Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Dreyfus y el Tour de France

Hace casi siete años, el 13.7.2003, publiqué en El Colombiano, de Medellín, un artículo que releo ahora, en vísperas de que comience la 97ª edición del Tour de France. Y como el tema que tocaba en él no ha perdido actualidad, me tinca subirlo al blog. Voilá :

El día cinco, sábado, desde delante del café Réveil Matin, en las afueras de París, se ha puesto en marcha aquello que los periodistas deportivos de los cincuentas describían echando mano a sus reservas poéticas como “la serpiente multicolor”: el Tour de France, la vuelta ciclista a Francia. Pero éste no es un Tour más, sino el del centenario, porque ahí mismo, delante del café Réveil Matin, el 1° de julio de 1903, sesenta locos del velocípedo se encaramaron a sus sillines, agarraron los respectivos manubrios y se dispusieron a cubrir nada menos que 2.428 kilómetros sobre la geografía de éso que sus habitantes llaman “el hexágono”: la dulce, dulce Francia.

¡Qué lejos andaban de saber que estaban fundando uno de los pocos mitos inamovibles de los tiempos modernos!… ¡Qué lejos de intuir que, con el correr de los años, habría en los atlas invisibles de la memoria unas luminarias que se llamarían Col du Galibier, L’Alpe d’Huez, Tourmalet y Mont Ventoux (nada que ver con la legendaria ascensión a su cumbre de un tal Petrarca, dizque poeta –no ciclista– italiano)!… ¡Qué lejos de sospechar que cien años después habría todo un retablo laico ante el cual se quemarían sahumerios en honor de unos semidioses llamados Coppi, Anquetil, Bahamontes, Merckx, Hinault, Zoetemelk, Indurain, Armstrong!…

Pero retrocedamos a 1903 y un poco más allá. En 1894 había implosionado en la sociedad francesa l’affaire Dreyfus. Un capitán del ejército, judío por más señas, acusado de espiar por cuenta de Alemania, del enemigo atávico. Juicio al canto con pruebas amañadas y perjurios, según se evidenció años después. El capitán Alfred Dreyfus es degradado en público y enviado a purgar su pena en la tenebrosa isla del Diablo, en la Guayana Francesa, de la que sólo salieron indemnes Papillon y el Boris Karloff de Devil’s Island (1940), un Boris Karloff diametralmente distinto a su caracterización de monstruo de Frankenstein, y en un film que Francia prohibiría dentro de su territorio, como haría luego con Paths of Glory (1957) de Stanley Kubrik: Liberté, Egalité, Censurité et vive la France!  Alain Delon de la Patrie, le jour de gloire est arrivé!

 Francia se divide entre 1894 y 1914 en dos trincheras desde las que se apuntan y disparan con todas las armas a su disposición unos enemigos irreconciliables: dreyfusistas y antidreyfusistas.

La hostilidad mutua de ambos campos enemigos llegó hasta el punto de que un dreyfusista acérrimo, Pierre Giffard, director del periódico deportivo Le Vélo, se negó a aceptar en sus páginas la publicidad de empresas y personalidades antidreyfusistas. Entre ellas la del señor conde Albert de Dion de Malfiance, fabricante de automóviles, el cual, como represalia, funda en 1900 su propio diario deportivo, L’Auto-Vélo, que luego, tras perder un juicio por plagio contra el implacable Giffard, pasó a llamarse simplemento L’Auto, y desde 1945 L’Equipe.

El redactor jefe del diario del señor conde, elegido por él, era el exciclista Henri Desgrange, quien tuvo la habilidad de fichar para su redacción uno de los talentos de la competencia, el periodista Géo Lefèvre, al cual le encargó que pensara en alguna competición que desbancase en el favor del público las organizadas por Giffard y Le Vélo. Entre ellas se contaban la carerra Burdeos-París (572 km) y la maratón París-Brest-París, 1200 km de un tirón: pruebas ambas de las que el hábil negociante dreyfusista se había asegurado legalmente el copyright informativo.

Así las cosas, el 20 de noviembre de 1902 Desgrange llama a su despacho a Lefévre para preguntarle qué idea se le ha ocurrido. Y según quiere la leyenda, el buen Lefévre, a quien no se le había ocurrido idea alguna, improvisó: “Pourquoi pas un Tour de France?” ¡Era la idea!

En cuanto al affaíre Dreyfus, es público y notorio que el 12 de enero de 1898 la primera página del diario L’Aurore apareció con un titular a toda plana: J’ACCUSE!  Encabezaba una carta abierta al presidente de la tercera República Francesa y la firmaba Émile Zola. Y Émile Zola acusaba en esa carta abierta, sin andarse por las ramas, jugándose su reputación, e incluso su libertad, a un sistema podrido que había condenado hasta el infierno letal de la Guayana a un inocente: el capitán Dreyfus. El proceso se revisa, Dreyfus regresa a Francia, será rehabilitado, aunque Zola moriría antes, en 1902 y en circunstancias altamente sospechosas: con alguna certidumbre puede hablarse en su caso de la primera víctima del periodismo de denuncia.

Mas hete aquí que de aquella pugna exacerbada entre dreyfusistas y antidreyfusistas, casi como subproducto casual, nació la vuelta ciclista a Francia. Debe ser porque el dios de los ciclistas sprinta derecho con pedales torcidos.

 

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