Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Autores secretos de América Latina (3) Carmen González Huguet

Las poetas latinoamericanas, desde muy vieja data, han tenido una inspiración erótica sin par. Y lo que fueron en el primer tercio del siglo pasado las orientales Delmira Agustini  y Juana de Ibarbourou (y las llamo orientales porque uruguayos, según don Borges, son nada más que los futbolistas), en el último trecho de ese mismo siglo XX «problemático y febril» lo fueron –y lo siguen siendo– las centroamericanas: Alaíde Foppa (secuestrada y desaparecida durante la dictadura que asólo su país) y Ana María Rodas en Guatemala, Ana Istarú en Costa Rica, Gioconda Belli en Nicaragua, y Carmen González Huguet en El Salvador.

Este paisito tan chiquito tan chiquito ha dado dos poetas grandísimos, el asimismo masacrado Roque Dalton (pero paradójicamente no por la dictadura, sino por sus propios compañeros, en un caso de saturnismo que sigue clamando al cielo) y Claribel Alegría (quien viene siendo cooptada por Nicaragua porque nació allá y porque se fue a vivir a Managua en los días de la Revolución Sandinista).

A Dalton y Alegría les coloco al lado a Carmen González Huguet, de la cual he leído Palabra de diosa:Mnemosine, un libro memorable del que rescato aquí su “Memorial de agravios”, poema de los más memorables del libro, y dedicado a la también sin par costarricense Yadira Calvo, cuyo ensayo Éxtasis y ortigas debería ser libro de cabecera de toda mujer pensante (y de no pocos varones sin prejuicios) :

Porque el blanco odia al negro
Porque el amo teme al esclavo
Porque el ladino necesita al indio
Porque somos distintas
Porque no débiles
Porque lúcidas
Porque el deseo
Porque somos malas y bellas como Satán
Porque irracionales
Porque corruptoras
Porque objeto de deseo
Porque quebrantamos todas y cada una de las leyes humanas y divinas
Sólo con existir
Porque somos el otro, es decir, la otra
Porque el diablo nos tiene por aliadas
Porque Judith se atrevió a cortarles la cabeza
Y a castrarlos simbólica y físicamente
Porque Dalila ídem
Porque Pandora y Eva
Se les salieron del huacal
Porque la Medusa
Porque las Sirenas
Porque las Parcas
Porque las Furias
Porque Circe y su piara
Porque la Papisa Juana
Porque las brujas
Porque las putas
Porque somos las madres
Y tenemos el amenazante y terrible
poder de dar la vida entre las piernas
por todo eso
cuánto, en realidad,
nos odian y nos temen.

Además de ese libro y de varios relatos policiales primorosamente construidos y que serán una sorpresa el día que por fin se publiquen, de Carmen González Huguet he leído también Juegos furtivos, media docena de sonetos eróticos, a los que (como diría mi abuela Remedios) “hay que echarles arroz aparte”, son de una de calidad de a deveras apabulante, y de entre ellos elijo como muestra uno compuesto en versos de cabo roto, arte en el que fue maestro don Miguel de Cervantes :

                                Préstame un rato, amor, el dulce le-
                                con el que a diario, fiel , siempre reto-
                                y sus pendientes joyas tan hermo-
                                que con placer puntual chupo y orde-
                                     No te acomplejes, no, no es tan peque- ,
                                no ocultes con prudencias vergonzo-
                                a mi tacto sus ganas amoro- ,
                                ni a mi constante afán frunzas el ce-
                                     Que sea realidad mi fantasí-
                                protagonista de una eterna juer-
                                no se cansa, se dobla, ni se enfrí-
                                     Y a toda hora su fervor se yer-
                                enarbolada y lista noche y dí-
                                la tortura exquisita de tu ver-

Valgan estos dos ejemplos tan distintos para hacerle honor a una excepcional vocación y una no menor destreza poéticas. Retengan ese nombre: Carmen González Huguet, y no se pierdan nada de lo que publique. Hoy, gracias a internet, no tenemos más la excusa del mutuo desconocimiento entre nuestros pueblos.

Comentarios