Bienestar en tiempos de drones

Publicado el Maria Pasión

Todos estamos en la misma especie. ¡Es viable enamorarse de cualquiera!

Mis exámenes médicos desvelaron lo siguiente: no tengo lupus. ¡Hasta luego lupus! Lo mío es una dermatitis atópica como una catedral. Así que medito y a través de mis meditaciones encuentro nuevas verdades:

El amor es lo que mueve el mundo, y hasta que eso no lo comprenda, no superaré esta prueba, esta mancha, esta incesante búsqueda de paz. Primero hay que quererse a sí mismo. Después a los demás. (Recuerde esto también en una emergencia de avión: ¡Primero su mascarilla, luego la del niño!) Y si me abro a corazón abierto, me sale lo siguiente. Viviré mejor si consigo:

 

Amar a todas y a todos, amar por encima de todo

Amar sin exigir, amar sin juzgar

Amar sin desear nada a cambio

Amar sin esperar obtener resultados

Amar sin condiciones

Amar como respuesta y no como pregunta

Amar como método de supervivencia al desamor

11950799_10206882841605682_2132867520_nTanto la palabra amor como la palabra sexo se me mezclan. A veces pienso que vine a ser una criatura muy sexual con una pareja como yo, me veo con un yogui, respirando y penetrándonos el alma, haciendo relajaciones dinámicas desnudos, me veo disfrutando de mi cuerpo, arrollada por el sentirme viva y amada.

Luego me doy una hostia porque me doy cuenta de que el amor que yo siento por un hombre es diferente y a mí me entra el agobio apenas me quieren preguntar a dónde voy. Pero un hombre que consiga amar en libertad debe estar esperando allí afuera.

Porque amar para tantas personas está mucho más cerca de la obsesión, del control, y que todo esto se sitúa muy próximo al sufrimiento. A mí me asquea sufrir. No quiero sufrir, no me gusta. Si el amor me convierte en una sufridora es que estoy amando mal. Y si me veo sufriendo por un hombre, corto con él. Lo amputo. Le paso la podadora.

Hay momentos en los que la paz está conmigo y no es un slogan de misa. Hay momentos en los que veo que todas las personas tienen algo divino. Hay momentos en los que veo que todos los divinos tienen algo de personas. Todos estamos en la misma especie y por lo mismo es viable enamorarse de cualquiera. Pero es un reto apuntar bien y no dejar que Cupido se emborrache.

Hace un tiempo aprendí que no tiene caso despreciar a nadie. Hace un tiempo aprendí que no me gusta hablar mal de los que no me han sabido amar. Hace un tiempo que dejé de evaluar la reciprocidad del amor (me quieres, bien; no me quieres, también bien).

Yo doy de mí y en algún momento, alguien, que no es el mismo a quien yo doy, me puede dar a mí (póngase la canción de Jorge Drexler “Todo se transforma” para verlo como el agua). Pero yo vine a este teatro humano a amar. Y esa será mi prueba y mi desafío. 

También creo que la vida tiene mucho de ruleta, y que si se saben leer señales, sin obsesionarse demasiado por entender las casualidades, sino más bien dejándose fluir por ellas, puede conseguirse una existencia más mágica. Enamorarse está al alcance de cualquiera, todos estamos conectados, y tal vez lo interesante será trascender del enamoramiento y encontrar que es mejor amar y ser amado por la especie. Y sólo cuando eso se entienda y se practique esto se podrá hablar de pareja. La pareja es el resultado de entender algunos conceptos de ser humanos. Mi educación sentimental pasa por ir diseccionando los nervios de mi corazón a través de la respiración.

Texto de @mariapazruiz

Ilustrado por @dgalantz

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