Mi Opinión

Publicado el Ben Bustillo

¡Ganamos los abstencionistas!

abstención

Según la registraduría colombiana el número de habitantes habilitados para votar para el plebiscito era de 34.899.945; pero los votos válidos solo fueron 12.808.858, los nulos 170.946, y los no marcados 86.243 por un total de 13.066.047. La diferencia, 21.833.898. Los números hablan claro, y somos la mayoría que no votamos, porque el mensaje es alto y claro: no creemos en sus necedades, señores políticos.

Así que, Uribistas, papistas y a todos los que pregonan una victoria del no, ustedes no ganaron. Fuimos nosotros los abstencionistas.

Entendemos que los políticos ganan sus elecciones con el idealismo de sus seguidores, quienes por diferentes razones siguen su quijotismo adornándose bajo una bandera de patriotismo, pero más que todo, influenciados por diversas corrientes religiosas. Un gran número de abstencionistas somos ateos, agnósticos, o simplemente no practicantes con ideas propias sobre moralidad, observancia y respeto hacia otros.

Por eso se nos imposibilita seguirlos ciegamente en sus planes políticos, porque entendemos que significa para ellos la continuación de un enriquecimiento ilícito, pero que es normal dentro de los parámetros del establecimiento. Eso es lo quieren los de las FARC, un pedazo del pastel, o como lo denomina el lenguaje político, un poco de la mermelada.

Ya había decidido no votar, pero aun así se hubiese abierto una remota posibilidad de hacerlo, estaba imposibilitado porque mi cédula está registrada en la ciudad de Los Ángeles, California, y yo me encuentro actualmente en Barranquilla.

Ganamos los abstencionistas, porque no creemos más en los políticos, y entendemos que, si nos constituyéramos en un partido político, caeríamos bajo las mismas estrategias que repudiamos; por eso no nos congregamos o conformamos como institución. Somos observadores conservando la esperanza de un liderazgo que otorgue vivienda gratis, educación gratis, hospitalización y seguros médicos gratis, y suficiente trabajo para sus constituyentes; no conforme a un régimen religioso, sino ante una sociedad pluralista capaz de aceptar a quienes piensen diferente sin tratar de cambiar cualquiera que sea su criterio o entendimiento de la vida.

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