Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Releyendo a Nietzsche

A fines del año 2000, el gran Gonzalo Rojas, entonces el mayor poeta vivo del idioma español, estuvo en Alemania visitando a su familia. No pudimos encontrarnos pero sí que conversamos largo y tendido, por teléfono, y me dejó a cargo de su hijo un CD grabado en su casa de Chillán de Chile.

En ese CD, una auténtica joya, al lado de su inconfundible firma, en rojo, puede leerse lo siguiente: «Ayer domingo 22 de octubre del 2000, en el Torreón del Renegado, se registró el rumor del río legendario en tres niveles de zumbido, y hoy lunes 23 se grabó el registro de los textos por parte del autor. Todo ello para configurar el CD que presentamos».

Lo simpático del caso es que ese disco, además de hacerme revivir la experiencia de Gonzalo Rojas recitando su poesía, con su voz inimitable, su inimitable dicción, su énfasis inimitable, además, digo, me hizo releer a Nietzsche, entonces y hoy. Y es que Rodrigo, el hijo de Gonzalo, al enviarme el CD, lo metió para protegerlo dentro de un librito que es un breviario de sentencias y máximas escogidas del pensador alemán. Un binomio éste, «pensador alemán», menos frecuente de lo que se cree.

Como no soy egoista, quiero compartir con ustedes algunas de esas máximas y sentencias. Por ejemplo, acerca del ser humano: «Me temo que los animales consideren a los seres humanos como a un ser de su misma especie y que de un modo altamente peligroso ha perdido su sano juicio animal». O esta otra: «Dondequiera que voy me sigue un perro llamado Ego». Y hablando del amor: «Hay dos personas sobre las cuales nunca he reflexionado a fondo: ese es el testimonio de mi amor por ellas». Y también ésto: «Contra la masculina enfermedad del autodesprecio lo que más y mejor ayuda es el ser amado por una mujer discreta». Y a ello podemos añadir este pensamiento sobre la amistad: «Por lo demás, el don de tener buenos amigos es en ciertos seres humanos mayor que el don de ser un buen amigo».

También se pronuncia Nietzsche sobre el arte de vivir, y dice sabiamente: «Un par de horas ascendiendo montañas convierten a un santo y a un canalla en dos criaturas muy parecidas; el cansancio es el camino más corto hacia la igualdad y la fraternidad». No muy edificante es la reflexión del pensador alemán cuando argumenta que «Si bien la fe no ha logrado hasta la fecha mover verdaderas montañas () en cambio sí que puede levantar montañas allí donde no las hay». Y para concluir, un par de sentencias acerca de la literatura y la palabra: «Toda palabra es un prejuicio». «Todos los poetas y escritores enamorados del superlativo quieren más de lo que pueden». «Los poetas conducen solemnemente sus pensamientos en el carro del ritmo, de ordinario porque no saben ir a pie».

Y la verdad es que podría continuar traduciéndoles al buen tuntún algunas sentencias más, pero prefiero poner punto final aquí recordando aquél grafitto que decía «Dios ha muerto», y entre paréntesis, a continuación: «(Nietzsche)», como autor de la frase. El grafitto se hizo célebre porque alguien añadió debajo: «Nietzsche ha muerto», y a continuación, entre paréntesis, como autor de la frase: «(Dios)». Son los dos certificados de defunción más breves que se conocen en la historia de la humanidad. Y de la divinidad, dicho sea de paso.

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