República de colores

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Pedro Carracedo, presbítero mulato en Cartagena, 1801, sufrió la sociedad de castas

Aspiró a una Cátedra de Filosofía, siendo bachiller y doctor, y le hicieron pleito por que su madre era hija de una negra.  La independencia le resolvería sus problemas legales por el color de la piel.

Por Jaime Jaramillo Uribe*

Resonante caso ocurrido en Cartagena en 1801.

Al renunciar a la cátedra de Filosofía del Seminario de San Carlos el presbítero Vicente Ambrosio, el rector ordenó abrir oposiciones para proveerla y a ella se presentaron los doctores Pedro Carracedo, Bernardo Garay, Juan José Sotomayor y José de los Santos.

Todos tenían completos sus títulos, pero Garay, Sotomayor y de los Santos objetaron el derecho de Carracedo a tomar parte en el concurso, alegando que no había presentado la probanza de limpieza de sangre que exigían los estatutos del seminario.

Carracedo no podía cumplir tal requisito porque era mulato y de condición humilde pero aportaba los títulos de bachiller deSan Bartolomé y doctor de la Universidad Tomística, a más de certificados de eminentes personalidades de Bogotá, como el presbítero Margallo, el arzobispo Caicedo y Flórez y don Pablo Plata, rector del seminario de San Bartolomé, donde se hacía constar su inteligencia, aplicación y capacidad para las letras.

El arzobispo de Cartagena declaró impertinente la solicitud de los adversarios de Carracedo y le mantuvo en su derecho a participar en las oposiciones.

El proceso al parecer fue largo y los documentos no indican su resultado final, pero de los alegatos presentados por las partes, se puede deducir el sentido de las corrientes de opinión que se presentaban en casos semejantes.

Carracedo hace la historia de sus méritos e insiste en que las normas tradicionales se modificaban por la voluntad real cuando ésta quería recompensar a ciertos súbditos,  que a pesar de no poder presentar limpieza de sangre, se habían distinguido por sus talentos y servicio al Estado.

Sus augustos predecesores –decía refiriéndose al Rey- sabiamente dispusieron que los oficios de honras se han de dar a los que fueren fallados buenos y no por ser hijos de alcaldes u oficiales.

El más enconado de sus opositores, el presbítero Sotomayor, decía por su parte:

“No se debe estimar como suficiente ejecutoria en el caso el título de presbítero, porque a más de que las informaciones que exige en los ordenados el Santo Concilio de Trento, no son de una limpieza de sangre rigurosa, en este obispado se dispensan muchas veces por la necesidad, como efectivamente ocurrió en el caso del presbítero que tratamos.

Por esto es que la Universidad se debe manejar con más escrúpulos, en asunto en que tanto interesa su decoro, exigiendo la respectiva limpieza de demandan sus estatutos y de la que si hay algunos exentos, son sólo los colegiales de esa capital o de cualquier otro colegio por la presunción que tienen a su favor …

Las constituciones de [nuestro] colegio exigen indispensablemente la circunstancia de descender de padres españoles, limpios de toda mala raza, que no son en verdad el procurador Matías Carracedo y Manuela Iraola, padres de nuestro opositor y cuyo bajo origen, no se explica bien en la palabra humildad de que se sirve en su escrito, siendo forzoso añadir, aunque con bastante sentimiento que son habidos y reputados mulatos, y particularmente la madre, hija ilegítima de una negra que aún existe, acreditándoles suficientemente estos hechos no sólo por la notoriedad, sino por la resistencia que hace a calificarse”

Y rechazando la idea de que los grados sean suficientes para conceder nombramientos académicos, porque muchas veces se autorizan por piedad de los monarcas, sin sujeción al requisito indispensable de la limpieza, dice:

“Aquí sí, Su Majestad Poderosa, que demando la atención del Tribunal.

Los grados que por sí solos ennoblecen al que los recibe llenándolos de los privilegios de la nobleza y eximiéndolos de la condición de los plebeyos, no se confieren, ni deben conferirse, a personas de esa clase.

Basta en los títulos esta cláusula purus ab omnia macula sanguinis, para que de aquí pueda inferirse la exclusión precisa y rigurosa que impide a los pardos aspirar a estos distintivos, si no es que el soberano por efecto de su piedad, quiera indultarlos como acaeció con el doctor José Ponciano Ayarza”

*Aparte del artículo “Mestizaje y diferenciación social en el Nuevo Reino de Granada en la segunda mitad del siglo XVIII”, (1965), Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, No, 3, Vol. 2, pp. 40-41

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