Parsimonia

Publicado el Jarne

La Corte

Puede haber muchos mundos en una misma ciudad. Si la ciudad es grande y es capital de un país, con más razón todavía. Esto ocurre con Madrid, Villa y Corte. La Villa se refiere a los barrios, a los parques, a la vida diaria mientras que la Corte se refiere a los ministerios, organismos oficiales y a las gentes que pululan alrededor del poder. Son las dos caras conlleva ser la capital del reino, -a veces psiquiátrico no reconocido-, de España.

Para muchos, esos edificios que pueblan la Castellana o el Centro no son más que fachadas que uno recorre cuando va de un lado a otro de la ciudad andando o en autobús. Hoy les puedo asegurar que tienen una utilidad y que incluso hay funcionarios que trabajan en ellos. Les cuento lo que me he ido encontrando gracias a unas prácticas veraniegas en un medio español.

España es un país de viejos o de gente que lleva mucho tiempo en el mismo puesto. Da igual que uno visite la sede del ministerio, las centrales sindicales u otros foros, siempre le va a hablar una persona que ronda los 50 años. A veces, miro con atención a mi alrededor, veo a tanta gente gente mayor que me angustio y me pregunto si hay un desfribilador cerca por lo que pueda ocurrir.

Los hombres suelen ir con camisas o trajes. Muchos peinan canas y las calvas forman parte del paisaje. En los sitios más llamativos, uno se encuentra todavía a esos señores con pajaritas y modales exquisitos. Yo creía que esa gente se había ahogado en Titanic, pero doy fe de que siguen vivos. También hay vaqueros y camisas, pero no es lo habitual.

Ellas suelen llevar el pelo teñido de rubio. Siempre. En algún momento se puso de moda en los 90 con las mujeres de Aznar, y ya se ha convertido en el típico look de la mujer del Partido Popular -partido del Gobierno-. Completan con tacones altos, algo, bastante, mucho o demasiado maquillaje y moreno de rayos uva. Encontrarse algo distinto es para llamar a Mulder y Scully de Expediente X.

Si uno es alguien importante, siempre va acompañado de su séquito. El séquito puede variar, pero suele constar de unos cuantos asesores o colegas de partido, una secretaria, un jefe de prensa y uno que pasaba por allí. Este último en algún momento se unió al grupo y ya no se lo pueden quitar por los vínculos emocionales que se han creado con el tiempo.

Los edificios también son muy viejos. Las fachadas son magníficas, pero cuando me adentro por los interiores creo que he regresado a otros tiempos. Uno tiene la impresión de encontrarse en El Resplandor, en ese hotel apartado y destartalado de las Rocosas al ver los muebles de época, la moqueta barata, los cuadros modernos que se quedaron pronto pasados de moda y esa sensación de que aquello tuvo mejores momentos, pero estás seguro de que ya no son estos.

Si sumamos todos estos factores, a veces piensas que estás siempre de funeral. Se mezclan las cara aburridas de los funcionarios, los señores con pajarita de otras épocas, los sindicalistas apesadumbrados y los que iban a ser algo y al final se quedaron en nada y me pregunto si me va a tocar algún día llevar el féretro o comprar una corona cada vez que entro en una rueda de prensa.

¿Y hay jóvenes? Pues sí. Escasean pero existen. Son un ejército de periodistas en prácticas que toman los medios en verano. Suelen llevar aros, piden a los más mayores que les repitan los datos que no les ha dado tiempo a tomar y van a cubrir noticias de dudosa relevancia informativa para foguearse. En este grupo estoy yo.

En Twitter: @Jarnavic

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