Parsimonia

Publicado el Jarne

Entre caníbales

Todo comenzó una noche. Una pareja estaba besándose a oscuras en un bar. El camarero veía el partido de su selección mientras servía y servía cervezas, aguardiente y más tarde lo que hubiera querido porque la clientela se hubiera bebido lo que le echaran en el vaso. El chico pasó al cuello, el pecho, todo. De repente, sin darse cuenta, acabó comiéndose a la chica.

Fue algo natural. No hubo mucha sangre ni grandes alharacas. Simplemente, fue seguir lo que le pedía el instinto después de los besos y las caricias. La parroquía lo entendió como algo natural y fueron a ayudarle. Se repartieron a la chica aprovechando que había ganado la selección y cualquier pecado se perdona en esos días tan raros. Tras terminar con la carne, continuaron festejando la victoria de su país. Así fue como comenzó el canibalismo moderno.

Uno de los comensales era uno de esos intelectuales posmodernistas que lo deconstruyen todo. Interpretó los hechos como la muestra más radical de su filosofía: comerse a una persona. Habló con sus colegas académicos y surgió una corriente de pensamiento en la universidad. Contrataron a un publicista para que le diera bombo a la idea y pagaron a los periodistas de la modernidad para que dijeran que era lo más underground.

Con estas tretas y estrategias de marketing, se puso de moda comerse a la gente. Los ejecutivos, tramollistas y abogados salían de fiesta y terminaban devorando a alguien. Algunas veces para celebrar un buen acuerdo. Otras porque se había instalado una nueva política de recursos humanos. Resultaba más barato andar comiéndose en grupo al jefe cabrón o al empleado improductivo que andar pagando despidos o meterse en pleitos. Además, se fomentaba el trabajo en equipo y eso siempre viene bien.

En aquellos días, la moda del canibalismo se popularizó y el miedo se extendió. Se vivía aterrado ante la posibilidad de ir a ciertos bares o quedar con mucha gente por lo que pudiera ocurrir después. Las cenas familiares de Navidad o las quedadas con más de 5 personas eran motivo de alerta. Había que ir armado a los partidillos del sábado por lo que pasara. Nadie sabe cuántos porteros o tuercebotas cayeron, pero se estiman por miles.

Al final, la moda pasó. La gente volvió a sus pecados más o menos mundanos y de siempre: el sexo, las drogas o el juego. Todo volvió a ser como era antes. Cosas de las modas, que suelen ser efímeras y pasajeras.

En Twitter: @Jarnavic

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