Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

Una Segunda Oportunidad para el Diálogo en la Universidad Nacional con el Presidente Santos

La visita del Presidente Santos a la Universidad Nacional fue un acto generoso. Si bien yo cuestiono muchas de las decisiones de su gobierno, como la reforma tributaria regresiva que impulsó en el pasado y que piensa promover de nuevo, la venta de Isagén, el ablandamiento de las restricciones ambientales en favor de la minería, etc., su visita expresa la voluntad de ponerse en comunicación con un país distinto de aquel de donde provienen muchos de sus ministros. Para hacer caso omiso de esa generosidad, tengo que reconocerlo, basta ser un poco obstuso y bastante obstinado, cualidades que he encontrado en algunas de las personas que han dejado comentarios en este blog.

Pero aquí no acaba la historia. La visita del Presidente Santos fue programada como si él fuera un prófugo que tuviera que llegar a escondidas y, peor aun, luego de su presentación, se escucharon abucheos que son demostrativos del deterioro del espacio público, no sólo en la Universidad Nacional, sino en todos lados. Así las cosas, quisiera hacer una propuesta con la cual podamos ponernos en sintonía con ese país del futuro que todos quisiéramos ver, ese país en el cual podamos hablar sin insultarnos, en el que los ciudadanos seamos tratados de verdad como ciudadanos y no como rebeldes sometidos al escarnio, insurrectos que tenemos que luchar para ganarnos el derecho a la palabra.

De partida tengo que decir que hay un pasado ominoso en la Universidad Nacional, un pasado que se nos atraviesa como un obstáculo al propósito de tener una segunda oportunidad para un diálogo con el Presidente Santos. Papas bombas y rechiflas hacen parte de la historia de esta institución, de manera que no sobran las precauciones a la hora de hacer una visita oficial. Dicho esto, sin embargo, creo que hay que pensar en esas precauciones como ciudadanos de un país independiente, no como administradores de un país colonizado cuya función es contener y aplastar conatos insurgentes. Sobre todo, tenemos que pensar en el espacio público para el diálogo, en particular, en el orden que hace posible la libertad de expresión.

Mi experiencia me enseña que la gente responde según como la tratan. Excepcionalmente uno encuentra oportunistas y resentidos, y también Madres de Calcuta y Dalai Lamas que pagan con una moneda mejor, pero en general, si a la gente la tratan bien, responderá bien y si la tratan mal, responderá mal. Quisiera reiterar lo dicho haciendo alusión directa al caso que nos atañe. Si a la gente la tratan civilmente, como los ciudadanos que son, la gran mayoría se comportará como tales, pero si la infantilizan con documentales de magia salvaje, negándole además el derecho a la palabra, se rebotará y se desmadrará.

La forma en la cual la gente se comporta cuando se distribuye ayuda, luego de la ocurrencia de desastres naturales, es una buena analogía, que es demostrativa de lo anterior. Si la gente tiene que avalanzarse sobre los lugares donde esa ayuda se distribuye, se comporta incivilmente. Por el contrario, si la ayuda se entrega de manera organizada, la gente actúa de manera civil.

Ayuda distribuida en Sukkar Pakistán luego de las inundaciones del año 2010, foto del Washington Post
Ayuda distribuida en Sukkar Pakistán luego de las inundaciones del año 2010, foto del Washington Post
Ayuda distribuida en Iligan, Filipinias, luego del tifón Washi, 2011, foto del Daily Mail
Ayuda distribuida en Iligan, Filipinias, luego del tifón Washi, 2011, foto del Daily Mail
Ayuda distribuida en New Orleans, Estados Unidos, luego del huracán Katrina, 2005, sin fuente
Ayuda distribuida en New Orleans, Estados Unidos, luego del huracán Katrina, 2005, sin fuente

Uno de las peores formas de distribuir ayuda es lanzarla desde helicópteros. La ayuda así distribuida llega a manos de quienes son capaces de correr más y agarrar más, no precisamente a manos de quienes más la necesita. Por esta razón, el consenso de las organizaciones humanitarias es que tienen que llegar al sitio, conocer las necesidades de la población y organizar la provisión de ayuda de la mejor manera posible. De otro modo, el efecto de la ayuda será el de sacar lo peor, no lo mejor de los seres humanos.

Ayuda distribuida en Filipinas, luego de la tormenta tropical Ketsana en 2009, foto de las Fuerzas Armadas Filipinas
Ayuda distribuida en Filipinas, luego de la tormenta tropical Ketsana en 2009, foto de las Fuerzas Armadas Filipinas

Si en una segunda visita del Presidente Santos a la Universidad Nacional quisiéramos sacar lo mejor de los ciudadanos que hacemos parte de ella, de los trabajadores, estudiantes y profesores, entonces podríamos organizar esa visita de forma que estimulemos precisamente nuestro más alto sentido civil. Creo que eso se puede lograr con la siguiente propuesta, la cual, como todas las propuestas, está sujeta a revisión, modificación y mejora en el curso de su realización colectiva.

Lo primero que podríamos hacer es consultar a toda la comunidad acerca de su disposición de recibir al Presidente Santos en el campus y también acerca de la voluntad de colaborar con las autoridades para que se cumplan las condiciones de seguridad que hagan posible esa visita. Esto se puede llevar a cabo enviando un correo a la cuenta de todos los miembros de la comunidad, luego de lo cual se podrían publicar los resultados de esa consulta, así como socializando el plan de seguridad que permitiera que el Presidente Santos pudiera caminar por el campus sin temer nunca por su seguridad. De este modo lograríamos que la Universidad Nacional de Colombia volviese a ser verdaderamente nacional, en el pleno sentido de la palabra, pues todos los ciudadanos, incluído el más alto servidor de la Nación, podrían venir a compartir sus opiniones, a dialogar y a debatir, a producir y a difundir conocimiento.

Lo segundo que podríamos hacer es acordar las condiciones que hicieran posible un diálogo con el Presidente Santos. El escenario podría ser, de nuevo, el Auditorio León de Greiff. El acceso al auditorio podría distribuirse mediante un sistema de sorteo que, de manera anónima e imparcial, asignara el número limitado de entradas entre aquellos que tuvieran el deseo de asistir. Para obtener la entrada ganada en el sorteo, cada asistente sería invitado a firmar un compromiso de civilidad consistente en negarse a participar en abucheos y rechiflas, así como a expresar su disposición para oponerse civilmente a quienes actúen de manera incivil en el auditorio.

Lo tercero que podríamos hacer es establecer de una vez la oportunidad para que se escuche la voz de quienes no han sido escuchados, de modo que se pueda entablar un diálogo genuino con el Presidente Santos. En ese diálogo no se resolverían todos los problemas del país. Sin embargo, sí comenzaríamos a resolver uno de ellos: la falta de respeto que nos impide entendernos y que obstaculiza nuestra capacidad colectiva para encontrar soluciones a nuestros problemas.

Este último punto quizá sea donde más cacumen y buena voluntad haya que poner. ¿Quiénes estarían en el podio? ¿Cómo serían escogidos? A primera vista, uno podría decir que allí deberían estar, con el Presidente, la representante profesoral, la representante estudiantil y un representante de los trabajadores. Para hacer más democrático el proceso, podríamos tener foros de discusión previos que sirvieran para que esos representantes afinaran su sintonía con las preocupaciones de la comunidad acerca del estado actual de la educación superior, así como sobre otros problemas que continuamente concitan nuestra atención y nuestro interés.

Lo fundamental sigue siendo el hecho de que con compromiso civil podemos darnos una segunda oportunidad para un diálogo con el Presidente Santos en la Universidad Nacional. Este escrito hace parte de ese compromiso.

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