Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

300 semanas al pie del cañón

Se dice pronto, 300 semanas, pero desde el 6 de enero de 2010 hasta hoy son cinco años, cinco meses y 16 días, exactamente 300 semanas, sin que ni una de ellas haya dejado de subir un post a este blog. Sólo que este es un mero dato estadístico y no pretendo usarlo como pretexto para dejar de subir hoy otro texto más. Y como el pasado martes se cumplieron 125 años del nacimiento de Agatha Christie (*15.09.1890), aprovecho la ocasión para rescatar acá el texto de una crónica mía para mi querida HJCK y que se transmitió el 8 de julio de 2001, si bien no ha perdido ninguna actualidad. El puente a la efeméride con doña Agatha es que toca un tema de novela policial.

La guía de teléfonos en Noruega

 

Mi irredimible afición a conocer las literaturas poco transitadas me ha llevado a descubrir la novela policial noruega. Claro está que si pienso en Ibsen, uno de mis ídolos, a quien releo con absoluta puntualidad cada dos o tres años, y que es uno de los mejores buceadores que se han sumergido en el proceloso océano del alma humana (vaya frase, ustedes perdonen), pues la verdad es que no sé qué tan poco transitada es la literatura noruega.

Pero sí, quitando a Ibsen, y a Knut Hamsun, aunque a éste se lo ningunea desde la segunda guerra mundial y su dizque adhesión a Hitler, quitando a ellos dos, digo, ¿a quién conocemos?  Por supuesto que el tercer Premio Nobel se lo dieron a un noruego, a Bjørnstjerne Bjørnson, 1°: porque en Estocolmo debieron decidir que no estaría bien visto que el primer Nobel escandinavo fuese justamente un sueco; y 2°: porque no se lo quisieron dar a Ibsen. Amén de ello, Noruega ha conseguido otro Nobel, una mujer, Sigrid Undset, la quinta persona más joven en recibirlo, a los 46 años, y que decidió morirse el día en que yo cumplí diez.

Ahora bien: si exceptuamos estos cuatro nombres, ¿cuáles más de autores noruegos son los que conocemos, o nos suenan?  Por mi parte, y como suele decirse en los juegos de azar, paso. Es decir: pasaba. Porque desde hace poco poseo un bastante extenso conocimiento de la novela policial de ese país, y desde ya les digo que los nombres de Anne Holt y Karin Fossum, creo que pueden llegar a ser muy familiares de los adictos a ese tipo de literatura: y no se avergüencen de confesar que les gusta, están en tan buena compañía como la de un tal Jorge Luis Borges.

De Anne Holt, quien a sus 38 años fue la ministra de Justicia más joven que tuvo el país de los fiordos, abandonando luego la política para dedicarse a la literatura, les encarezco que no se pierdan su novela Bajo el signo de Leo, por supuesto, cuando la traduzcan.

Y de Karin Fossum les recomiendo todo lo que lleva escrito, que son tres novelas, a cuál mejor: es una autora que, como los buenos vinos, gana con el tiempo. Siguiendo la tradición del género, hay un personaje–guía en todas sus novelas: aquí se trata del comisario de policía Konrad Sejer, viudo, nostalgioso de su difunta esposa y cuya hija ha adoptado un niño somalí a quien el comisario adora como si fuese un nieto carne de su propia sangre.

En las dos primeras novelas de la saga Sejer (apellido danés que significa «vencedor», y no se crean que es que yo sepa danés, es que me fío de una observación de la traductora alemana), somos testigos de cómo el comisario acude puntual y doloridamente a la tumba de su querida esposa y deposita flores en ella. En la tercera conoce a una sicóloga especializada en el tratamiento de casos difíciles de desamparo juvenil, una mujer de la que los lectores también nos enamoramos por el viejo procedimiento del flechazo: se llama Sara, Sara Struel.

Y aunque está metido de hoz y de coz en la investigación de un asesinato, al comisario Sejer no se le va Sara del pensamiento, tanto que busca su número privado en el directorio telefónico de la ciudad. Y lo encuentra. Struel, Sara, médica, número tal y tal. Sólo que, añade la autora, debajo –repito: debajo– aparecía otra vez el mismo apellido, Struel, seguido del nombre Gerhard, también médico, y el mismo número. Con lo que al comisario le entran unos celos terribles al pensar que Sara seguramente está casada y es feliz con su esposo, en fin, todos mis lectores masculinos se imaginan lo que pasa por la imaginación de ese hombre: y todas mis lectoras también, y hasta puede que antes.

Pero la pregunta que yo me hago es de un carácter más bien retórico: ¿cómo están concebidos los directorios telefónicos noruegos? ¿es acaso un tributo incondicional al feminismo el hecho de que aparezca primero el número correspondiente a Sara, y luego, debajo, con el mismo apellido, a Gerhard? ¿o no es así que la G va bastante delante de la S en cualquiera de los alfabetos conocidos?  He aquí un nuevo enigma que le propongo al comisario Sejer.

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