Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Mucho «Hitler» en Wagner

Un médico ortopedista alemán, de Dortmund, tuvo que pagar cierta vez una multa de casi cinco mil euros (± US$ 6.300), por haberle recetado como terapia, a un paciente con el hombro derecho descoyuntado, nada menos que hacer el saludo nazi brazo en alto. Y para que el efecto terapéutico fuese más fuerte, el paciente debía gritar «Heil Hitler!» y entrechocar los talones.

 El médico se disculpó luego, alegando que se trataba de una broma, pero la verdad es que hay bromas que merecen palos. Eso además de que tan singular terapia, que sólo los dioses saben si hubiese restablecido la salud del hombro del paciente, podría haberle costado caro en sus antípodas, justificando el viejo dicho de que a veces es peor el remedio que la enfermedad.

Sí, sí. ¿Recuerdan ustedes, de las películas, los dientes apretados de los nazis al hacer el saludo entrochocando sonoramente los tacones de sus botas? Una señal inequívoca de que se habían hecho puré los pobrecitos tobillos.

Lo de la disculpa como broma no está mal, pero me recuerda mucho uno de los mejores chistes gráficos que he visto en mi vida: y alemán, aunque no se lo crean. En el desván de una casa, un lugar sombrío y lleno de telarañas, un niño acaba de abrir un baúl lleno de cosas viejas. Entre ellas un espléndido retrato de Hitler, a todo color, que resplandece en el centro de las tinieblas de la mansarda. La criatura lo tiene entre sus manos y grita hacia abajo, hacia el resto de la casa: «¡Eh, papá, mamá! ¿de dónde sacaron este cartel tan bueno de la película de Chaplin?»

Saco a relucir todo esto porque anteayer se inauguró el 60° Festival de Bayreuth (segunda etapa, es decir, la de posguerra).

Entre 1933 y 1944, el más encumbrado visitante de dicho Festival Wagner fue un sanguinario plagio de Charlie Chaplin llamado Adolf Hitler. La directora de semejante festín musical del Viejo Continente, Winifred Wagner, nuera del fundador y viuda de su único hijo, fue una ferviente admiradora del austríaco pintor de brocha gorda y pertenecía al partido nazi desde 1926, ni siquiera era uno de esos oportunistas que se enganchan al carro del vencedor cuando ya está dando la vuelta de honor al circuito.

Aquí sería conveniente recordar lo que Thomas Mann escribió en su exilio californiano, allá por 1949: «En las fanfarronerías de Wagner, en sus eternas peroratas, en su querer hablar él solo, en su querer meter las narices en todo, existe una incalificable inmodestia que prefigura a Hitler: ciertamente hay mucho “Hitler” en Wagner».

No se olvide: el escritor alemán que más a fondo ha penetrado en el secreto de Wagner ha sido Thomas Mann. Y al decir que en Wagner había mucho «Hitler», aún haciéndolo entre comillas, sabía de lo que estaba hablando. Pero ¿es por éso menos turbadora la melodía del «hechizo del Viernes Santo» en Parsifal, será menos arrebatadora la cabalgata de las walkirias?

Para concluir, señalaré que si bien Bayreuth continúa poniendo en escena las óperas de Wagner, sólo alcanzan ese honor las diez compuestas a partir de El holandés errante, ninguna de las cuatro anteriores. Hasta en su propio teatro se lo discrimina a Wagner. Ciertamente, hay mucho «Hitler» en Wagner.

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Más, acerca de Wagner, en  https://blogs.elespectador.com/ricardobada/2010/03/03/el-putacuario/

 

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