Los imaginarios culturales contemporáneos, han en las últimas décadas variado inusitadamente. A la fecha, muchas de las construcciones que hacen parte del imaginario social, son más bien el producto de procesos de ideologización que tienen su mayor canal de reproducción en los medios de comunicación. Aun cuando la educación de las personas es en sí misma una herramienta que permite la racionalización de la experiencia vital, el grado de influencia de los medios de comunicación en la construcción de imaginarios culturales, llega a grados de invasividad nunca antes vistos en la historia.
En cuanto mayor sea el grado de cohesión de las sociedades actuales, tanto más fuertes son en estas tradiciones constitutivas sólidas. En tanto más desarticuladas, desagregadas y atomizadas sean las sociedades, tanto más endebles son los edificios cognitivos a partir de los cuales estas se han erigido.
Aun cuando en las últimas décadas, muchos de los patrones culturales estaban desprovistos de influencias masivas externas, con la invención de la propaganda y la masificación tecnológica, los patrones culturales han cargado incrementalmente construcciones propias de los medios. En ausencia de una definición de patrones dirigidos a incrementar el grado de complejidad del orden social, el individuo se hace un consumidor incapaz de diferenciar el efecto de la información sobre su vida y la vida de los demás.
Ante todo, la democracia es un constructo dialógico. En ausencia de una ciudadanía avocada a nutrirse de imaginarios culturales dirigidos a la sofisticación de la experiencia vital, todo ejercicio de coordinación se hace estéril.
Renny Rueda Castañeda
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