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Oveja negra

oveja-negra

Ana Lucía Montoya Rendón

Y seguía la Oveja hablando con sus hermanas…

 

Carísimas hermanas, pongan mucha atención a lo que les voy a decir:

 El Pastor está cansado y sus jerarcas inmediatos también. Según su mandato, pregonado hace miles de años, nos reprodujimos porque reverentemente nos dijeron,  “creced y multiplicaos”. En aquel tiempo era benditísimo yacer y yacer, parir y parir, aunque la cópula se realizase con la madre, la hija, la hermana, la tía, la abuela y todas las hembras del rebaño.

Él Pastor solo quería tal superpoblación de ovejas cuyas heces abonaran abundantemente la tierra. Aupaba por nuestra reproducción porque necesitaba  ejércitos de servidores que entraran a las minas, labraran la tierra, tejieran vestidos para él, los suyos y nosotras (nos hizo pensar que desnudas nos veíamos muy feas y nos puso este agobiante vestido de lana… si al menos hubiese sido de algo parecido al fino lino de que estaba hecho el suyo). Nos ha mantenido arrodilladas, jamás hemos sido la tan cacareada “oveja erectus”, solo somos tan singulares como la Dolly; repito, nos arrodilló diciendo que había que ganarse el pan con el sudor de la frente y el resto del cuerpo, y nos infundió el sentimiento de “nada se consigue gratis…”. Mas ¿qué ocurría mientras seguíamos tras la dulzura de su flauta? Averigüémoslo. Algunas de nosotras con olfato parecido al de los perros, tímidamente y desde los inicios de los tiempos, barruntamos que algo andaba mal pero callamos, al punto que la soga donde nos colgaron el cencerro (cada una siempre fue controlada a través del tintineo de ese cascabel) se encarnó, convirtiéndonos en más mansas. Ese largo pastoreo nos volvió crédulas hasta los tuétanos. Creímos el cuento rosa de que hay premios intangibles de gozo a futuro. Nos dijeron que el pago por nuestra obediencia estaba representado en extensiones infinitas de cielo, sin embargo eso nos ha hecho sentir oleadas de mucha vergüenza por ofender a la humildad con nuestro orgullo, ¡ah! es que eso de ser tan ricas no es bueno… pues otra frase que nos tatuaron, palabras más palabras menos, la que dice “de mansos es el Reino” y nos remataron con otra: “es más fácil que un camello entre por el hueco de una aguja que un rico en el cielo”. Pero, qué se le iba a hacer si durante tantos milenios veníamos siendo tan elegidas y más que eso, por filiación (parientes de El Pastor), co-terratenientes del cielo. Sin embargo el gozo de ser acreedoras de tanto bien nos lo hacían tambalear a través del miedo de perderlo si no hacíamos caso de sus letanías (tarde nos hemos dado cuenta que una mentira repetida en la consciencia de la manada inducida, se convierte en verdad), dijeron nos quemarían vivas durante una dosis macabra de tiempo nada fácil de concebir con nuestras pobres entendederas: nosotras, tan tiernas e indefensas, si rebeldes, seríamos fritas durante la Eternidad. ¿Y para qué fue miedo?  Así es como hemos agachado la testa hasta hoy.

 Hermanas, El Pastor no nos quiere más. Somos estorbo para él. Quiere parar la proliferación de ovejas. Ensaya muchos métodos anticonceptivos. Estratégicamente calcula en cuánto tiempo desaparecemos. Quiere la faz de la Tierra solo para él y para sus escogidos.

 Amadísimas hermanas,

 ¿Podrían hacer el esfuerzo de intuir cuál es el plan que El Pastor tiene en marcha para que no haya más descendencia nuestra ni de otras especies que le estorban? Miren bien qué mandatos nuevos hay en cada potrero, en cada parcela donde nos mantienen como redil. Cuando tengan algunas respuestas nos reuniremos para cotejarlas.

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