Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Acerca de la relatividad

Como todos sabemos, existen muchas pruebas nada científicas de la teoría de la relatividad.

Una de ellas la apunté en mi Cuaderno de Bitácora,  el diario de navegación que llevé durante los 22 días que duró mi viaje en un barco carguero de contenedores, desde un puerto alemán hasta el de Buenos Aires, a fines del año 2001. En ese Cuaderno, con fecha 15 de diciembre, escribí lo siguiente:

«Estamos habituados a ver las ballenas, los cachalotes, los narvales, en películas documentales de TV o en filmes como Moby Dick, y en verdad que son enormes, tal vez los mayores animales de la Creación. Nos dejan con el ánimo en suspenso. Ahora bien, hoy le he preguntado al capitán que cuál es la distancia [desde nuestro barco] al confín del horizonte, y me ha respondido que aproximadamente 15 millas marinas. Esto quiere decir que nuestro barco configura el centro de una circunferencia ambulante de aproximadamente unos 55 kilómetros de diámetro. Y aquí viene ahora mi argumento en favor de la teoría de la relatividad. Si en esa circunferencia apareciese la más grande de todas las ballenas que haya visto a lo largo de mi larga vida de cinéfilo y la más corta de televidente, en verdad en verdad os digo que me parecería algo así como una sardina. Pero en realidad creo (debo ser sincero) que este argumento se me ha ocurrido de la pura rabia y la no poca frustración por no haber  visto ni un mísero delfín en quince días de navegación».

Hasta  aquí la cita de mi Cuaderno de Bitácora, y ahora sigue otra demostración nada científica de la teoría de la relatividad, y es una frase que dijo en algún momento del mes de abril de 1997 el entonces canciller federal alemán Helmut Kohl, quien a su vez era el presidente del partido Cristiano-Demócrata. Lo que Kohl dijo fue que «la institución más reaccionaria de la República Federal de Alemania es la conferencia de ministros de Cultura. Comparado con ella, hasta el Vaticano es aperturista».

Palabras del canciller Kohl, presidente de la Democracia Cristiana alemana y que expresaron, sin que el autor de las mismas lo percibiera, su verdadera opinión acerca del Vaticano: todo es relativo, hasta el cristianismo de los políticos cristianos.

Pero retrocedamos a tiempos precristianos, y encontraremos una nueva prueba no científica de la teoría de la relatividad.

Después de haber dejado plantada su semilla en el vientre de la divina Cleopatra, el general romano Julio César llegó el 1° de agosto del año 706 desde la fundación de Roma, a la vista de la ciudad de Zela, en la actual Turquía. De lo más alto de una colina, y mirando unos inmensos viñedos que encuadraban el campo de batalla donde al día siguiente mediría sus fuerzas con las de Farnaces, rey del Ponto, su alma devota del dios Baco le hizo exclamar a don Julio César, sucesivamente, atropelladamente, gozosamente: «Vides! Vino! Vivat!»

El escribano de la expedición movió la cabeza con desagrado mientras sus labios se fruncían pensando en el impacto de aquellos tres bisílabos entre los austeros senadores a orillas del Tíber. Y puesto que los hados le propiciaron a Julio César una victoria tan rápida como contundente, su probo secretario reescribió para la Historia: «Veni, vidi, vici».

Y como estas son las palabras que nos han sido transmitidas y que todos repetimos, ellas no prueban otra cosa sino la relatividad de las verdades históricas. Sólo que éste de la relatividad es un tema minado, y para demostrarlo a mí me bastaría con recordar aquella acertada paradoja de Chesterton, en su libro Herejes, cuando dejó escrito que «las conquistas empequeñecen el mundo, tan sólo el microscopio lo agranda».

Es una frase tan paradigmática que parece difícil citarla mal. Y sin embargo yo logré semejante desmilagro. Por no sé qué misterioso mecanismo de desubicación en el recuerdo, y al mismo tiempo de reubicación del mismo recuerdo en otro contexto, yo he citado durante años, años, años, esa maravillosa frase de Chesterton («las conquistas empequeñecen el mundo, tan sólo el microscopio lo agranda»)yo la he citado, digo, y tengo muchos testigos de haberlo hecho, de la siguiente manera: «El telescopio empequeñece el universo, el microscopio es el que lo agranda».

Ustedes se van a reír, pero esta frase me parecía una de las pruebas irrebatibles de la genialidad de Chesterton. Desde que sé que se la inventé yo, la verdad es que tengo algunas dudas al respecto.

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