Irán, la montaña sagrada Haraberezaiti se haya igualmente en el centro de la tierra. La mitología judeo-cristiana considera al Gólgota el centro y el paraíso terrenal tiene la misma ubicación.[3] Ejemplos como estos abundan en las mitologías de Laos, Japón, Finlandia, etc… El simbolismo del «centro» aparece a su vez en la literatura y arquitectura medievales: «…la basílica de los primeros siglos de nuestra era, así como la catedral de la Edad Media, reproduce simbólicamente la Jerusalén celestial».[4]

LOS «ELEGIDOS» Y LA PERSECUCIÓN: El pueblo israelita se considera como el “elegido” por Jehová. En la Edad Media, Occidente emprendió las grandes cruzadas con el pretexto de rescatar la tierra santa de manos paganas; pero como siempre el verdadero objetivo era ir tras la riqueza y el botín que la guerra pudiera depararle. Los españoles, escudándose en la idea que su fe y su religión eran las verdaderas y que su dios era el único, oprimieron, avasallaron y saquearon a América:»Si ese dios no reinara sobre el mundo, no habría esclavos ni amos, ni vasallos ni colonias.[5]

En la isla de La Española (hoy territorio de Haití y República Dominicana) a comienzos del siglo XVI, Fray Bartolomé de las Casas abogaba por los indios y denunciaba la explotación de la cual eran objeto por parte de los españoles, y proponía como único medio para abolirla traer esclavos negros del África. Para defender a los nativos, alegaba que también eran hijos de Dios y que poseían -al igual que los cristianos- un alma. Al mismo tiempo, los indígenas dejaban a los cadáveres de los españoles hechos prisioneros varios días al sol, con el fin de verificar si sufrían o no el proceso de putrefacción.[6] Los franceses, mientras tanto, encarcelaban y torturaban a los hugonotes, y a sus mujeres las marcaban de la misma forma que lo hacían con las prostitutas. La Alemania nazi, inventó los hornos de cremación donde perecieron varios millones de judíos (que por lo demás siempre habían estado confinados en los ghettos europeos) y de gitanos, aunque ya nadie se acuerde del holocausto de estos últimos. ¿A quién podría importarle la muerte de un gitano? Total, no es explotable políticamente. Aún hoy siguen siendo objeto de persecución por parte de la policía europea, son los parias de la opulencia.

Rafael Leónidas Trujillo (dictador dominicano), persigue y asesina en los años 30, a 30.000 haitianos. Otro tanto de argentinos desaparece durante la dictadura militar, en la llamada guerra sucia. En la India persisten las castas y se persigue a la minoría musulmana. En Sri-Lanka, la persecución es contra el pueblo tamil.

Los ejemplos anteriores sirven para ilustrar el hecho de que el racismo no es sólo un prejuicio contra el color de la piel, sino que la mayoría de las veces ha sido utilizado como pretexto para perseguir a aquellos que no profesan la misma religión o la misma ideología del pueblo colonizador o de la clase con el poder económico, militar y político necesarios para imponer su propia ideología.

EL CONCEPTO DE RAZA Y SUS IMPLICACIONES: El diccionario define el concepto de raza como un “grupo humano que presenta un conjunto constante de caracteres corporales distintivos y hereditarios”.[7] Y aunque en la actualidad sólo se distinguen tres grupos (caucasoides, mongoloides y negroides), aún se utiliza la clasificación del naturalista sueco Carlos Von Linneo (1707-1778); clasificación basada principalmente en la distribución geográfica y en el color de la piel de los individuos. De ahí la creencia común de raza blanca, negra, indígena, y en Colombia de raza criolla; llegándose incluso a hablar de raza manizaleña (concepto que fue explotado en la década de los ’80 en una publicidad con fines turísticos para la ciudad); cuando en realidad la única raza que existe es la raza humana. Las implicaciones de la anterior clasificación han sido funestas, y lo que es peor: se sigue perpetuando; ¿cómo?, a través de la educación, de los medios de comunicación,  de los prejuicios sociales, la religión y la política.

EL RACISMO EN COLOMBIA: Para nadie es un secreto que el departamento del Chocó, las intendencias y comisarías han sido las regiones más desprotegidas por el gobierno. Su población representa la minoría del pueblo colombiano; minoría a la que se denomina despectivamente «negra e india». Estas regiones (que también forman parte del territorio nacional), carecen de vías de penetración suficientes, de servicios públicos, de programas verdaderamente eficientes de vivienda, salud y educación.

DICHOS POPULARES Y RACISMO: El lenguaje en Colombia posee un sinnúmero de dichos populares con marcada connotación clasista, que oculta en últimas los prejuicios raciales que se tienen contra los grupos minoritarios: «Hay que trabajar como negro para vivir como blanco». El insulto más grande es ser llamado «indio». Los periodistas se refieren a los jugadores negros con el eufemismo de «morenitos». Estas expresiones, utilizadas en todas las clases sociales, representan sólo algunos ejemplos del lenguaje racista empleado a diario por el colombiano. Habría que señalar que la educación impartida en los colegios, escuelas y universidades en general, continúa enseñando y transmitiendo la imagen de civilización occidental como la única aceptable, lo que supone que aún somos un país colonizado culturalmente.
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* Nota: Este artículo fue publicado por primera vez en el año 1986 y cre que aún sigue vigente, por eso vuelvo a publicarlo.

  1. Bibliografía:
    [1] Diccionario Kapelusz de la Lengua Española, Editorial Kapelusz, Buenos Aires, Argentina.
    [2] Claude Lévi-Strauss, Race et Histoire, Editions Gonthier, Unesco 1961, Bibliothéque Média-tions, France.
    [3] Mircea Eliade, El Mito del Eterno Retorno, Alianza/Emecé.
    [4] …, Lo Sagrado y lo Profano, Labor /Punto Omega, 5a edición, 1983.
    [5] Eduardo Galeano, Memorias del Fuego. 1. Los Nacimientos, Siglo XXI Editores, S.A., 8a edición.
    [6] Claude Lévi-Strauss, Race et Histoire.
    [7] Diccionario Kapelusz.

 

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