Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Del santoral cristiano

El pueblo español, que por su familiaridad con Dios es uno de los más irreverentes del mundo, y al mismo tiempo es muy aficionado a los chistes y los juegos de palabras, alguna vez inventó y puso en circulación un calendario de santos patronazgos que, aunque suena impío, en el fondo no pasa de ser un inocente pasatiempo lingüístico.

Según ese calendario, el patrón de los vendedores de fruta sería Santa Cerecita del Niño Jesús y el de los conductores San Frenando, el de los farmacéuticos San Frasquito de Sales y el de los toreros San Pedro, sí, San Pedro, porque oyó los tres avisos y cortó una oreja.

Pero la verdad es que habría que decirle a los españoles que no hace falta semejante despilfarro de ingenio, basta una mirada atenta al santoral para sacarse de la manga patronazgos de lo más congruentes. Vale la pena poner un par de ejemplos elocuentísimos. Así, el 7 de octubre, el calendario cristiano celebra entre otras la festividad de San Baco, que debiera ser el evidente patrón de los borrachitos. Y el 25 de noviembre, San Mercurio, cuya misión tendría que ser la de proteger a los termómetros. Y el 11 de febrero, San Dativo, inapelable patrón de las declinaciones gramaticales. Y el 20 del mismo mes, San Tiranio, a cuya protección debieran acogerse todos los dictadores del mundo. Y sin ir más lejos, pasado mañana, 31 de diciembre, además de la de San Silvestre, se celebra la advocación de San Potenciano, el santo a quien tendrían que rezarle los consumidores de Viagra.

Les hago merced de otras advocaciones curiosas como las de San Focas (5 de marzo) o San Paciente (11 de setiembre), y para que mis lectoras no anden diciendo luego que ninguneo al sexo mal llamado débil, recordemos a Santa Blanda (10 de mayo), Santa Olimpíada (17 de diciembre) y nadie menos que Santa Eroteida (27 de octubre), cuya onomástica se encuentra sabia y prudentemente lejos de la de San Afrodisio (30 de abril).

Y quede constancia de que no me he inventado ni uno solo de tales nombres, ya saben ustedes lo que dijo Oscar Wilde: que la Naturaleza imita al Arte.

En fin, de quien yo les quería hablar es de un santo muy modesto y muy simpático a quien descubrí por casualidad en la casa de mi hermana Nena, en Huelva, España, hace un par de años. Estaba desayunando en su cocina cuando me llamó la atención una figurita de barro cocido que había por allí y a cuyos pies lucía un ramito de perejil. Como mi hermana no suele dar puntada sin hilo, ahí no más le pregunté quién era el personaje. «San Pancracio –me dijo–, el patrón de los parados» (que es como llaman en España a quienes andan sin trabajo): «si le traes un ramito de perejil –siguió mi hermana–, encontrarás trabajo, él te lo consigue».

Yo estuve tentado de agarrar el teléfono y llamar inmediatamente a la Dirección General de Empleo, para decirles que dejasen de armar programas de capacitación profesional y de reinserción laboral, que lo que tenían que hacer es dedicarle un par de novenas a San Pancracio. Pero me aguanté las ganas hasta haber mirado en una enciclopedia.

Allí descubrí que al pobre San Pancracio lo decapitaron a los 14 años por ser cristiano, delito imperdonable bajo el emperador Diocleciano. Y entonces me dije que lo mejor era no levantar la liebre, no vaya a ser que al final lo conviertan en santo patrón del trabajo infantil, esa infamia que debiera enrojecer las mejillas de la Humanidad entera, pero que tan sólo vuelve más relucientes y saludables las de los contemporáneos mercaderes de esclavos.

Así que ya ven ustedes donde hemos venido a concluir a partir de los chistes dizque irreverentes de los españoles: en un nuevo grito de alarma ante una de las plagas más odiosas de este mundo en que vivimos. Como decía el sapientísimo autor del Kamasutra, ningún día nos acostaremos sin aprender algo nuevo.

¡Que tengan, como se dice en alemán, un buen resbalón de entrada en el nuevo año!

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