Bernardo Congote

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Eligiendo entre peores…

Acabamos de elegir entre peores. Es una queja recurrente que cada vez produce más frustración en relación con el presente de la democracia. ¿Por qué razón una contienda electoral que arranca con una decena de candidatos termina en una encrucijada como la vivida por Colombia? En algún momento alguien la calificó como “dilema indigno”. Pero estaba equivocado. Un dilema es el enfrentamiento entre opciones competitivas, pero no habría sido este el caso de la segunda vuelta electoral colombiana.

Lo grave es que la frustración contra-democrática no es sólo colombiana. Hemos venido asistiendo desde hace décadas a experimentos políticos frustrantes en todos los puntos cardinales. Aventuras en las que, a nombre de la democracia, se han montado las dictaduras más vergonzosas. No exageraría citando el nazismo como alguno de los más notables. Tampoco las dos grandes guerras habrían sido producto del azar.

De pronto convendría dialogar con los griegos al respecto. La democracia no nació, paradójicamente, reinando. En la esencia griega, los llamados Gobiernos Constitucionales asociados al ejercicio meritocrático del poder, ocuparon las mejores letras de Aristóteles, Platón, Solón o Epicuro. Con otras palabras, Grecia ponderó el gobierno de los mejores.

La democracia, o gobierno del pueblo, fue calificada por Aristóteles como una degradación del gobierno constitucional. Con el agravante de que, víctima de los demagogos (hoy llamados “populistas”), amenazaba hundirse de cuando en vez en tiranías populares[1]. O sea, ni más ni menos que lo que ha venido produciendo cada vez más alarmas en lo político.

Víctima de los demagogos, la masa termina aprobando todo lo que al caudillo vociferante se le ocurra. Y, lo que es peor, cayendo en la trampa de aceptar que lo que es bueno para el caudillo, es bueno para el pueblo. Y ¡ah de lágrimas las derramadas! (y por derramar) ¡Ah de sangre corrida! (Y por verter).

Hablando del poder popular, Foucault advertía que ese poder “no escucha nada más que a sus intereses y deseos”; glosando que esos intereses y deseos ni siquiera son del pueblo sino del demagogo de turno. De esta manera las masas terminan apoyando regímenes eufemísticamente populares que las convierten, al tiempo, en víctimas y victimarias. Porque el poder popular es “asesino… mata al sabio en cuanto es el que se ocupa de la ley” [2].

La muerte del sabio y de su verdad, termina siendo la muerte de lo virtuoso (Este crimen al que algunos llaman ahora “post verdad”). No por otras razones Nietzsche habría develado que el judeocristianismo había instaurado el imperio de los peores suplantando al humanismo griego. El Nihilismo es el imperio por donde se pasean triunfantes las peores lacras sociales. Dado que el autodenominado héroe de la cruz se fue a las alturas llevándose consigo a un par de ladrones, no sorprende que a nombre de los derechos humanos, la Revolución Francesa hubiera dado el golpe de gracia que aplastó ciertos méritos arrogándose el poder algunos de los peores para que gobernaran peor[3].

¡Y lo siguen haciendo! ¿De qué nos quejamos cuando peroramos sobre el imperio de los valores destructivos? ¿Por qué no gobiernan los mejores? ¿Acaso nosotros mismos no elegimos entre los peores para gobernarnos?

No sería gratuita, por tanto, la encrucijada presente. Estaríamos abocados a que los peores puedan ejercer tanto el gobierno como la oposición. ¿A esto es lo que llaman otros «polarización»? ¿Acaso polos iguales generan algún tipo de energía?

Parecería que no estamos ante algún tipo de dilema. Sólo nos mantenemos en una caverna democrática que desconoce el mérito y cuyas soluciones, por tanto, tienden a ser problemáticas. Una de ellas, desconfiar de quien gobierna y de quien le hace oposición.

Nietzscheana.
La democracia es apenas una dama atractiva que, una vez conquistada, al menor descuido se lanza a los brazos de cualquier tirano.

Nietzscheana 2.
A la verdad convendría buscarla como recomendó Escalona hablando de la Custodia de Badillo: comenzando del cura p´abajo a requisá.

Platónica. La verdad está custodiada por los peores.

 

Bernardo Congote es Profesor universitario colombiano y miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina).

 

[1] Política. Libro IV.

[2] Lecciones sobre la voluntad de saber. Clase del 17 de marzo de 1971.

[3] La voluntad de poder. Aforismos 150 y siguientes.

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