Parsimonia

Publicado el Jarne

Los perdedores del estado de bienestar

El pasado martes, Gonzalo Fanjul publicaba un artículo en su blog y en la sección Planeta Futuro del diario El País, en el que se hacía eco de un estudio de UNICEF. En el citado informe, se llamaba la atención sobre los mayores perjudicados de la crisis en España: los niños. El sistema de protección social español no protege lo suficiente a los más pequeños porque la política de redistribución del Estado beneficia mucho a unos y deja desprotegidos a otros.

El estado de bienestar español se asienta un sistema contributivo. Así, en función de lo que aportas al sistema, recibes las ayudas económicas proporcionales a lo que has ingresado. Cuando te van mal dadas o te retiras, recibes una prestación vía seguro de desempleo o pensiones donde la cuantía y la protección que tengas en ese momento depende mucho de tu trayectoria laboral.

El mercado de trabajo español se caracteriza por un fuerte dualidad, que diferencia claramente entre los insiders (los trabajadores con contrato indefinido) y los outsiders (contratos temporales y parados). En un mercado laboral rígido, los trabajadores indefinidos están más protegidos porque pueden cotizar más años a la Seguridad Social y además por salarios más altos ya que escalan y mejoran su situación con el tiempo en la empresa, lo que luego repercute en las prestaciones que recibirán.

La combinación de un sistema contributivo y de un mercado laboral rígido hace que el sistema de bienestar español dé lugar a serias disfunciones. Los que están dentro tienen una buena protección con matices -esto no es Alemania-, pero los que están fuera, no tienen nada que los cubra. Esta segmentación ha dejado fuera a muchos colectivos como mujeres, inmigrantes, obreros no cualificados o jóvenes; los sectores más desfavorecidos, entre ellos los niños.

Si ha habido unos claros perdedores en esta larga crisis, han sido los menores. El sistema tradicionalmente ya los dejaba totalmente desprotegidos con unas políticas públicas descoordinadas y escasas, pero con la crisis esa situación se ha agravado. Según UNICEF, ha habido un aumento del 28% en los niveles de pobreza infantil en España desde 2008 a 2012 mientras que la fundación Tomillo para el Comité Español de Unicef ha calculado que la caída en el presupuesto en políticas de infancia ha sido del 14,6%.

Las consecuencias, las narra Roger Senserrich en Politikon: la inestabilidad de ingresos produce un «estrés tóxico» que dificulta las habilidades cognitivas de los niños. Esto no quiere decir que no se pueda ser pobre y  feliz o que los pobres son tontos. No. Significa que los niños en familias desfavorecidas tendrán que hacer frente a una dificultades que otros no tienen y que a medida que pase el tiempo se harán más difíciles -y caras- de salvar.

La clase política no parece que se haya tomado muy en serio estas cuestiones. De Podemos y compañía, más allá de ver casta y acusar a corruptos, no le escuchamos ninguna propuesta para luchar contra esta lacra, menos para reformar el sistema de bienestar o el mercado de trabajo. El PSOE no hizo nada cuando estuvo en el poder y sigue mirándose hacia dentro con sus procesos internos, en lugar volver a conectar con sus bases y asuntos tradicionales.

Del Gobierno, mejor ni hablamos. Pedro Sánchez, el líder de los socialistas, interpeló con una pregunta al presidente del Gobierno sobre pobreza infantil. De la bancada gubernamental salió un oooh de un diputado. Quiero Creer que al PP le preocupa este tema, como muchos otros, pero no dice mucho a su favor estos gestos. Vuelve a dar esa impresión de falta de sensibilidad frente a las situaciones tan brutales que nos está dejando la crisis.

P.D: Para otro día dejamos a los ganadores del estado de bienestar. Que haberlos, haylos. Y que tienen un arma infalible que los pequeños no tienen: el voto.

En Twitter: @Jarnavic

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