Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Erasmo y Spinoza

Decíamos ayer

Ayer, la semana pasada, les hablé de un gran ensayista neerlandés, y recordaba que hace años, cuando la feria del libro de Bogotá estuvo dedicada a la literatura de los Paises Bajos, transmití sobre la misma una serie de crónicas en HJCK, y un atentísimo oyente de ellas me preguntó vía e-mail por qué no había mencionado a Erasmo de Rotterdam entre los escritores holandeses dignos de  ser conocidos fuera de las fronteras de su país natal. Y como me atrevo a suponer que la pregunta de aquel atentísimo oyente era la punta de un iceberg (es decir: como me atrevo a suponer que debo haber tenido incluso nueve oyentes más, y que todos ellos se pueden haber hecho la misma pregunta), se me ocurre traerla a colación ahora, contagiado por el tema de mi post de la semana pasada.

No hay ningún misterio, ninguna antipatía, ningún ninguneo –y me perdonan la redundancia–, no hay ni siquiera ningún síntoma oculto de alzhéimer en el hecho de no haber incluido a Erasmo entre los escritores neerlandeses. Y la solución al aparente enigma es que si bien es cierto que Erasmo nació en Holanda, desde luego no fue nunca un escritor neeerlandés. O sea: si bien es verdad que nació en Rotterdam, su obra literaria fue escrita en latín.

Es como con Joseph Conrad. ¿De qué nos vale saber que su nombre auténtico era Josef Korzeniowski y que nació en 1857 en Berdiczew, cerca de Kiev, la actual capital de Ucrania, en un suelo que en aquél momento era parte del mapa de Polonia, uno de los países cuyo mapa más ha cambiado a lo largo de los siglos? ¿de qué nos vale saber que Conrad era polaco de nacimiento si su gloria literaria se la debe a haber escrito en inglés?  No hay, que yo sepa, un solo manual de historia de la literatura polaca que incluya el nombre de Conrad. En cambio sería pecado mortal que hubiese uno solo, uno solo de la literatura en lengua inglesa, en el que no figurase el autor de Lord Jim, El corazón de las tinieblas, El agente secreto, El duelo, La locura de Almayer, Tifón y Nostromo, siete de las novelas más inolvidables que hayan sido escritas nunca en el idioma de Mr. Shakespeare.

Nostromo, dicho sea de paso, es de 1904, anterior –pues– en 22 años a Tirano Banderas de don Ramón María del Valle Inclán, así que podemos considerarla como la madre de todas las novelas de dictadores latinoamericanos, desde El señor Presidente de Asturias hasta La Fiesta del Chivo de Vargas Llosa, pasando por El otoño del patriarca de García Márquez, Yo, el Supremo de Roa Bastos y cuantas más quieran añadir a la ilustre lista. A mayor abundancia, una reciente y estupenda novela colombiana, Historia secreta de Costaguana, de mi admirado amigo Juan Gabriel Vásquez, es una especie de vuelta de tuerca de Nostromo, contando los hechos desde otra perspectiva.

Pero es hora de que regresemos a Erasmo de Rotterdam.

Supongo que con el ejemplo de Conrad ha quedado claro por qué no lo incluí en mi recuento de la literatura en lengua neerlandesa, y lo mismo se puede decir de Benedicto Baruch Spinoza, el judío de Amsterdam, de ascendencia portuguesa, a quien Jorge Luis Borges le dedicó un soneto de lujo: también Spinoza escribió su obra en latín.

Y si se detienen ustedes a meditarlo, un solo segundo, no de otro modo procedemos al hablar de la literatura española, a la que, mal que nos pese, nunca adornaríamos con los nombres del andaluz Séneca, ni el de los aragoneses Quintiliano y Marcial, ni el del humanista valenciano Juan Luis Vives, tan cercano en todo a Erasmo.

En fin, creo que con esto podemos cerrar definitivamente el tema, pero no quisiera hacerlo sin recordar cuál es la primera línea escrita documentada en neerlandés, en su variante flamenca, que se halla en un manuscrito de alrededor del año 1000, en la Biblioteca Bodleyana de Oxford, y que dice así: «Tienen todos los pájaros sus nidos empezados, menos yo y tú, ¿a qué esperamos ahora?» 

La frase es tan sólo aquello que los expertos llaman una «prueba de pluma» –seguramente de un copista antes de ponerse a la tarea–, y además se encuentra en el forro de un manuscrito, y por si todo ello fuese poco parece traducción de una latina escrita al lado, pero así de humildes suelen ser los orígenes. Sólo me resta destacar que, en orden a la prelación, los primitivos neerlandeses anteponían el yo al tú, y por si no lo hubiesen captado repetiré la primera frase documentada en el idioma neerlandés: «Tienen todos los pájaros sus nidos empezados, menos yo  y  tú, ¿a qué esperamos ahora?» Y si éso era en una relación amorosa, el yo por delante del tú, ya podemos suponer cómo sería en todo lo demás.

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