Parsimonia

Publicado el Jarne

Bolaño o el lado negro de la vocación literaria

Roberto Bolaño se convirtió en escritor de masas con novelas como Detectives salvajes o 2666 y, después de su muerte, en autor de culto entre un público exigente que lo ha leído (y aún lo lee) con auténtica devoción. En mis conversaciones con algunos de ellos sorprende que rara vez salga a relucir la obra con la que comenzó a ser conocido y que le permitió plantearse la posibilidad de convertirse en escritor profesional, La literatura nazi en América. Quizá se deba a que esa obra no trata de escritores reales de extrema derecha. De hecho ni siquiera es la esencia de ese libro.

Roberto Bolaño saltó a la fama gracias a la buena acogida que tuvo Los detectives salvajes entre la crítica y los lectores. En Estados Unidos la novela 2666 se convirtió en un fenómeno de masas cuando la recomendó Oprah Winfrey. Al margen de lo celebradas que pudieran ser ambas obras individualmente, la muerte de Bolaño, como ocurre en tantos otros casos, lo convirtió en un escritor de culto, sobre todo en el mundo hispano, desatando, en algunos casos, un auténtico fenómeno fan.

El caso es que esos admiradores, salvo que se trate de especialistas o estudiosos aportando su punto de vista y sus conocimientos para un documental monográfico sobre la vida y obra del autor chileno, rara vez mencionan y más rara vez aún desmenuzan obras como La literatura nazi en América. Esta obra, confundida en un principio con un ensayo de historia de la literatura por los primeros editores españoles a los que les fue enviada, expone las biografías de varios autores que tienen en común su apoyo o devoción por la ideología nacionalsocialista y vecinos de la misma familia política: fascismo italiano, neofascismo de la Guerra Fría, falangismo y franquismo, pinochetismo, etcétera. Bolaño desgrana sus vidas y sus obras en tercera persona, con el tono sobrio del manual académico y la amenidad del novelista. El compromiso con la apariencia de verosimilitud es tal que el lector ha de reparar constantemente en las fechas de nacimiento y muerte de los personajes. La novela, que data de principios de los noventa, presagia el destino que aguarda a muchos de los reseñados. Bolaño detalla sus muertes, acaecidas algunas de ellas incluso a mediados del siglo XXI o, sin ir tan lejos, después de la muerte del propio novelista. Algunas de las mismas se producen en circunstancias estúpidas, con los escritores sumidos en la marginalidad.

En la mitad del libro, aproximadamente, Bolaño continúa cuidando las formas, pero el contenido de las biografías es tan rocambolesco, las publicaciones de los personajes de una temática tan absurda, que ese sentido de verosimilitud, como ocurre en otras obras del chileno, queda postergado. De este modo tendremos a un haitiano, por ejemplo, que multiplica los pseudónimos con los que firma para establecer un debate literario ficticio en la sociedad de su país y que, además, presume de una supuesta ascendencia alemana por parte de padre y reivindica, ante quien quiere escucharlo o leer sus escritos, la necesidad para las razas aria y masai de unir sus fuerzas. El autor vuelve a retomar ese estilo que unifica el afán de verosimilitud en fondo y forma cuando nos presenta a Ramírez Hoffman, piloto de la Fuerza Aérea de Chile, infiltrado en círculos literarios universitarios a principios de la década de los setenta y poeta de vanguardia que escribe sus versos en el cielo. La capacidad creativa y el nivel cultural de dicho personaje no le impiden matar y hacer desaparecer sin titubeo a dos hermanas que asistían con él a uno de los talleres de poesía.

Después de ver publicado La literatura nazi en América por Seix Barral, Bolaño se vio alentado a seguir escribiendo para ganarse la vida y decidió desarrollar lo acontecido con Ramírez Hoffman en la novela Estrella distante, donde el piloto chileno no aparece con ese nombre sino con el de Carlos Wieder. A través de sus páginas, Bolaño aparece más a menudo y cuenta su implicación en la trama hablando en primera persona. La obra culmina en el mismo punto que lo hace la biografía de la que parte, si bien el sabor que nos queda es totalmente distinto porque hemos ido comprendiendo más cosas a lo largo de la lectura.

En una entrevista para Off the Record, Roberto Bolaño explicó que los escritores –poetas, fundamentalmente– biografiados podrían haber sido nazis o adeptos al realismo socialista en la URSS de Stalin, que eso era secundario pues su objetivo había sido dejarlos congelados de alguna manera: “es una novela sobre los escritores y, para dejarlos quietos en la foto, tenía que ponerlos en una situación extrema”. Una palabra que Bolaño utilizaba de forma recurrente para explicar qué sentido tenía esta obra es “desmesura”. Se sentía inquieto por esa misma desmesura que, para él, invadía la vida de los poetas y también la vida política de buena parte de América Latina durante el siglo XX, más aún durante la Guerra Fría. El hilo central de La literatura nazi en América es ese empeño suicida en escribir y publicar, el deseo de perpetuarse a través de la letra impresa. Nos enseña que, en contra de la opinión de cierta corriente de pensamiento buenista y políticamente correcto, la mezquindad, el fanatismo, la crueldad y el sadismo más extremos pueden coexistir en una misma mente soñadora, creativa y brillante.

Tanto La literatura nazi… como Estrella distante, no podrían haber adquirido la forma que finalmente obtuvieron si no hubiera sido por la experiencia cotidiana y cultural más personal del autor, la cual se manifiesta desde su conocimiento y comprensión de los movimientos poéticos del siglo XX en el mundo de habla hispana, las escuelas y generaciones literarias hasta la minuciosidad con la que describe partidas y tableros de wargame o lo que siente buceando en las profundidades de la mezquindad y locura que a menudo empapan la búsqueda de la fama literaria. Es difícil, por el grado de implicación con el que se expresa, no ver un reflejo de sus propios sentimientos cuando subsistía en Blanes mientras la fama literaria le era esquiva: “No me sumergiré nunca más en el mar de mierda de la literatura. En adelante escribiré mis poemas con humildad y trabajaré para no morirme de hambre y no intentaré publicar”. Por fortuna para la literatura en español a uno y otro lado del Atlántico, no terminó por adoptar esa decisión aunque es cierto que, en una entrevista concedida a Chilevisión, no dudó en afirmar con rotundidad que “escribir es un oficio miserable pero […] pocos se dan cuenta de ello”.

Joaquín Pi Yagüe. Historiador, periodista y corrector de textos español. Después de trabajar en varios medios escritos, entre ellos El País, colabora con Buena Vida, suplemento de salud y bienestar de este diario y allá donde le permiten escribir. Con un marcado interés por la industria cultural en general y editorial en especial y el encaje de estas en las nuevas tecnologías, considera que América Latina tiene mucho que decir y ofrecer en este ámbito.

En twitter: @jjoapi

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