Ojo de pez

Publicado el Mónica Diago

Del César Acevedo que no conocí y otros asuntos caleños

Bienvenidos. Esta es la primera entrada de Ojo de pez, un blog que dedicaré al periodismo cinematográfico.  Hay tantas historias que no registran las cámaras que he decidido tratar de retratarlas con algunas palabras. Hay tantas preguntas que me repito en reuniones sociales, en tertulias con mis amigos, en charlas a las salida de los teatros que trataré de ir respondiendo en este espacio. El cine, representa, para mí, una terapia de la que no me canso. El cine me ha mostrado calles alrededor del mundo que parecen ciudades enteras. Esquinas, problemas sociales, cotidianidades (mis preferidas), personajes, y reflexiones. El cine es mi ventana de escape y por eso quiero intentar responderle todas las preguntas que me ha suscitado desde que empecé a verlo y a recitar de memoria los diálogos de mis películas preferidas. Bienvenidos a Ojo de pez.

 

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La película se filmó en los cañaduzales del Valle del Cauca

Del Cesar que no conocí y otros asuntos caleños

Por: Mónica Diago

@monicadiago

 

Nunca había visto a un director de cine colombiano tantas veces en las portadas de las revistas nacionales. Abriendo cuadernillo de los periódicos, en el home de los portales de noticias, en las redes sociales, en entrevistas radiales en horario prime, a las ocho de la mañana. César Augusto Acevedo, 31 años, director de La tierra y la sombra, el único colombiano que se ha llevado a la casa la cámara de oro de Cannes. No es para menos pero leí tanto de César, de su timidez y de sus miedos,  de las lágrimas que se le salieron en Cannes, que me entró una curiosidad impaciente por conocer al César universitario, al que todavía no era famoso, al que no posaba sino que observaba.

Así que me fui para Univalle. Quería hablar con Ramiro Arbeláez, el profesor de narrativa y lenguaje de los estudiantes de comunicación de la universidad. Recordé que un estudiante universitario es la suma de muchas enseñanzas de los docentes memorables. Ramiro fue uno de los que advirtió que la tesis de César, convertida después en su renombrada ópera prima, debía ser laureada, “en ese trabajo había una historia del Valle muy poderosa, una reflexión  sobre los campesinos que debía ser contada. Los diálogos eran pocos pero certeros, a pesar de lo sintéticos decían mucho, decían lo mínimo porque el resto se entendía con las imágenes”.

Ramiro recuerda a César como un estudiante tímido, que andaba junto a un gran fotógrafo, Mateo Guzmán, director de fotografía de La Tierra y la sombra. Era de esos tipos que no participaba mucho en clase pero que demostró que no solo podía escribir muy bien sino retratar una problemática vallecaucana tan seria como la de los corteros de caña y los campesinos que han visto convertidos los patios de sus casas en plantaciones interminables de caña de azúcar. Un tipo leal a la amistad, que reconoció el aporte valiosísimo del trabajo en equipo en el discurso que pronunció cuando recibió el premio: “Quiero sobre todo agradecer a mis productores, a todo el equipo y sobre todo al director de fotografía por toda su amistad y entrega al trabajo. Este premio lo dedico a los campesinos que son los verdaderos héroes en nuestro país, también a mi familia y en especial a la memoria de mi madre».

Ramiro me confesó que al igual que Óscar Ruiz Navia (Los Hongos), César le debe buena parte de su afinado ojo a la consagración que tuvo con el cine club de la universidad. Durante un buen tiempo estuvo encargado de la investigación, programación  y escritura de textos de las películas que se proyectaban, lo que le dio, sin duda, un bagaje y un contexto que lo llevaron a su obra.

La conversación, que empezó con César como punto de partida, nos fue llevando a indagar sobre las similitudes que se encuentran en las películas de algunos de sus alumnos. Ramiro está dando clases desde 1980. Por su salón han pasado William Vega (La Sirga), Óscar Ruiz (El vuelco del cangrejo, Los Hongos), César Acevedo, entre otros. Por eso puede afirmar con conocimiento de causa que en varias de las películas de sus pupilos prevalecen la contemplación, los planos generales, la fijación por la geografía, el paisaje como protagonista, los personajes de pocos diálogos, las secuencias contemplativas, todo lo que distingue estas películas del resto, estas que tanto gustan en los festivales europeos y que en las salas de cine nacionales pueden generar tantas preguntas.

Ramiro afirma que estos elementos se repiten en las películas, quizá, por  una característica inherente a los caleños, y aprovecha para parafrasear a su colega Luis Ospina, “el caleño es contemplativo porque tiene un Valle que mirar, nos extasiamos con el paisaje, no en vano nuestra jerga está llena de palabras que remiten a los sentidos mirá, vé, oí”.

Este tono contemplativo de las películas hace que algunos espectadores sientan una distancia entre lo que ven y lo que generalmente han visto toda su vida. Y no se trata de un factor distintivo solo de los cineastas caleños. Son varios los directores colombianos que le apuestan a narrativas pausadas, a contar sus historias con calma, aunque el público esté acostumbrado a otro tipo de narraciones.  Una de las soluciones para lograr que cada vez sea más corta la distancia entre este tipo de películas y el público general es proyectar más y más cine diferente al dominante, al de la industria que es el que hemos visto con más frecuencia.

Como dice Ramiro, “esta no es una situación nueva, en los 70’s cuando llegaron las películas de Antonioni, Truffaut, Herzog,  no todos lo disfrutábamos. La mitad de la gente se salía de las salas, en ese entonces cine clubs,  solo se quedaban los intelectuales. A medida que empezó a llegar más cine de este tipo y la gente tuvo oportunidad de verlo empezó a disfrutarlo, y eso es lo que tenemos que hacer ahora. La labor es ampliar la oferta empezando por los circuitos alternativos que son los que tienen más público para este tipo de filmes.  El cine gusta mucho más cuando el espectador reconoce aspectos culturales en ese cine y para reconocerlas primero hay que conocerlas”.

Me quedo con la última frase del profe y espero proyectarla en los fieles seguidores del cine. Ah, y vayan a ver la Tierra y la sombra, está en 25 salas del país (empezó con 30). Vayan para que podamos conversar.

 

Instragram: @ladiago

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