Parsimonia

Publicado el Jarne

El refranero

Lo miras, lo examinas varias veces. Observas una y otra vez su cara, su extraña sonrisa con sus gestos lentos y graciosos. Es niño, te dijeron en el posparto. Tú asentiste con la cabeza dando a entender que ya lo sabías. Te lo dejaron en tus brazos y lo viste por primera vez. Era sonrojado, sin apenas pelo, con restos de sangre a lo largo de su cuerpo. Desde ese primer momento te alarmaste porque entendiste que podía cambiar tu vida. Te diste cuenta de lo que significaba. Fue entonces cuando supiste que lo ibas a matar.

No te puedes permitir tener ese hijo. Un retoño con malformaciones y que pese a ello, puede y va a sobrevivir. Con muchos cuidados, pero puede aguantar. Eso te dijeron los médicos. Podrías vender un par de exclusivas sobre lo duro que es criar algo así. Que te vean con la pose cuidándolo y en tu nueva faceta, pero no te renta. No es tu estilo, no aprendiste esas cosas de tu padre. Eres un playboy, un hombre que se gana su vida con su pene, como los actores del porno. Con la diferencia de que tú vives de tu vida amorosa, de tus escapadas, de esos «robados» que les vendes a la prensa mientras que ellos lo único que tienen es sexo mecánico con un grupo de rodaje por medio.

Ellos se retiran pronto, muy pronto. Mira sino ese español tan famoso. Nacho Vidal, se llamaba. Decía que cuando llegaba a una edad un actor no puede seguir con ese ritmo, es demasiada exigencia. No aguanta el cuerpo. Además, el público pide gente cada vez más joven. Tú, en cambio, seguirás siendo ese hombre al que todas las mujeres desean, el eterno galán. Todavía te sientan bien tus cuarenta y pico años. Te cuidas. Haces deporte, te embadurnas con cremas, te depilas cuando toca. El tiempo se porta mejor con los hombres y eres un buen ejemplo.

Este niño arruinaría tu reputación. Un padre tan atractivo y deseado no puede tener un hijo tan horrendo; ni el amante perfecto puede seguir con su vida de siempre. Tu público no te lo perdonaría. Lo vas a matar. No te queda otra opción, tienes que asesinarlo. Tienes que conservar cierto prestigio y mantener tu ritmo de vida. No sabes hacer otra cosa que vivir de la farándula y con la vida encarrilada no te vas a poner a cambiar pañales o Dios sabe qué necesitará ese malparido. Ese bastardo estropearía todo lo que posees.

Te acuerdas de ella. Blasfemas. Que hija de puta, que bien le iba a salir la jugada hasta que se jodió todo. Morirse tras el parto fue algo inesperado para ella. Cosas de la vida. Estuvo chantajeándote para sacarte todo el dinero que pudo y ahora te deja al cuidado de eso, de tu hijo, de un bastardo. Ya lo has pensado, ya tienes la solución. Primero fue la madre y después será el hijo. Y todo seguirá igual.

Pasan dos meses. Ruidos de sirenas. Los coches de policía y las ambulancias rodean tu casa. Después vienen los periodistas. Se ahogó durmiendo concluye la autopsia. Nadie presenta cargos y se cierran las actuaciones judiciales. La prensa quiere hablar contigo. Te ofrecen cantidades exorbitantes para que cuentes cómo te sientes tras un suceso tan trágico y que ha conmovido al país. Haces la entrevista. Cobras. Ves una larga sucesión de ceros en tu cuenta bancaria y sonríes. Piensas en aquella frase popular: “Vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos”. Qué razón tenía el refranero.

Refranero

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