Bernardo Congote

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Mediocridad empresarial y política

Se ha dudado de que los empresarios puedan progresar en medio de sociedades decadentes.  E inversamente, que una sociedad pueda progresar en medio de una empresarialidad decadente.

Desde los años 1930, los empresarios colombianos han gozado de privilegios patrocinados por conservadores y liberales que aquellos les recompensan a éstos con jugosas <<donaciones>>[i]. Gracias a estas relaciones peligrosas, proteccionismo puro le llaman otros, nuestros empresarios (y nosotros) apenas si nos sostenemos por encima de nuestros vecinos venezolanos. Lo cual no es mucho decir.

Falazmente ajenos, como se autoproclaman, a algo que despectivamente llaman <<la política>>, los gremios empresariales han sobrevivido con dádivas politiqueras en medio de una gravosa improductividad y, por tanto, de una crasa incapacidad para competir globalmente.

Su desvergüenza para lograr limosnas de sus amigos políticos no ha tenido límites. Un día son los cafeteros; otro los transportadores; ayer los del acero; mañana los del azúcar o antier, los del etanol. El dinero que <<invierten>> en el lobby ministerial y legislativo, no resistiría una rendición de cuentas. Una que, por ejemplo, explicara cómo es que buena parte de estos <<beneficios>>, son pagados con los impuestos de sus propios trabajadores sin recibir algo a cambio.

A modo de ejemplo, los fracasos del comercio exterior colombiano son protuberantes. Mientras desde hace quinquenios flotamos gracias a las exportaciones mineras, la industria manufacturera es la que más importaciones consume.

Algunos datos preparados por mis estudiantes permiten apreciar que la minería exporta aproximadamente 153 dólares por cada dólar importado, mientras la manufactura apenas exporta 36 centavos por cada dólar importado[ii]. De esta forma, el despreciado sector minero, en términos de comercio exterior aparecería 425 veces más productivo que el manufacturero[iii].

No extraña entonces que el ruido lo hagan los improductivos. Lo que explica el peso mediático que reciben los industriales apoltronados en su llamado “Consejo Gremial Nacional”. Dedicados a tramar subsidios, ayudas, aranceles privilegiados, cierres de frontera, medidas anti-Trump, exenciones tributarias y, en fin, todo tipo de artimañas destructivas, no les queda tiempo para saber en qué país vivimos los demás.

Así acaban de demostrarlo con su penoso apoyo a las objeciones a la JEP impulsadas por el régimen fascista de DUribe. Incapaces de recordar que en 2015 salieron, con Santos al lado, a cerrar filas en torno a las instituciones pacificadoras, en 2019 acaban de salir a atacarlas, también cerradamente[iv].

Aplaudiendo a este régimen que les sostiene en la cuerda floja, nuestros empresarios acusan un grave analfabetismo funcional también en política. Incapaces de aceptar que sobreviven en este mundo globalizado, sólo porque sus amigos politiqueros les mantienen con respiración artificial, por supuesto que acogerán toda decisión que, por ejemplo, impida un país pacificado.

Mientras más barreras haya para la entrada de inversionistas extranjeros, la guerra, por ejemplo, nuestros mediocres gremialistas caen el trampa de mantenerse como empresarios de la parroquia. Por supuesto que están errados. La competencia está en la frontera esperando comprar a huevo los restos que deje la guerra. Y las primeras víctimas serán los empresarios.

En Colombia, pequeños gremios y sus cómplices politiqueros se develan cada vez más incapaces de mirar más allá de su propio ombligo. Ombligo ubicado en un cuerpo que mantenemos vivos los trabajadores; los mal tratados pensionados; las violentadas minorías y las otras conformadas por múltiples ilegalidades.

¿Acaso sabemos de subsidios otorgados al salario? No. Pero sí sabemos que vamos a pagar la enésima ruina de Electricaribe con nuestro bolsillo. ¿Acaso las obras públicas se pagan con nuestros impuestos? No. Tenemos que pagar, además, valorizaciones. ¿Acaso los servicios públicos se pagan con nuestras tarifas? No. Los estratos medios subsidiamos a los bajos y también a los altos. ¿Acaso se les protege a los agricultores? Sí. Fumigándolos con glifosato.

En Colombia, cada uno tratamos de sobrevivir a una mediocre dirigencia que conserva sus privilegios mientras castiga a los laborantes. Todo en medio de limosnas y acuerdos palaciegos que se reparten a dedo el magro presupuesto público. Recalcando que también en los palacetes y en una que otra finca cordobesa, se programa avanzar una guerra cuyos únicos muertos sigan siendo los pueblerinos. ¡Viva Colombia!

Congótica. No disfruto con el decrecimiento de los mejores. Sufro con el empoderamiento de los peores.

Congótica 2. Por ejemplo: será imposible que este régimen ponga a rendir cuentas a las zonas francas, unas voraces consumidoras de divisas que, francamente, exportan casi nada. Algunos de sus opulentos socios habrían logrado encaramarse hasta la Vicepresidencia de la República.

Bernardo Congote es profesor universitario colombiano, miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina – www.federalismoylibertad.org) y autor de La Iglesia (agazapada) en la violencia política.

[i] Ospina, Luis (1987). Industria y protección en Colombia. Medellín : FAES. Donaciones que, además, rebajan sus impuestos.

[ii] Estudiantes de Comercio Internacional 3, Facultad Economía y Comercio Internacional, Universidad Antonio Nariño. Datos aproximados, tomados de www.dane.gov.co/comercio-exterior/CIIU / (Sexenio 2013-2018. 2018 preliminar).

[iii] Los vejadores profesionales de la minería no pueden pensar que, con los jugosos réditos que produce, Colombia habría podido financiar acciones conservacionistas ejemplares. Todo lo contrario, mientras Petro ofreció cambiar al carbón por aguacates, DUribe ha tenido la ideota de cambiarlo por naranjas (llámense dólares turísticos o similares).

[iv] Bruce MacMaster, flamante presidente gremial y ayer ministro del ramo, se dice y contradice sin pena alguna, tal como lo probó Noticias Uno en su edición del domingo 17 a las 20:00.

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