Bernardo Congote

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Democracia: ¿El régimen de los ineptos?

Grecia no gobernó en democracia. Atenas, Creta y Esparta diseñaron cada una su propia Constitución. El sistema político griego fue, por tanto, el del Gobierno Constitucional a cuya cabeza estaban los mejores, los aristócratas[1].

El propio Aristóteles advirtió que la democracia amenazaba ser una degradación del constitucionalismo. Y llamó >>tiranía popular>> al régimen, tan común ahora, en el que las mayorías podrían deshacer los fundamentos de la Constitución. Eso sí, haladas de las narices por los demagogos de turno[2]. La tiranía popular terminaría siendo el régimen mediante el cual sólo se beneficiarían los demagogos, eso sí, siempre y cuando el pueblo ponga su carne en el asador.

El Imperio Romano tampoco degradó en democracia. Se hizo autócrata, supongo que por temor a la tiranía popular. No fueron propiamente aristócratas los Césares. Una variopinta mezcla virtudes defectuosas los llevaron a la decadencia. Se hizo tan grande e inmanejable el imperio, que sus provincias terminaron auto gobernándose lejos de Roma[3]. La caída del imperio dejó como legado el aumento de los indigentes y miserables que, alejados del trabajo campesino o del esclavo, optaron por hacerse menesterosos.

Este habría sido el caldo de cultivo del cristianismo. Jesús el llamado Cristo habría aparecido como vocero de los miserables, como que se hizo crucificar acompañado de dos ladrones[4]. Y en medio de una sub cultura miserabilista que, curiosamente, resolvería esta condición en el más allá, nació la violencia de los sicarios cristianos contra los pater familias romanos[5]. El cristianismo se asentó como la religión del pesimismo[6]. Y los evangelios fueron su hoja de ruta para exaltar la pobreza como virtud y perseguir a la riqueza como defecto.

De la mano de Pablo y la astucia de Constantino, nació la Iglesia Católica como madre y maestra de los pesimistas. Los pecados capitales a la inversa nacieron cristianos[7]. No fue virtud la diligencia sino la pereza. Tampoco fue virtud la templanza: el cristianismo cultivó la ira. La soberbia se hizo virtud de los sacerdotes y, la humildad, obligación del rebaño.

El pueblo perseguido terminó haciéndose uno entre judíos y cristianos. Expulsados de Egipto los primeros, se toparon con las víctimas cristianas en Roma instaurando una peculiar fortaleza: hacerse víctima[8]. Este habría sido el manto que logró oscurecer a buena parte de la Edad Media.

Contra viento y marea, las víctimas adquirieron personería política en la Revolución Francesa[9]. Los miserables guillotinaron a una realeza que gobernaba explotando al campesinado. Fue plutocrática y murió en su ley. Este parto hacia la democracia moderna fue, en verdad, un grito de batalla de la miseria contra la opulencia. No contra el mérito, no contra la virtud. Pero tampoco los exaltó.

A partir de La Bastilla, el pueblo se hizo al poder creando leyes <<del pueblo para el pueblo>>. Su gran mérito fue hacer de la masificación, una virtud. De esta forma la carencia de todo mérito se consolidó como fortaleza de la democracia. Montesquieu ya había hecho el favor de diseñar la separación de poderes mediante la cual la ineptitud de las masas se distribuyó ordenadamente entre gobernantes, legisladores y jueces. (<<La soberanía reside exclusivamente en el pueblo>> reza el artículo 3o de la Carta colombiana. <<Todo ciudadano tiene derecho a: a) Elegir y ser elegido>>, reza el artículo 40o).

Sin embargo, hay luces en este túnel. Parecería que la democracia como sistema de los ineptos está haciendo crisis. Es más, desde su propio seno se está apelando ahora a la <<meritocracia>>. A la <<anticorrupción>>. Solo que se pretende alcanzarlas cubiertas por los mismos preceptos de la ineptitud.

Los que ahora gobiernan por obra y gracia de su carencia de todo mérito, tendrían ahora la misión de hacer que reine el mérito. De modo que en el próximo futuro, la aptitud prometería ser promovida desde la ineptitud. O, teológicamente, pronto los iracundos harán que brille la templanza y los perezosos, que triunfe la diligencia. ¡Vivir para verlo!

Frente a estos ventorrillos demagógicos, parecen alzarse saludables vientos huracanados que no vienen, propiamente, del Caribe. Vienen de Oriente. <<Algunos analistas han anunciado el final del ‘siglo (sic) democrático’… dentro de cinco años, la participación del ingreso global de los países considerados ‘no libres’ -como China, Rusia y Arabia Saudita- superará la participación de las democracias occidentales … (Es posible que pronto) el camino hacia la prosperidad no pase … a través de la democracia liberal>>[10].

Nietzscheana. <<El cristianismo es el surgimiento del pesimismo…: se trata del pesimismo de los débiles, de los sometidos, de los que sufren, de los oprimidos>>[11].

Bernardo Congote es profesor universitario colombiano, miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina) www.federalismoylibertad.org

[1] Aristóteles. Política, Libros III y IV, Cp. V: <<Es justo aplicar el nombre de <<aristocracia>> – <<gobierno de los mejores>> – solo a la constitución cuyos ciudadanos son absolutamente los mejores en virtud>> “

[2] Aristóteles, Cit., Libro IV.

[3] Childe, VG. ¿Qué sucedió en la historia?

[4] Nietzsche, F. La voluntad de poder, Aforismo 162.

[5] Fromm, E. El dogma de Cristo.

[6] Nietzsche, F. Cit., Aforismo 195

[7] Nietzsche, F. Cit., Aforismos 167,173.

[8] Nietzsche, F. Cit., Aforismos 181-184.

[9] Nietzsche, F. Cit., Aforismos 184,215.

[10] Bo, Zhou. (2018). “China está redefiniendo el orden mundial mediante el poder blando”. Londres: The Financial Times, Reproducido por Portafolio, Fin de Semana, 22 y 23 de septiembre de 2018, Pg. 15.

[11] Nietzsche, F. Cit., Aforismo 195.

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