En segunda fila

Publicado el Juan José Ferro Hoyos

¿Has vuelto a fumar?

45 años, Inglaterra, 2015.

 

Llega una carta y una pareja a punto de celebrar su 45 aniversario, una pareja feliz, siente que su mundo tambalea. La carta trae noticias de la que fuera la novia del hombre cuando ambos ni siquiera se conocían. A ella el tema de entrada la incomoda. Él no lo considera tan grave. Acaso piense en la frase que hizo célebre Faulkner. “Pero fue en otro país; y, además/La doncella ha muerto”. La cita original es de 1589[1]. El tema no es nada nuevo. Acaso ninguno lo sea.

El mundo (del cine) se enteró del director inglés Andrew Haigh por Weekend, su segunda película, inteligentísima reflexión sobre las sutiles discriminaciones hacia los homosexuales disfrazada de historia de amor eterno comprimida en un fin de semana. En 45 años el espacio temporal se amplía a una semana laboral. En apenas seis días la campiña inglesa dejará de ser el refugio bien ganado de dos viejos que no necesitan de nadie más que ellos, para convertirse en el incómodo lugar donde siempre estarán juntos pero solos. Los elegantes cortes de la narración al comienzo y final de los días, como capítulos que en vez de sucederse se apilan, comprueban que detrás de la cámara hay un director con pulso y ganas de poner dinamita a la idea romántica de la vida en el campo y el amor para siempre.

45 años 1

Los días siguientes a la carta inesperada ambos protagonistas empiezan a dormir de espaldas y despertarse a destiempo. También empiezan a calmar los nervios con el vicio anteriormente abandonado. Todo esto, y más, pasa en el rostro adusto, serio, dignamente arrugado de Charlotte Rampling. Verla apenas pestañear ante cada golpe bajo es suficiente motivo para pagar la boleta de 45 años. Donde otras hubieran recurrido al grito, al escándalo, al acto desesperado, Rampling opta por el gesto contenido, el sugerir antes que mostrar de una vejez que, como la de su personaje, no es excusa para caer en la indignidad. La otra mitad de la ecuación, el actor Tom Courtenay, está casi siempre a la altura. Cuando no lo está, la responsabilidad no es suya sino de un guion que parece no querer, y no poder, mostrar el drama de quien guardó el secreto tanto como el de quien lo descubre. La película es sobre ambos, el drama sólo de ella.

Hacia el final, por el jueves, la película cae unos minutos en el peligroso terreno del melodrama televisivo a través de un trozo de información que llega demasiado tarde y acaso, en vez de darle más profundidad, frivoliza un tanto lo anterior. La película se cierra con una toma tan bien lograda como el resto de la película en la que parece flotar la pregunta atribuida a Germán Espinosa,

¿Es preferible esta mentira cruel que nos sostiene, o la prístina verdad que nos aniquila?[2]

 

 


[1] La frase es tomada de El Judío de Malta, de Christopher Marlowe, (1589).

[2] La frase aparece en el preludio de Los ojos del basilisco (1992). Ver: (http://maestroespinosa.blogspot.com.co/2008/04/los-demonios-de-germn-espinosa.html)

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