Políticamente insurrecto

Publicado el

¿Arrecian los crímenes contra líderes sociales tras la elección de Duque o se dispararon con la firma de Paz con las Farc?

vela

@Perdomoalaba

Para entender la cruenta situación de los líderes sociales en Colombia, por su gravedad y complejidad, debemos recabar datos con rigor y elegir correctamente las fuentes de información y análisis, ojalá sin sesgo ideológico, para hacernos a un panorama responsable de los hechos, pues opinar desde el hígado nos lleva siempre a un diagnóstico errado casi que imprudente por el afán desmedido del ‘like’ o la fiebre pandémica de opinar sobre el tema porque es tendencia. Démosle altura al debate público sin que medie, entre otras, la odiosa corrección política pues siempre es más efectivo ‘ideologizarlo’ echándole la culpa al «paraco» de Uribe o a los 10 millones de «cómplices» que votaron por Iván Duque. Hay datos y cifras que corroboran que antes del 18 de junio Colombia no era un remanso de paz, a pesar de la tesis que anda rodando por ahí de que los «escuadrones de la muerte» arrecian sus acciones para crear sensación de caos y luego bajar su intencidad para mostrar «efectividad» de un Gobierno. Eso, más que una hipótesis, es una suposición sin soporte. No es claro el número de asesinatos, pero la Defensoría del Pueblo contabiliza 311 entre enero del 2016 y el 30 junio del año en curso.

La nuestra es una paz incompleta e imperfecta. Nunca se dijo que firmado los Acuerdos, el conflicto acabaría en un país donde el Estado nunca ha llegado a la Colombia profunda. A los líderes sociales no los asesina un partido político sino la indiferencia estatal y la escasa voluntad del Gobierno actual de ocupar esos territorios dejados por las Farc y que, por lo general, han estado en manos de grupos paramilitares y demás actores armados ilegales que imponen su ley.

Y cuando la guerrilla más antigua y sanguinaria se va y el Estado no está para copar ese espacio, alguien invade su lugar, entonces el conflicto no cesa sino que muta y se reconfigura. No hay pues un sólo actor del conflicto matando líderes sociales, sino varios grupos armados ilegales en los territorios donde el Estado no tomó el control tras el proceso de reintegración de las Farc; eso concluye, como lo explica el subdirector de Paz y Reconciliación, Ariel Ávila, que «no hay una sistematicidad comprobada desde el actor que asesina». Las balas no provienen de un solo agente determinador, ya que pueden ser el ELN, el EPL, las disidencias de las Farc, el Clan del Golfo o la Autodefensas Gaitanistas, que a mi juicio, hoy resultan ser lo mismo, cárteles de droga, narcotraficantes.

No creo pues que exista un plan de exterminio contra un grupo social en específico por su ideología o filiación política, tal como ocurrió con la Unión Patriótica. El mismo Ávila confirma que no se puede decir que hay una estructura paraestatal aliada con agentes del Estado para exterminar líderes de izquierda. Cada atentado, según lo confirman las autoridades, responden a motivaciones distintas. A los líderes los están matando para ganarse el control del territorio, además porque son incómodos, se oponen a las economías ilegales, es decir, cultivos ilícitos, narcotráfico y minería ilegal. Este macabro flagelo no parará hasta que el Estado llegue a esos sitios con poder de autoridad y de manera integral. Reto enorme que tiene por delante el nuevo Gobierno. ¿Qué hay de la Fiscalía que no se inmuta frente a lo que sucede ni le cuenta al país qué está pasando?

ADENDA: María del Rosario Guerra, Charito: la marcha de ayer donde la sociedad civil rechazó los crímenes contra líderes sociales no fue contra el Centro Democrático ni un ataque contra el gobierno de Iván Duque, simplemente no se resigna a volver al pasado. Gustavo Petro: las víctimas no se instrumentalizan ni se usa el dolor ajeno para hacer política barata, porque como dijo Yolanda Ruíz, «la defensa de la vida debe ser una causa común sin color político».

Foto: El Tiempo.

Comentarios